Las nuevas tecnologías se han convertido en uno de los grandes recursos para el cuidado del planeta y las smart cities se presentan como el futuro de las urbes. Dentro de las ciudades, los edificios consumen un alto porcentaje de energía. Por ese motivo, los smart buildings cobran cada vez más protagonismo. ¿Quieres saber cómo funcionan? Hablamos de los beneficios de estas edificaciones y de las tendencias de futuro con Alfred Batet, Corporate Strategy Business Development de Simon.
¿Qué es un smart building y qué condiciones debe reunir?
Los edificios inteligentes son aquellos cuyas instalaciones están dotadas de sistemas automatizados con la finalidad de controlar sus diferentes funciones. El objetivo de este tipo de construcciones es incrementar significativamente el confort de las personas, así como su eficiencia energética, usabilidad, seguridad y respeto por el medioambiente.
Por eso deben estar dotados de sistemas de control automatizado para el ahorro tanto de energía como de agua. Además, en su edificación, se deben utilizar materiales reciclables, diseñados para reducir el impacto en la salud de sus usuarios y en el entorno en el que se ubican.
¿Cuáles son sus beneficios?
Entre sus muchas ventajas destacaría el autoabastecimiento energético, generando su propia energía y ahorrando recursos al adaptarse a las necesidades de quienes los utilizan.
Son edificios más sostenibles y con una gran conectividad con su entorno que permite recopilar infinidad de datos en base a los que tomar decisiones que optimicen el consumo. Y, lo más importante: los edificios inteligentes están pensados para facilitar la vida de sus usuarios, contribuyendo a mejorar su salud y bienestar.
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¿A qué sistemas o instalaciones se puede aplicar la gestión automatizada?
Esta gestión se aplica prácticamente a todos los sistemas e instalaciones para monitorizar el funcionamiento de todo el edificio: iluminación, calefacción, aire acondicionado, ventilación, control de accesos, automatización audiovisual, detección de incendios, seguridad…
Precisamente, la seguridad es uno de los campos en los que veremos más cambios en el futuro. Ya disponemos de cámaras inteligentes, de nuevas tipologías de sensores avanzados… La integración de sensores menos intrusivos y más fiables, junto con la inteligencia artificial para anticipar determinadas situaciones, ayudará a que la seguridad evolucione y vaya un paso más allá de como la entendemos actualmente.
En Simon sois especialistas en iluminación. ¿Cómo puede aplicarse la domótica en este campo y qué efectos produce?
La iluminación es uno de los componentes de los espacios que antes y más deprisa se digitalizó con la introducción de la tecnología LED. Esto ha supuesto toda una eclosión de posibles aplicaciones, cuya finalidad no solo es la de hacer más eficientes y sostenibles los entornos, sino también abrir el camino a que los espacios sean más saludables, seguros, acogedores y personales. Influyen en el bienestar de las personas, en la productividad de las plantillas, en la concentración, en el estado de ánimo…
Ese objetivo final del bienestar quizás no está tan asumido cuando pensamos en los beneficios de los smart buildings…
Hay una parte funcional que está clara. Gestiono, en este caso la iluminación, de una forma más cómoda y más conveniente con una aplicación, el asistente de luz… Esa parte práctica y el aspecto de la eficiencia están muy normalizados. Lo que quizás no está tan normalizado, y ese es el potencial, es el componente referido a cómo impacta en la persona, cómo la luz nos ayuda, por ejemplo, a que una persona enferma se recupere mejor.
Si hablamos de productividad, por ejemplo, sabemos que la luz cálida influye en el nivel de relax, pero la luz fría te ayuda a concentrarte mucho mejor. Ya no se trata de una cuestión solo funcional. No pensemos únicamente en las aplicaciones prácticas funcionales; pensemos en cómo la gente siente, trabaja o se recupera mejor.
El concepto es este: vamos más allá de la mera funcionalidad o de la instalación para que sea más eficiente. Centramos la atención en la persona, en quién trabaja allí, en quién vive allí, para que esté mucho mejor. Esa es la parte mágica.
Además del bienestar, destacabas la eficiencia como uno de los objetivos de los edificios inteligentes, donde los sistemas de calefacción y climatización son claves. ¿Cómo se pueden mejorar con las nuevas tecnologías?
Los sistemas de calefacción y climatización son dos de los que más energía consumen y, por tanto, los que más afectan a nuestra operativa y economía diaria. La buena noticia es que este tipo de sistemas cada vez son más eficientes y, a día de hoy, existen multitud de nuevas opciones y tecnologías a nuestra disposición.
Un ejemplo de cambio sencillo, pero con un impacto importante, es el termostato. El cambio de termostatos tradicionales a termostatos conectivos implica que el usuario puede programar estos dispositivos para ajustar su utilización, e incluso controlarlos desde cualquier lugar y en cualquier momento para hacer un uso más responsable de la energía.
¿Hay una tendencia creciente de demanda de este tipo de edificaciones o instalaciones inteligentes? ¿Es necesario hacer pedagogía?
Indudablemente, la demanda de este tipo de edificios es creciente y en los próximos años va a experimentar un incremento exponencial.
Aunque el conocimiento de los ciudadanos sobre estas construcciones es cada vez mayor, la labor de comunicación es sumamente importante para difundir sus grandes ventajas, algunas de las cuales son desconocidas todavía para el gran público.
¿Qué es lo que más os demandan y por qué?
