La ciencia dice que invertir dinero en experiencias contribuye más a nuestra felicidad que hacerlo en objetos. La generación millennial lo entendió rápidamente y la Z va por el mismo camino: según McKinsey, a la hora de viajar, las personas centennials prefieren recortar en cualquier otra categoría de gasto antes que en experiencias (frente a baby boomers, que siguen prefiriendo invertir en comodidades como vuelos directos). Los hoteles experienciales, esos que buscan ser algo más que un lugar en el que dormir, son una de las expresiones más claras de esta tendencia.
Qué son los hoteles experienciales
“Los hoteles se dieron cuenta de que no pueden vivir solo de sus habitaciones, así que empezaron a buscar ofrecer también otro tipo de experiencias”, explica Gloria Viejo, cofundadora de Dorotea Estudio. El ejemplo más claro es la inversión que han hecho muchas firmas hoteleras es darles un impulso a los restaurantes, espacios que ya existían pero que, en general, eran poco utilizados. “No eran capaces de atraer ni al propio cliente del hotel porque todos salimos a la calle, normalmente quieres ir a conocer otros restaurantes de la ciudad”, señala. En muchos hoteles experienciales, sin embargo, el restaurante es un destino más, tanto para clientes con habitación como para personas que luego dormirán en sus casas o en otros establecimientos.
Siguiendo esta línea, muchos hoteles han incorporado ya espacios coworking, gimnasios e incluso cines. Se trata de una reutilización creativa de los espacios, de darle vida a algo que hasta el momento estaba infrautilizado. La experta en tendencias Pepa Casado explica que lo que se busca es “aprovechar cada metro cuadrado” y transformar por completo ese tipo de espacios. Como ejemplo, cita cómo el Hotel Standard de Londres convirtió un espacio —algo, a priori, con muy poco valor— en The Retiring Room, una experiencia inmersiva y de retiro.
Pasillos que se convierten en galerías de arte, rincones en los que pararse a meditar, lobbies que también funcionan como salas de conciertos… Gloria Viejo menciona los hoteles Locke en Londres. “Son preciosos a nivel de interiorismo y muy sorprendentes. Al entrar, no sabes muy bien dónde estás, si es un hotel o qué es. Hay una pequeña cafetería que se conecta con un restaurante, pero también un espacio de reuniones, puede haber gente en reservados con cortinas… Y el personal hace todas las funciones: no solo es de recepción, son también los camareros y cada uno tiene un fuerte. Está quien también tatúa, quien tiene un grupo y toca allí una vez a la semana, quien sabe mucho de cine y participa en proyecciones. Todo en el mismo hotel, al que van tanto clientes que tienen su habitación como gente del barrio que acude a disfrutar de los distintos servicios”, señala.
La experiencia de desconexión en hospitality
Muchos hoteles experienciales han detectado también otra tendencia importante: en un mundo permanentemente conectado, en el que la mitad de la población trabajadora sufre burnout, buscan ser lugares en los que sea posible olvidar el mundo exterior. La propuesta de Finsa para Interihotel va en esta línea: una representación de la habitación del futuro, pensada para desconectar y eliminar cualquier interacción.
Detox digital
Uno de estos remansos de paz es Unplugged, que se publicita como “la primera escapada de detox digital del Reino Unido”. Sus huéspedes acuden allí para lidiar con el estrés laboral, reducir el tiempo que pasan en pantallas o para reconectar con sus parejas o consigo mismos.
Sus cabañas de desintoxicación digital, en lugares rodeados de naturaleza, están equipadas para permitir a los visitantes, durante unos días, volver a la vida offline. Al llegar, se cambia el smartphone (que queda a buen resguardo bajo llave) por un viejo Nokia. Los huéspedes tendrán a su disposición, además del espacio natural que los rodea, una cámara de fotos instantánea, libros, juegos de mesa, un radiocassette (y cintas), mapas de papel y una brújula…
Hoteles musicales
No todos los hoteles en los que es posible desconectar ofrecen experiencias tan extremas: en algunos, se olvida el mundo exterior y las preocupaciones a través de la música.
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El Barceló Imagine, en Madrid, es uno de ellos: todo en él está pensado para la felicidad de los más melómanos, empezando por la decoración. Pero no se queda ahí: su punto fuerte es su servicio de habitaciones. Una llamada y te subirán a la habitación el instrumento musical o vinilo que elijas (te suben el tocadiscos a la habitación también).
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En Oporto, el hotel M.Ou.Co, del grupo Outsite, sigue una filosofía similar. En este caso, su gran atractivo es una programación de música en directo muy viva con artistas tanto portugueses como internacionales. Es decir, sus huéspedes podrían bajar a ver un concierto en zapatillas, dormir en el mismo edificio y, quién sabe, incluso coincidir con el o la artista al día siguiente a la hora del desayuno. Además, cuentan con una colección de 600 vinilos a disposición de los clientes, que pueden subir a escucharlos a sus habitaciones, y organizan con frecuencia conferencias y exposiciones que giran alrededor de la música.
Hoteles museo
¿Y si el hotel fuese, a su vez, un museo? Imposible no desconectar cuando puedes pasear todo lo que quieras —también de noche— entre obras de arte contemporáneo. Es lo que ofrecen en los 21c Museum Hotels, una línea con establecimientos en varias ciudades de Estados Unidos. La colección de cada hotel suele estar relacionada con el lugar en el que se encuentra, por lo que alojarse en ellos es un modo fantástico de descubrir a artistas locales. Su agenda de exposiciones es, además, muy dinámica, por lo que son visitados con frecuencia también por personas que viven en esa misma ciudad.
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Una tarde de siesta y spa
Como comentaba Gloria Viejo, uno de los objetivos de muchos hoteles experienciales es lograr que resulten lugares atractivos también para las personas que no se alojan ahí. Es decir, que los propios vecinos y vecinas de la localidad se atrevan a traspasar sus puertas sin tener que hacer noche. ¿Significa esto que no tendrán una habitación? No necesariamente. Un ejemplo es la tarde de “siesta y talasoterapia” que ofrece el Hotel Talaso Atlántico, en la provincia de Pontevedra. Quien opte por ese bono, tendrá habitación en el hotel desde las 16 a las 22 horas y podrá hacer el Recorrido Marino, uno de los servicios del talaso.
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Hotel con astrónomo residente
Observar las estrellas en una noche clara es siempre una experiencia maravillosa, pero lo es mucho más si a tu lado hay una persona experta, que conoce todos los escondrijos del cielo y las historias de cada astro y constelación, explicándotelo todo. Es uno de los grandes atractivos del 3100 Kulmhotel, “el hotel más alto de los Alpes suizos”. Además de ser un imán para gente a la que le gusta esquiar, su observatorio con un gran telescopio y un astrónomo residente convierte este alojamiento en un destino mucho más especial. Una de sus experiencias más solicitadas consiste en una cena bajo las estrellas, con el Matterhorn de fondo y con lección de astronomía incluida.
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Una estancia cualquiera de estos hoteles garantiza al menos una cosa: saldrá de ellos una persona totalmente nueva, con fuerzas y energía para volver a conectar con el mundo.