Biohabitabilidad: la salud en el centro de los edificios

Salir a la calle y respirar aire puro, que no nos estrese el tráfico o que las calles estén llenas de árboles y tengamos cerca espacios verdes como parques tendrá un efecto positivo sobre nuestra salud, como han demostrado ya multitud de estudios. Sin embargo, estamos muy poco tiempo al aire libre, lo que mitiga esos efectos. Considerando que, según una encuesta muy citada de 1994 -con más vigencia si cabe en la actualidad- pasamos un 87% de nuestro día en espacios interiores, es buena idea también pensar en el impacto que la arquitectura y el diseño de esos lugares tienen en nuestra salud física y mental. Es de lo que se ocupa la biohabitabilidad: de diseñar y construir espacios no solo respetuosos con el medio ambiente, sino también saludables.

Como explicaba en una conferencia en 2014 Mahesh Ramanujam, presidente y CEO del Consejo de Construcción Verde (GBC) de Estados Unidos, construir edificios pensando únicamente en que no dañen al medio ambiente ya no es suficiente: su sostenibilidad depende también de la calidad de vida y bienestar que proporcionen a las personas que vivan o trabajen en ellos. 

 

Qué es la biohabitabilidad y cómo influye en construir para la buena salud

“La definición clásica de la biohabitabilidad habla de cinco puntos clave -clima interior, materiales de construcción y equipamiento, diseño interior arquitectónico, medio ambiente, energía y agua y hábitat ecosocial-, pero yo creo que más que eso se trata de enfocar la arquitectura hacia un entorno en el que la salud sea el objetivo principal”, señala el arquitecto Jose Luis Esteban Penelas, catedrático de Arquitectura en la Universidad Europea.

Esos cinco principios de los que habla el experto son los establecidos por el Instituto de Baubiologie (IBN, por sus siglas en alemán), una organización alemana, con sede también en España, que es la que más ha impulsado el concepto de la biohabitabilidad o bioconstrucción (en alemán Baubiologie; en inglés, building biology). 

Dentro de cada uno de esos principios se engloban otras cinco pautas, como reducir sustancias contaminantes e irritantes y aportar suficiente aire fresco, minimizar el contenido de humedad de obra nueva, favorecer unas condiciones de iluminación y espectro cercanos a la luz natural, conservar los recursos naturales y proteger la flora y la fauna o seleccionar emplazamientos para la construcción que no estén contaminados, entre otros.

 

El edificio como un ser vivo

La biohabitabilidad ve a los edificios como seres vivos que nacen, se desarrollan y acaban desapareciendo, aunque sea al cabo de varios siglos, explica Penelas. Por esta razón, se busca utilizar materiales naturales y biomateriales, como la madera o las cerámicas, o que se puedan reutilizar, como el aluminio o el acero. Además, se incide en la importancia de relacionarse con el entorno, con los materiales tradicionales. Así, en los países nórdicos la madera en construcción tiene muchísima importancia, mientras que en el ámbito mediterráneo “se utilizan más las cerámicas, el ladrillo”.

Esa vuelta a lo tradicional es también una respuesta al prisma tecnológico a través del que se veía todo hace unas décadas. “El estilo internacional o el movimiento moderno lo que decía era que se podía construir cualquier edificio en cualquier lugar del mundo, porque la tecnología lo adaptaría todo. Se han construido muchos edificios de vidrio, por ejemplo, en el sur de España, donde es inviable por el calor y no tiene sentido intentar arreglarlo con tecnología. Lo bio está relacionado con la biología, pero desde el punto de vista del ser humano. ¿Qué es lo lógico en un clima como el de Madrid, por ejemplo? Pues, en la orientación, protegerlo del oeste, usar celosías para proteger del sol, etc. Es lo mismo que cuando te vistes y en invierno te pones un abrigo y en verano vas fresco”, ejemplifica el arquitecto.

Esto no significa, no obstante, darle la espalda a los avances tecnológicos que están revolucionando también la arquitectura y la construcción, sino usarlos siempre sin perder de vista la sostenibilidad y el bienestar humano. Los edificios, volviendo a la metáfora de los seres vivos, pueden no solo enfermar (existe el síndrome del edificio enfermo), sino provocar enfermedades a quienes lo habitan o viven en su entorno.

 

Las claves de un edificio saludable y biohabitable

No solo desde el IBN se están preocupando por estudiar y promover los edificios saludables. En 2018, el Center for Climate, Health, and the Global Environment, un organismo dependiente de la Universidad de Harvard, publicó un informe en el que explicaban esa biohabitabilidad en nueve factores, no todos relacionadas con la construcción o el diseño, sino también con el mantenimiento: ventilación, calidad del aire, salud térmica, humedad, polvo y plagas, seguridad, calidad del agua, ruido e iluminación y vistas.

Por otra parte, desde 2013 existe una certificación, el WELL Building Standard, que valora los edificios precisamente desde el punto de vista del bienestar de sus ocupantes. En 2024, según informan desde la web oficial de certificado, estos estándares benefician ya a unos 25 millones de personas en casi 74.000 construcciones comerciales y residenciales repartidos por 130 países.

En su caso, valoran ese bienestar y confort de las personas que pasan tiempo en esos espacios a través de once variables: aire, agua, alimentación, luz, movimiento (que se facilite el ejercicio, con diseños ergonómicos o, por ejemplo, promover el uso de las escaleras), confort térmico, sonido, materiales, mente (como el contacto con la naturaleza) y comunidad (diseño universal y accesible, por ejemplo). 

El camino está claro, pero ¿se está construyendo ya así de forma mayoritaria o es algo todavía marginal? José Luis Esteban Penelas explica, antes de nada, que los obstáculos económicos están o deberían estar ya superados: construir así no es más caro, asegura. “Falta que los promotores y todos los agentes de la construcción lo asuman como tal”, sostiene.

Aun así, sí ve que, ahora mismo, desde hace muy poco, “la construcción ya está inmersa en un proceso constructivo tradicional”, algo que es positivo. Falta todavía ir avanzando en otros materiales, utilizar sistemas mecanizados de obra (pero sin olvidar la creatividad, clave en arquitectura) y continuar en el proceso de renaturalización de los edificios, la introducción de plantas y vegetación.

En su opinión, una de las claves de la biohabitabilidad es adoptar también una perspectiva glocal: es global porque se está extendiendo por todo el planeta, pero también local porque debe ser adaptado a las condiciones de cada lugar.

 

Dos ejemplos de proyectos biohabitables

La sostenibilidad y la bioconstrucción son conceptos que hace ya mucho que guían los pasos de muchos proyectos arquitectónicos. El bienestar de las personas que van a utilizar esos espacios es también importante en todas estas iniciativas. Estos son algunos ejemplos:

 

Edificio Tomás Bretón

Es el primer edificio de vivienda sostenible CO2 nulo del centro de Madrid. Se trata de una iniciativa de Distrito Natural, cuyo responsable de comunicación explicó a Connections by Finsa que su filosofía es “crear viviendas que no solo minimicen el impacto ambiental (especialmente la huella de carbono), sino que también promuevan una vida comunitaria saludable y sostenible”. 

 

Foxos 

Este proyecto de 75 viviendas, del que también te hablábamos en Connections by Finsa, ha sido reconocido con la certificación Verde que otorga el Green Building Council España (GBCE). Entre los ejes que vertebran la filosofía de esta organización y que tienen en cuenta a la hora de otorgar sus certificados está la salud de quienes habitan los edificios.

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