Milanés del 57, Umberto Zanetti, como buen italiano, imprime expresividad y simpatía en cada palabra que pronuncia, sobre todo si es para hablar de arquitectura y diseño. Poseedor de una brillante y extensa trayectoria con su estudio Zanetti Design Architettura (ZDA), confiesa que siempre quiso construir y se siente afortunado de haber podido cambiar mucho de escenario profesional. Desde aquella primera etapa de encargos domésticos en la que lo dibujaba todo, “hasta manillas forjadas”, pasando por los grandes edificios de oficinas y su período ruso –que le llevó a abrir una oficina en Moscú, cerrada desde estalló el conflicto con Ucrania– hasta la actualidad, más centrado en la prefabricación con madera y los edificios modulares.En esta CONEXIÓN CON… lo entrevistamos desde su estudio tras su paso por la edición de 2022 de la feria Rebuild en Madrid.
Defines el trabajo que hacéis en el estudio con una palabra: integración. ¿Es esa la clave del éxito en vuestros proyectos?
Sí, es la clave porque, en mi opinión, arquitectura significa un trabajo conjunto desde la fase de diseño, de proyecto, pero teniendo perfectamente claro que no se trata de un ejercicio sobre un papel, sino que se trata de hacer una construcción. Y, además, si el proyecto ya ha recibido el visto bueno del cliente, es necesario pensar ya en la fase de construcción y ponerse a buscar las soluciones a los problemas. Por eso proyectamos en grupo desde el comienzo.
¿Facilita el trabajo coral y multidisciplinar el proceso creativo y la ejecución del proyecto?
-Sí. Es que yo no quiero que el proyecto haga su camino pasando de mano en mano por diferentes estudios, como si fueran compartimentos aislados. Prefiero que desde el principio participen todos los actores que están involucrados, de modo que todos los problemas que se puedan encontrar se hagan claros desde el principio para todo el mundo, y que el proyecto salga ya con un destino bien definido en fase de construcción. Esto es obligatorio si estás tratando de proyectar con una solución prefabricada, donde prefabricar significa pensar antes en los problemas y, por tanto, solucionar antes los problemas. Sería una tontería no hacerlo así, una cuestión ilógica, ¿no? En este sentido es integración porque todos los actores están sentados a la misma mesa, incluso el cliente.
Hablando de estructuras prefabricadas, ¿hasta qué punto es importante la madera como material en el diseño de vuestros proyectos?
Digamos que la madera es un material de construcción como todos los demás y que, como todos, tiene sus características bien definidas, pudiendo utilizarlo de la manera más óptima. Nos gusta trabajar con ella porque hay muchos aspectos que son muy positivos en la madera, como por supuesto el hecho de ser un recurso renovable totalmente, porque si cortas un árbol, puedes plantar otro seguidamente, es decir, que ya es posible controlar los árboles que utilizas para construir y, por tanto, saber cuántos debes plantar después.
La madera es un material de siempre con la capacidad de renovarse constantemente. ¿Te sorprenden las soluciones tecnológicas y los nuevos acabados y productos que se consiguen con este material?
Hasta hace poco la madera se concebía como algo ligado a un proyecto, digamos, un poco vernacular, de montaña, de caserío. Y ahora estamos viendo que es al revés, sobre todo con estas nuevas tecnologías que han avanzado mucho con la madera en bloque, la madera en paneles, la madera ligera. Digamos que se ha avanzado mucho en la forma industrial de producir un componente arquitectónico utilizando la madera. Esto ayuda a superar aquel viejo concepto y a tratarla como un material cualquiera, que se puede utilizar bien optimizando sus mejores características. Por supuesto, no tiene ningún sentido pensar en un puente con cables hechos de madera. Para eso ya está el acero y el hormigón, claro.
Pero en la actualidad sí es posible emplear la madera para resolver muchos más problemas estructurales que antes. El abanico de sectores en los que usarla ahora es mucho más amplio y por eso no yo veo ningún límite para utilizar la madera, al contrario, efectivamente es el único material que se puede reproducir hasta el infinito, cuyo balance energético por su producción es infinitamente menor a una tonelada de acero o de hormigón. Y además tenemos el tema de la concentración de CO2. La madera ayuda muchísimo en soluciones que hoy se pueden utilizar.
¿Era muy distinto cuando comenzase a trabajar con ella?
