Vivimos en sociedades cada vez más urbanas. Las cifras lo evidencian: entre 1950 y 2009, la población mundial que vive en ciudades pasó de 732 a 3.400 millones de personas, y la tasa de urbanización aumentó del 30% al 50%. La Organización de las Naciones Unidas prevé que en el año 2025 esta cifra aumentará hasta los 5.000 millones.
Esta realidad creciente conlleva la necesidad de adaptar la arquitectura de la ciudad a las personas que habitan en ella; una adaptación enfocada a mejorar la cantidad de servicios, pero también la calidad. La ONU también ha destacado que la escasa accesibilidad es un gran desafío.
La eliminación de barreras arquitectónicas es uno de los grandes retos en la configuración de los espacios urbanos. Obstáculos que dificultan o impiden la independencia de las personas para acceder, moverse o llegar a ciertos lugares. Pese a que la legislación contempla la supresión de estas trabas en espacios comunes de edificios públicos y privados, la puesta en práctica aún está lejos de generalizarse.
¿Qué tipo de barreras arquitectónicas existen?
Comencemos detectando el problema. Los impedimentos para la libre circulación de muchas personas se pueden clasificar en cuatro tipos:
- Barreras urbanísticas: son las que se encuentran en vías y espacios de uso público. Por ejemplo, los escalones ubicados en el acceso a algún edificio.
- Barreras de edificación: en este caso, estos obstáculos se encuentran en el interior de los espacios, como cuando el baño de una instalación se sitúa en una planta superior o inferior, a la que solo se puede acceder a través de escaleras.
- Barreras de transporte: como su nombre indica, son las que impiden el uso adecuado del transporte público. La ausencia de ascensores para acceder al metro sería una muestra de ello.
- Barreras de manipulación: relacionadas con la dificultad en la utilización de objetos, bien por una distancia insalvable hacia estos, bien por limitaciones físicas.
- Barreras de comunicación: este tipo de obstáculos impide la emisión o recepción de mensajes por parte de personas con algún tipo de discapacidad, tales como la ausencia de señales luminosas (para personas con sordera) o falta de letreros en braille.
Diseño universal y ciudad de los cuidados
A nivel legislativo existen soportes. En el Manual de accesibilidad para espacios públicos urbanizados del Ayuntamiento de Madrid se recoge de forma clara: “Resulta indudable que la mejora en la accesibilidad de los entornos supone un evidente estímulo en su usabilidad por parte de las personas, redundando finalmente en un incremento de la calidad de vida”. En el documento se habla de “diseño universal”, es decir, que los bienes, productos, servicios o dispositivos sean concebidos desde su origen para ser utilizados por todas las personas.
Ese “todas” incluye, no solo a personas con alguna discapacidad, sino a muchos otros habitantes: mayores que precisan de entornos para descansar, madres y padres con sus coches de bebés, personas que quieren (o necesitan) circular en bicicleta, y un largo etcétera. El problema surge cuando el diseño no contempla esta amplia diversidad. “El sistema está construido a partir de una ficción que entiende que el ciudadano productivo -tradicionalmente masculino- es completamente autónomo, pero suele obviar toda una red de trabajos y actividades, normalmente precarizados o directamente no remunerados, que permiten esta autonomía”, explica la arquitecta Izaskun Chinchilla a través de ArchDaily.
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En su libro La ciudad de los cuidados (Catarata, 2020) expone las deficiencias en la composición de los espacios urbanos, enfocados hacia labores productivas. Actividades como sentarse a descansar, beber agua limpia sin pagar o usar un baño público son parte de la cotidianeidad y, sin embargo, pocas veces se contemplan. Estas acciones, tal como explica Chinchilla, las precisan personas vulnerables. “El hecho de privilegiar un tipo de actividades sobre otras en el diseño de nuestras ciudades significa también crear entornos no incluyentes”, añade.
¿Cómo potenciar la accesibilidad?
Eliminar las barreras arquitectónicas supone una mejora de la habitabilidad a todos los niveles. Según este informe de la Fundación Addecco de 2021, seis de cada diez personas con discapacidad dejan de viajar a ciertos lugares turísticos por la falta de accesibilidad. Aunque falta mucho por recorrer, diversas instituciones se han puesto en marcha para mejorar los espacios de sus ciudades.
La Comisión Europea, en cooperación con el Foro Europeo de la Discapacidad, otorga cada año el Premio Ciudad Accesible, al que optan las ciudades de la Unión Europea con más de 50.000 habitantes. El galardón de 2022 ha sido para Luxemburgo. Helsinki y Barcelona quedaron en segundo y tercer lugar, respectivamente; en los últimos diez años, la única ciudad española en llevarse el premio ha sido Ávila (2011).
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La premiada arquitecta mexicana Gabriela Carrillo afirma en una charla TED : “La ciudad en la que habitamos es hostil en todos los sentidos, no solamente para la gente con discapacidad (…). Las soluciones actuales, como la acera accesible, son remiendos para una ciudad pensada de manera equivocada”. Para revertir esta situación, plantea diferentes juegos con la luz natural, la transparencia en los edificios, la integración con la naturaleza o la apertura de los espacios como aportes de cara al futuro. La arquitecta considera imprescindible tener en cuenta la manera en que cambia la forma de relacionarnos, tanto dentro como fuera de los hogares. Por eso, más allá de la elección de unos u otros materiales o de la disposición de los elementos, Carrillo incide en las personas y sus necesidades.
Digitalización para una mejor accesibilidad
Mientras se avanza hacia una nueva configuración urbana, se pueden aprovechar las herramientas digitales: La ciudad de Seattle cuenta con Accesmap, una aplicación creada por la Universidad de Washington que permite a las personas con capacidades limitadas -como sillas de ruedas o muletas- trazar rutas accesibles.
Wheelmap funciona de manera similar, pero se extiende a una plataforma mundial de código abierto para la accesibilidad de sillas de ruedas. Cualquier persona puede contribuir y marcar espacios públicos de acuerdo con los criterios de verde (totalmente accesible), amarillo (parcialmente accesible) y rojo (no accesible).
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Ibuild, por su parte, se centra en facilitar el proceso de autoconstrucción del hogar. Destacado por el Banco Mundial como una posible solución para viviendas asequibles en países emergentes como Indonesia, esta herramienta posibilita que la ciudadanía tome el control del proceso de construcción. De este modo, también permite que las personas le den forma a sus casas, incorporando los equipamientos y la división del espacio más ajustadas a cada necesidad.
Los avances tecnológicos, unidos a la voluntad por configurar ciudades más amables para sus habitantes, serán la vía por la que camine la arquitectura del futuro. Una arquitectura más accesible en todos los sentidos, comenzando por uno de los aspectos más relevantes: que las propias personas puedan tomar parte en el diseño del tipo de ciudad, de espacios públicos y de viviendas donde desean pasar su tiempo de vida.