Rocío Pina y Carmelo Rodríguez son, junto a David Pérez, el corazón de ENORME Studio. Recién llegados de Milán, donde han diseñado Astral Bodies, el concepto de Finsa para el FuoriSalone, y han expuesto en la galería de Rossana Orlandi, hablamos con ellos sobre su enfoque de la arquitectura y el diseño.
¿Cómo nace ENORME Studio?
CR: Empezamos hace 12 años como estudiantes, 8 amigos y amigas. Hemos tenido diversos nombres y diversas formaciones. ENORME Studio es la evolución de todas ellas. Sobre todo nació con muchas ganas de hacer cosas, que es algo que define al estudio ahora mismo. Nos emocionamos mucho con los proyectos, cada uno es un nuevo reto y sigue vigente esa pasión por cada uno de aquellos que llevamos a cabo.
RP: Enseguida tuvimos el impulso de crear nuestros propios proyectos, con ganas de cambiar muchas cosas de las que estábamos muy cansados. Empezamos en 2006/2007, cuando explota la burbuja inmobiliaria, y tuvimos una posición muy radical respecto a todos estos excesos de la arquitectura, como entender la ciudad de una forma más compartida, la idea de trabajar en equipo… Una aproximación más sostenible a la forma de hacer arquitectura muy contraria a la que se venía practicando.
¿Qué tiene de bueno ese trabajo en equipo?
CR: Cualquier trabajo de diseño es un trabajo muy colaborativo. Durante años se ha mantenido la idea del diseñador como genio creativo solitario que no es real. El equipo es muy importante, por eso siempre hablamos de arquitectura colaborativa, porque no hay otra manera de hacer arquitectura y de hacer diseño. Hay ciertas jerarquías y tareas en las que somos expertos unos u otros, pero es importante cuidar este ecosistema de un grupo de diseño que lleva a cabo un proyecto o persigue un objetivo común.
Vuestros proyectos residenciales se basan en la importancia de la flexibilidad. ¿La falta de espacio será el problema del futuro? ¿Cómo llegasteis a crear la solución de sistemas móviles Living Big?
RP: La falta de espacio es un problema del presente, sobre todo en las ciudades con mayor densidad, luchamos todo el día contra este fenómeno. Pero también los modelos sociológicos y los tipos de familia han cambiado: gente que vive sola, familias monoparentales, trabajo desde casa… No se trata solo de la falta de espacio, sino de una serie de situaciones a las que las viviendas tradicionales no responden. El proyecto Living Big trabaja sobre esto: por un lado, la falta de espacio y, por otro, la necesidad de que las casas se ajusten y se transformen más fácilmente a lo largo del día. Cada habitación debe tener la capacidad de dar cabida a múltiples situaciones vitales.
CR: También tiene que ver con entender que el mobiliario cada vez es más importante en el ambiente doméstico y no puede estar disociado del espacio en general. No es una cuestión de construir un contenedor y luego ponerle mobiliario, sino de trabajar de manera más imbricada. Eso no se va a construir con ladrillo o elementos pesados, se va a construir con sistemas mucho más mecanizados, que tienen que ver más con la madera o el aluminio. Hay un cambio radical en la manera de entender nuestras viviendas y estamos en el momento de llevarlo a cabo.
Habláis de devolver la ciudad a los ciudadanos a través de iniciativas participativas en su diseño. ¿Cómo veis la ciudad del futuro?
CR: Uno de los grandes retos de los agentes que trabajamos en la construcción de la ciudad tiene que ver con generar una pedagogía y una cultura de diseño en el público general en relación a lo urbano, a lo doméstico… Hasta que no logremos generar los contextos en los que podamos hablar de ciudad y generemos nuevos imaginarios en ellos, va a ser difícil que tengamos mejores ciudades. Esa ciudad del futuro, la ciudad de los ciudadanos, pasa por lugares de encuentro donde podamos charlar, debatir y aprender cómo hacer ciudad juntos.