Se demandan aplicaciones que supongan un retorno óptimo de la inversión, es decir, control de persianas, control de calefacción y climatización, control de iluminación o desconexión de aparatos eléctricos en determinados espacios. Estas son las aplicaciones estrella por su retorno y por el impacto que tienen en el bienestar de quien habita o trabaja en ellos.
¿No se pierde privacidad por causa de esa hiperconectividad? ¿Cómo se garantiza la seguridad?
Todo tiene sus beneficios, pero también aspectos que hay que cuidar, como la seguridad y la privacidad. Ahora la gente está más concienciada en ese aspecto y para nosotros es clave. Antes, por ejemplo, fabricar un interruptor convencional era algo totalmente mecánico. Se producía, se vendía y listo. Ahora, cuando nosotros lanzamos los mecanismos smart, conectivos, tenemos detrás un sistema, una aplicación… Ya no solo es diferente el proceso de desarrollo y de concepto del producto, sino que también se introducen novedades como auditorías sobre seguridad y privacidad.
En Simon incorporamos todos los elementos de seguridad y privacidad que se pueden aportar. Es algo que las compañías que se digitalizan tienen que afrontar y de una forma seria.
Cada vez estamos más expuestos, y eso es una realidad. Es decisión de cada una de las marcas o compañías definir qué papel quieren jugar.
En Simon cuidan mucho el diseño. ¿Es compatible la tecnología con la estética?
Sí, y de hecho es una de nuestras obsesiones. Venimos de un mundo de aplicaciones que tenían una base muy industrial y eso suponía, por ejemplo, que al usuario final muchas veces le resultase tedioso interaccionar con este tipo de soluciones, o que no encajasen realmente con sus necesidades reales. A su vez, el diseño era un parámetro secundario, primando la tecnología y la funcionalidad.
En Simon entendemos la tecnología como una herramienta que debe facilitar el uso, interacción y cometido del producto, siempre apoyada por un buen diseño.
Y un buen diseño no es únicamente la parte estética, sino también pensar en su contexto de uso, en qué debe resolver y cómo lo debe resolver para que sea una experiencia realmente positiva para quien lo use, lo instale o lo gestione.
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En las nuevas edificaciones se integran ya las nuevas tecnologías, pero ¿es posible transformar el viejo parque de viviendas para convertirlas en viviendas inteligentes?
Por supuesto que sí. La disponibilidad de soluciones basadas en las comunicaciones inalámbricas y en la tecnología IoT facilita esa transformación, conviviendo con la instalación tradicional y sin tener que hacer grandes actuaciones o modificaciones en el espacio.
Las tecnologías avanzan con gran rapidez. ¿Hacia dónde cree que va el futuro en este campo?
Efectivamente el mundo parece girar más rápido… En la actualidad hay una tendencia a resolver necesidades y para conseguirlo se entrelazan el conocimiento y los desarrollos entre actores de diferentes sectores. El objetivo es aportar soluciones a nuestras necesidades del día a día de una forma mucho más simple, transparente y con más impacto.
Estas soluciones están más enfocadas a la persona y no tanto a la tecnología en sí misma. Son más abiertas y colaborativas, nos ayudan en nuestras rutinas diarias de forma efectiva e incluso proactiva, se integran muy bien con los diferentes componentes que conforman los espacios y son a la vez participativas y generadoras de experiencias.
En definitiva, creo que los espacios van a ser más humanos, sostenibles, colaborativos y con una cierta fusión edificio-ciudad que tendrá mucho más protagonismo en la mejora de las ciudades. Una fusión de los edificios con las urbes con la finalidad de crear nuevos servicios y aplicaciones para las personas.
Hablas de colaboración entre varios actores y precisamente Simon ha participado en REBUILD a través de una mesa redonda moderada por Finsa en la que se exponían proyectos colaborativos. ¿Será esa la nueva metodología de trabajo?
La metodología es algo fundamental. Al final es una cuestión de colaboración, de cómo hacemos algo sostenible tanto medioambientalmente como social y económicamente.
La mesa redonda trataba la cocreación. En este mundo tan cambiante, con tanta tecnología, donde en un contexto como el hábitat o un hotel convergen tantas tecnologías y tantas industrias, tiene sentido poder trasladar al usuario una experiencia superior. ¿Cómo? Pues trabajando conjuntamente. Si, por ejemplo, Finsa sabe de madera y en Simon sabemos de tecnología, luz e interacción, ¿por qué no abordamos una problemática conjunta uniendo ese conocimiento con un equipo mixto? Al final se trata de trabajar en red. Esto es lo que queríamos transmitir. Las empresas tienen que colaborar y compartir mucho más para poder crear mucho más y tener más impacto y beneficio social y económico para el territorio y para el sector. Si nos unimos podemos hacer más cosas.
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¿Cómo sería la vivienda ideal? ¿Nos queda mucho recorrido hasta llegar a alcanzarla?
Aquella donde realmente te sientes cómodo y seguro; un espacio de relax, de encuentro con tus amigos y familiares, que te da cobijo y te ayuda también a superar el día a día. En definitiva, un hogar que nos acompaña en nuestro crecimiento como personas.
Creo que estamos en un momento histórico de reinvención y concienciación como ciudadanos sobre la importancia del cuidado de nuestro entorno y su impacto económico, medioambiental y social. Y eso también lo vemos claramente en las políticas europeas que van a apostar muchísimo por la transición: una transición ecológica y digital que ayudará a replantear nuestros hogares, nuestros entornos de trabajo y nuestras ciudades. Y todo esto se está moviendo a la velocidad de la luz.