Yo empecé en el 2009 con un proyecto que parecía una locura porque fue la primera de estas villas llamadas dachas que me pidieron en Rusia pensando, y no fue una idea mía, sino del cliente, que se podían prefabricar en Italia. Porque en el 2009, desafortunadamente, fue el año en el que tuvimos el terremoto de L’Aquila, y mi cliente ruso y yo habíamos hablado de varias empresas italianas que realizaban estas casas de emergencia, por supuesto totalmente prefabricadas, y, como no habíamos encontrado en aquel momento una empresa rusa capaz de realizar el proyecto que yo ya había dibujado, él me preguntó: “¿por qué no hacemos la dacha prefabricada en Italia y luego la entregáis aquí?”.
Y le hizo caso.
Me pareció una locura total, pero igualmente llamé a las empresas que trabajaban en L’Aquila, escogí a cinco de las mejores y entregué a cada una el proyecto, con el resultado de que ninguna me dijo que no se podía hacer. Al contrario, todas estaban dispuestas a hacerlo. Alguna me dijo que del transporte de las estructuras a Rusia tendríamos que encargarnos nosotros para montarlas allá, pero otra estaba perfectamente acostumbrada a trabajar en Rusia y aceptó hacer el trabajo de principio a fin.
O sea, que la dacha se proyectó y fabricó en Italia y luego se transformó y ensambló en Rusia.
Sí, pero la madera se cortó en Carelia [región nororiental de Europa, compartida por Finlandia y Rusia] y luego fue trabajada por Binderholz, la megaempresa de Austria. Y después Binderholz hizo los paneles, trabajados con todos los cortes según el proceso de ingeniería de mi proyecto. Todas las piezas fueron entregadas en Italia a otra compañía de construcción que hizo el conjunto, el ensamblaje, montó toda la casa en sus instalaciones y yo puede verla. Pero después la desmontaron pieza a pieza en presencia de unos obreros rusos para que luego ellos supieran volver a montarlas otra vez. Las estructuras se cargaron en dieciocho grandes camiones y se entregaron en Rusia, a 3.500 kilómetros de distancia. Tardamos dos meses en montar la casa de nuevo, y sin ningún problema porque la construcción prefabricada de madera tiene una tolerancia de cinco milímetros, así que es prácticamente perfecta. Si está bien hecha, además, no requiere de ulteriores intervenciones. Esta fue la solución perfecta para producir en Rusia, donde se podía tardar tres años en construir una casa y además no se podía garantizar la calidad de la construcción final y requería que estuviese yo allí supervisando de manera constante, y eso no era posible.
Ese fue el primer trabajo en madera prefabricada, en el año 2009. Luego vinieron otros.
Sí, después hemos realizado otros cinco proyectos usando la misma tecnología y el mismo proceso. Uno de ellos lo propuse en Suiza, una residencia de mayores compuesta por sesenta apartamentos frente al lago de Ginebra. Digamos que los proyectos dibujados para Rusia son proyectos custom, teóricamente yo podría hacer tres mil de estas villas, pero nació para ser una sola. Y al revés, el proyecto de Suiza está pensado por unidades perfectamente resueltas que se pueden componer también de manera diferente, dando origen a edificios diferentes a partir de los mismos módulos.
Como si fuera un mecano.
Exactamente. Digamos que es un proyecto que disfruta de una manera más profunda e inteligente el tema de la prefabricación porque llega a tener sus máximos efectos en edificios modulares, con capacidad de replicarse, y eso le da más sentido.
Y la convierte en una arquitectura más sostenible, ¿no?
Sí, pero hay que decir que un tema es la prefabricación y otro es la construcción con madera. Los dos se unen a partir de un determinado punto, pero la prefabricación es una manera de pensar y actuar y eso lo puedes hacer con otros materiales como el hormigón o el acero. Digamos que con estas nuevas tecnologías de fabricación de madera, como el CLT o los paneles con entramado ligero, se puede trabajar en prefabricación con madera con el resultado de trabajar con un material mucho más ligero y mucho más sostenible, en todos los sentidos porque también es sostenible en toda la fase de montaje porque el balance energético de toda la maquinaria de las obras es totalmente distinto. La madera se puede trabajar con una sierra, un poco de agua y electricidad. Pero para hacer una tonelada de acero se necesita un horno enorme. El ahorro energético con la madera es muy significativo, teniendo en cuenta también toda la preocupación y atención que suscita por parte de la sociedad un fenómeno como es el cambio climático.
De hecho, dentro del diseño industrial, hiciste una colección de mobiliario de oficina con materiales plásticos reciclados. ¿Sigues explorando ese camino?