RP: Es una formación en la que eres consciente, como ciudadano, de que la ciudad, la calle que pisas, no es algo ajeno a ti sino que depende un poco de ti, y que esté mejor requiere también de tu acción. Aunque cada vez hay más plataformas generadas por las instituciones para poder formar parte de esa transformación, queda mucho por hacer.
Hablando de futuro, ¿hacia dónde va el futuro de Enorme Studio? ¿Qué proyectos tenéis en marcha?
CR: El futuro de Enorme va por tres caminos distintos y eso enriquece el día a día de nuestro trabajo. En las tres líneas tenemos proyectos de cierta envergadura que podemos ir desarrollando en paralelo. El primero tiene que ver con la experimentación en torno a espacios domésticos y de trabajo flexibles. Queremos expandirlo y cambiar de escala, pasar de esa cuestión casi individual y de prototipo a sistemas que le puedan servir a mucha más gente.
RP: Se trata de repensar cómo se vive en colectividad en un bloque: no entender la vivienda como una unidad sino cómo podía ser un bloque de viviendas transformable, algo cercano al co-living.
CR: El segundo tiene que ver con los espacios educativos. Estamos trabajando en un proyecto con la RESAD en el que construimos y diseñamos espacios con miembros de la comunidad. En los talleres participan alumnos, profesores, personal de mantenimiento… Nos interesa esa cuestión de trabajar con una comunidad, que no tiene por qué ser educativa, y cómo construimos con ellos de manera colaborativa sus espacios de trabajo, de esparcimiento…
El tercero tiene que ver con nuestro último proyecto Astral Bodies, porque trabaja con “espacios extraordinarios”. Ahora mismo estamos preparando una escenografía para el congreso Mañana en IFEMA que será el primer evento en que no haya ningún residuo y no haya elementos que reciclar porque todo se va a reutilizar. Todo se construye con el mismo elemento, mesas de picnic que después son funcionales en el entorno de la feria. Nos interesan estos “espacios extraordinarios” que van más allá y que generan nuevas maneras de entender un contexto determinado.
Vemos en vuestro portfolio un amplio abanico de proyectos: diseño de mobiliario, de espacios domésticos, urbanos, arquitectura efímera… Si tuvieseis que elegir, ¿con cuál de estas disciplinas os quedaríais?
RP: No me gusta dividir los proyectos por categorías porque creo que es mucho más lo que tienen en común: los ingredientes, la forma de trabajar en ellos… Yo creo que tiene que ver más con la diversidad. Lo que cambia son los contextos, pero las aproximaciones son muy parecidas: el espíritu crítico, el poner en tela de juicio situaciones que nos plantea cada proyecto, la idea de que los agentes que participan en el proyecto se lo apropien… Nuestros proyectos siempre terminan con mucha gente implicada y una sensación de apropiación muy fuerte.
¿Cuál sería el proyecto soñado que os gustaría que os encargasen?
RP: Ahora mismo, nos gustaría hacer realidad esta idea de llevar nuestras soluciones para espacios domésticos a otra escala con un edificio de co-living, y entender cómo estas nuevas formas de agrupaciones de las familias se traducen en un bloque. Estamos en conversaciones con varios agentes para desarrollarlo.
CR: En el ámbito de espacios para la educación nos gustaría poder aplicar todo nuestro know-how a un proyecto desde el inicio, por ejemplo un colegio, usando para la construcción de un edificio entero metodologías que ya hemos empleado en pequeña escala.
Profesores en el Máster de Arquitectura Efímera de la Politécnica de Madrid, IED, ESNE, la Universidad de Umea (Suecia)… ¿Qué idea del diseño transmitís a vuestros alumnos? ¿Y qué aprendéis de ellos?
RP: Una cosa que hemos aprendido de trabajar en equipo, que es impulsar a los alumnos a confiar en sus ideas. La docencia consiste en empoderarles para que potencien sus propios caminos, sus propias ideas, incluso las que no te gustan. Encontrar la manera de que hagan lo mejor a partir de sus propios instintos, que es algo que llevamos buscando nosotros desde el inicio.
