Los edificios mal diseñados y mal construidos pueden provocar enfermedades en los usuarios. La Organización Mundial de la Salud lo ha bautizado como Síndrome del Edificio Enfermo (SEE), pero los que enferman son sus ocupantes: migrañas, mareos, resfriados, alergias…
¿Cómo detectarlo?
Los afectados por el Síndrome del Edificio Enfermo sufren de enfermedades o malestar sin una causa aparente. Los síntomas tienden a empeorar cuanto mayor es el tiempo que pasan en el edificio, mientras que mejoran e incluso desaparecen cuando se alejan de él. Por ejemplo, los empleados de una empresa mejoran durante los fines de semana o en el periodo de vacaciones, pero los síntomas regresan con la vuelta al trabajo.
SEE temporal o permanente
Los edificios de nueva construcción o que son sometidos a una reforma pueden ocasionar malestar durante sus primeros meses de vida. El verdadero problema está en los edificios permanentemente enfermos, donde las enfermedades sé mantienen en el tiempo. En este último caso, la OMS calcula que afecta a un 30% de los edificios.
Vigila los síntomas
Reconocido como enfermedad desde el año 1982, para ser diagnosticado el SEE debe afectar al menos al 20% de sus ocupantes. Estos son algunos de los síntomas más frecuentes y que pueden pasar inadvertidos.
- Oculares: Irritación, enrojecimiento de ojos, sequedad o lagrimeo.
- Nasales: congestión, sequedad en la garganta o irritación.
- Respiratorios: dificultades respiratorias, asma, tos o resfriados crónicos.
- Cutáneos: sequedad, picores o manchas.
- Neuropsicológicos: dolor de cabeza, mareos, somnolencia, irritabilidad o falta de concentración.
¿Cuáles son sus causas?
El Síndrome del Edificio Enfermo suele estar muy ligado a la contaminación del aire en edificios de oficinas herméticos que cuentan con una ventilación insuficiente o mal distribuida, a la que se suma el equipamiento electrónico (ordenadores, impresoras, fotocopiadoras…) que tiene efectos perjudiciales para la salud.
También puede estar motivado por el empleo de materiales de construcción de baja calidad que son fuente de emisión de compuestos orgánicos volátiles, así como por una mala climatización. La baja humedad relativa del ambiente, la presencia de moquetas y otros recubrimientos textiles que acumulan partículas, la mala iluminación o una limpieza deficiente son otros de los culpables.
¿Cómo poner fin al Síndrome del Edificio Enfermo?
La neuroarquitectura es el tratamiento sanador de estos enfermos, ya que se asegura de nuestro bienestar físico pero también emocional. Es fundamental, por ser la causa de la mayoría de los síntomas, prestar atención al diseño del sistema de ventilación y que este esté bien dimensionado. Otros aspectos a vigilar son la selección de materiales de construcción y realizar un correcto mantenimiento y limpieza de las instalaciones.
Cómo medida de prevención, algunas certificaciones arquitectónicas como el certificado WELL, orientado a garantizar la salud y el bienestar de los ocupantes de un espacio construido, sirven como aval de que sus usuarios no padecerán el Síndrome del Edificio Enfermo.