Bueno, esto fue hace años y en realidad probablemente fue demasiado anticipado. Porque en aquel tiempo no entendieron que el tema no era tanto por ahorro económico. Me explico. Nuestras experimentaciones se hicieron replicando con plástico reciclado piezas de una silla y el problema fue que hay muy poco material en una silla, dos kilos más o menos, y entonces para la empresa productora no suponía una diferencia sustancial hacerla con plástico nuevo o reciclado. O sea, no se ahorraba cantidad de material y además el reciclado daba algunos problemas porque la prestación mecánica era un poco menos brillante. Pero esta no era la cuestión. La cuestión era utilizar en sí el plástico reciclado, encontrando las soluciones técnicas para que la silla fuera igualmente resistente y funcional. El tema era usar un material de segunda producción. Nuestra intención entonces era “verde”, no para ahorrar dos euros en los dos kilos de plástico que van en una silla. Pero no lo comprendieron, así que el proyecto se abandonó. Las primeras pruebas fueron fantásticas, pero la empresa con la que hicimos las pruebas no mostró tampoco mucho entusiasmo, por lo que no continuamos.
Y ahora, en cambio, se fabrica mucho así.
Sí, ahora veo que todos lo hacen, aunque nosotros estamos ya embarcados en otros proyectos. Quizá fue un tema que planteamos antes de tiempo, demasiado pronto. Creo que fue uno de los primeros experimentos que se hicieron de este tipo en Europa y fue posible simplemente porque mi hermano trabajaba en una industria muy importante de moldeo de plástico y él estudió el sistema de modificar la pistola de inyección en el molde adaptándola a un plástico reciclado, que tiene características físicas un poco diferentes, es un poco más grueso. La pistola tenía que ser modificada y lo hicimos. Aún la tengo en mi garaje con los moldes.
Fue entonces una especie de “brainstorming” familiar…
Sí, y fíjate que tenía pinta de ser algo como de Silicon Valley, en plan Google o Apple, pero, claro, no funcionó de la misma manera [se ríe]. Elegimos mal la época.
La trayectoria de Zanetti Studio es larga. Vuestros proyectos abarcan residencias privadas, clubes de golf, residencias de estudiantes, resorts, hoteles de bajo costo, centros de yoga, despachos de abogados o tiendas. ¿Partís siempre de la misma premisa con cada encargo o depende del tipo de trabajo? ¿Hay proyectos que de entrada os llamen más la atención o cuyo resultado os llene más que otros?
Creo que, sobre todo, como otros muchos hemos seguido una trayectoria que empieza en lo doméstico, en el proyecto doméstico, porque es el primero que puedes conseguir. Pero yo siempre he tenido la suerte de poder hacer cambios importantes en mi carrera. Después de muchos años en la arquitectura de interiores, de apartamentos y casas, cuando se dibujaba todo, llegó otro tipo de cliente importante, con un nivel profesional más alto, que fueron las tiendas, tiendas en todo el mundo. Después fueron las tiendas de zapatos Fratelli Rosetti [una empresa de calzado italiana que desde 1953 fabrica zapatos de lujo para hombres y mujeres] y esto fue importante porque el primer proyecto estaba hecho por Peter Marino, para Nueva York, y trabajé con él porque yo estaba encargado de los proyectos en Europa. Peter no acabó el encargo y me tocó terminarlo. Eso significó trabajar en París, en Bruselas, en todas partes.
Igualmente, luego llegaron los proyectos de los grandes estudios legales extranjeros que llegaban a Italia, fue la temporada de las grandes oficinas, algunas con más de 300 puestos de trabajo, y esto llevó a proyectos de remodelación de edificios enteros. Estos fueron los grandes proyectos hechos como se hacían antes, en los que yo podía dibujar todo: desde la fachada del edificio hasta los muebles, las puertas, todo el interior. Fue en el año 2000 y luego ya no ha sido posible hacer más proyectos como estos porque todo el proceso ha cambiado mucho. Digamos que fueron los últimos proyectos como podía haberlos hecho Gio Ponti [uno de los arquitectos, diseñadores industriales, artistas y publicistas italianos más importantes del siglo XX] en los años 50 en Italia, cuando el arquitecto dibujaba hasta el pomo de la puerta. Yo he dibujado hasta manillas forjadas, aunque ahora todo se hace con BIM.
¿Y qué pasó después de las grandes oficinas?
Uno de estos bufetes de abogados para los que había trabajado me pidió abrir su primera oficina en Moscú. Así empezó el período de Rusia y los clientes rusos.
¿Siguen trabajando allí?