También intentamos transmitir la idea de la arquitectura y el diseño como conflictos: dejar de ver la arquitectura como algo que solamente soluciona problemas, sino ser consciente de que también los genera, y descubrir cómo podemos solucionar esos problemas que va a generar cuando esa arquitectura empieza a ser parte de la ciudad.
CR: Trabajar con gente de 20 años te motiva mucho y te dan más ganas de hacer cosas por esa transmisión de energía. Además están muy relacionados con lo último que se está haciendo, porque las universidades siguen siendo lugares de innovación.
Para vosotros, ¿cuál es la clave de un buen diseño?
CR: Tiene que ver mucho con la identificación: entender que no solo tú como diseñador te tienes que identificar con ese diseño, sino que va a haber mucha gente que se identifique con él: los ocupantes de una vivienda, los alumnos de un centro educativo, la gente que pasa por una plaza. Cuando un diseño logra que la gente que lo utiliza se identifique con él es muy potente. Al ser el diseño un acto colaborativo va mutando, porque pasa por muchas manos, hay gente que lo construye. Pero ver tu idea convertida en algo con lo que la gente se identifica es una experiencia muy interesante emocionalmente.
¿Qué define a un buen diseñador?
RP: Debes ser crítico con las preguntas que te planteas.
CR: Tiene también una cuestión pasional, te tiene que gustar mucho lo que haces. El tiempo, el esfuerzo y el trabajo que se dedica a un diseño tienen que estar asociado a que te apasione lo que estás haciendo. Y esa cuestión del diseño como algo muy personal tiene que estar muy equilibrada con ser sensible al exterior: debe haber equilibrio entre la línea de trabajo de un estudio y una identificación muy colectiva de los usuarios.
Idea, diseño, bocetos, supervisión de obra… ¿Qué faceta de vuestro trabajo disfrutáis más y por qué?
RP: Disfrutamos mucho la parte de creación de la idea y de imaginar nuevos mundos, esas ficciones. Es la parte que somos capaces de hacer más en equipo, que es como nos gusta trabajar en el estudio, como entendemos la arquitectura.
CR: Y luego la parte final, una vez que el diseño está ya construido, ver que la gente lo utiliza, da sentido a todo ese trabajo, al esfuerzo y a todas esas fases, que a veces son más técnicas o tediosas. Hace que merezca la pena.
¿Qué os inspira cada día? ¿Tenéis algún ritual, consultáis alguna publicación que sea para vosotros como una biblia…?
CR: Creo que es una amalgama de muchas cosas. Para diseñar tienes que tener un marco referencial muy amplio, conocer cosas que se están haciendo y que se han hecho. También tiene que ver con abordar intereses propios con pasión y transmitírselos al resto. Nosotros tenemos gustos distintos, intereses distintos, pero que alguien se apasione por un tipo de referencia concreto hace que el resto del equipo crezca.
¿Cómo conectáis con lo que os interesa? ¿Sois más digitales o analógicos?
CR: Ambos. Por ejemplo, en mi Instagram donde colecciono columnas bizarras, una gran parte son de proyectos que he encontrado en revistas, bibliotecas… pero las cuelgo en un medio digital. Esa hibridación del mundo analógico y el mundo digital nos interesa mucho también a nivel de nuestros proyectos.
¿Cuáles son vuestras referencias en diseño y con qué profesional de la arquitectura y el diseño os gustaría conectar?
RP: Siempre hemos tenido mucha influencia y muchas cosas en común con grupos de trabajo que surgieron en los años 70 y 80 de arquitectos radicales, utópicos, como Superstudio o Archigram. Carmelo ha hecho su tesis sobre este periodo y nos ha influido mucho a todos esa idea de la colectividad y de recuperar la ciudad como espacio de trabajo arquitectónico. Pero si tuviese que decir una artista con la que me hubiese encantado trabajar sería Lina Bo Bardi, que tiene todos esos edificios colectivos, pero con una aproximación muy artística y singular, los edificios que más me han conmovido cuando los he visitado.