Nosotros cerramos nuestro estudio allí el 25 de febrero. No quiero seguir trabajando allá. Por suerte ya habíamos tenido la temporada de la pandemia, lo cual nos obligó a parar. Si no habríamos comenzado con otros encargos allá que se hubieran partido ahora y sería un problema. Yo me quejaba del covid, pero al final ha sido una suerte en ese sentido.
¿Cuál es tu etapa profesional predilecta?
Creo que lo mejor que te puede pasar en una carrera es poder pasar de un sector, de un campo a otro, variar y no quedarte en un único tipo de proyectos. Al menos, a mí eso no me gusta. Y la verdad siempre me ha interesado construir. Mi objetivo final desde el principio estaba muy claro que era ese. Fue muy difícil, he tenido que trabajar casi treinta años para poder dedicarme a construir, pero, afortunadamente, en este momento trabajamos nada más que en construcciones.
De vez en cuando acepto, y me gusta muchísimo, hacer interiores y dibujar muebles, por ejemplo, porque yo creo que hay también arquitectura en cualquier dimensión. Pero podría decirse que de mi alma el objetivo final era la construcción. Un arquitecto tiene que construir. Y aquí en Italia ha sido muy difícil y durante mucho tiempo hemos tenido mucha envidia de España, Francia o Portugal, donde construir parecía mucho más fácil para nuestra generación. Al final mis primeras construcciones han sido en Rusia, pero ahora también lo estamos haciendo, y con grandes dimensiones, en Italia, Suiza o en Noruega. Este tema de la prefabricación de la madera tiene una vertiente muy internacional, ayuda a trabajar en el extranjero, porque el producto se puede hacer en cualquier parte e, igualmente, entregarlo en cualquier país.
Formas parte también del Est Lab del Politécnico de Milán investigando en temas relacionados con la arquitectura y el desarrollo urbano de los países de Europa del Este. ¿En qué consiste este trabajo?
El laboratorio también está en crisis ahora. Habíamos empezado con un equipo de búsqueda enfocado sobre todo en la realización de la ciudad socialista, de todo lo que era el proceso de construcción en la Unión Soviética y de cambio de la ciudad del este europeo. Pero en este momento se ha enfriado todo debido a la situación. Además del impacto emocional del conflicto, ahora tampoco es fácil ni seguro viajar a Moscú o a otros países del este. Es difícil y peligroso.
¿Qué grandes retos nos aguardan en los próximos años en la arquitectura y el diseño de interiores?
El problema es que la arquitectura se hace con un conjunto de personas, de empresas, y para que haya un verdadero cambio todos los elementos del proceso tienen que pensar en una única dirección y esto no es tan fácil. Alinear a cliente, arquitecto, constructora y promotora inmobiliaria, cada uno con un interés aparentemente diferente, es complicado. El problema para hacer realidad ese cambio es llegar al punto en el que los intereses de cada uno se fundan en un interés general. Y este interés general debería ser una mayor calidad arquitectónica y también una mayor calidad ecológica y de respeto al medio ambiente.
Pero lo que veo es que se habla muchísimo más de la parte de proyecto que de la parte de inversión. Instrumentos ya tenemos los necesarios. También se puede decir que la opinión pública está ya preparada. Lo que veo mal es la parte de inversión, la parte inmobiliaria, aunque haya diferencias entre países. En España, por ejemplo, parece que existen más empresas inmobiliarias que piden construir de manera más respetuosa con el entorno porque tienen que concretizar inversiones extranjeras de fondos que son fondos éticos y deben destinar obligatoriamente una parte del dinero a proyectos con un fin ético. En Italia esto lo veo muy poco y lo más habitual son las revisiones continuas de proyectos para que cuesten menos, con lo cual la calidad sufre muchísimo.
Un proyecto nace en papel con una dirección correcta, de vanguardia, y mano a mano pierde su esencia, su fuerza. Y hasta que no se cambie esto… Cada uno ve solamente su pequeño espacio de trabajo y debe ser justo al contrario, no se construye sin visión colectiva y conjunta. El arquitecto no puede realizar la casa por sí mismo, nosotros necesitamos constructoras, que a su vez deben ser pagadas por inmobiliarias, que necesitan clientes… Es una cadena que debe trabajar con el mismo objetivo. Pero lo veo lejos aún.
¿Cuál es el siguiente proyecto, el próximo reto para Zanetti Studio?
Estos días vamos a entregar una villa, no es un proyecto tan revolucionario, aunque aún no sabemos si será en madera u hormigón, depende del cliente. No sé cómo será el final. El futuro es una sorpresa.