En 2022, el Pritzker colocó a África en el mapa de la mejor arquitectura mundial. El premio que la fundación estadounidense Hyatt concede cada año a profesionales destacados por su creatividad y por diseñar obras funcionales e innovadoras, el más prestigioso en este campo, fue a parar en esta edición –y ya van 43- a Diébédo Francis Kéré, un burkinés asentado en Alemania (tiene su estudio en la capital) y que se ha convertido así en el primer arquitecto africano, y negro, en recibir dicho galardón.
¿Y por qué se lo han dado? Pues porque Kéré desarrolla, según explica el jurado del Pritzker, “una arquitectura pionera, sostenible para la tierra y sus habitantes, ubicados en lugares de extrema escasez” y porque “es a la vez arquitecto y servidor, ayudando a mejorar las vidas y experiencias de innumerables ciudadanos en una región del mundo a veces olvidada”. A Kéré se le considera una especie de arquitecto del pueblo y un guía para el cambio que busca siempre la lógica más que la tecnología, involucrar a la gente, que la construcción sea colaborativa y compartida. “La arquitectura –ha dicho- es ensuciarse y empujar todos juntos”.
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Una escuela en su aldea, primer proyecto reconocido de arquitectura en África
Francis Kéré nació hace 56 años en Gando, un poblado de Burkina Faso. Como primogénito del jefe le tocó estudiar. Tuvo suerte, pero él no lo veía así. Con siete años dejó de jugar con sus doce hermanos para caminar veinte kilómetros diarios hasta una escuela construida con bloques de hormigón, insalubre y muy mal ventilada donde se amontonaban cientos de alumnos. Dentro, el calor era insoportable. Nunca lo olvidó. Creció y viajó después a Berlín con una beca. No sabía una palabra de alemán, pero allí se convirtió en carpintero y luego se graduó como arquitecto en la prestigiosa Technische Universität. Antes incluso de terminar la carrera, en 2001, y tras reunir el dinero suficiente, volvió a Gando, su hogar, para construir una escuela de primaria en la que los niños pudieran aprender a leer y escribir sin pasar tanto calor. Fue el primer edificio que proyectó y por él recibió el Premio Aga Khan en 2004. “Para mí la arquitectura es un reto, una vía para solucionar problemas y aportar algo a la sociedad”, suele decir Kéré.
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Arquitectura en África: visión social
El compromiso adquirido con su gente no se limitó a la nueva escuela. Como si estuviera predestinado –su primer nombre, Diébédo, significa en burkinés “el que viene a arreglar las cosas”- transformó Gando a través del enfoque de arquitectura social que le aplica a sus proyectos, basado en la existencia de ventilación natural, el uso de materiales locales y la adaptación de soluciones enraizadas en la cultura de cada lugar: hizo la ampliación del colegio, un jardín y un pozo, un alojamiento para los profesores, un centro comunitario para mujeres, una biblioteca y una escuela de secundaria que han convertido a esta pequeña aldea africana en uno de los centros de la arquitectura contemporánea internacional. En esta charla TED él mismo cuenta cómo aplicó lo que había aprendido en beneficio del lugar en el que nació y creció:
La arcilla: tradicional y moderna
Esta charla lleva por título “Cómo construir con arcilla… y con la comunidad” y es por algo. En la escuela de Gando, y en otros proyectos suyos, Kéré utiliza este material como principal elemento de construcción. Su idea es clara: partir de recursos y técnicas de la arquitectura tradicional africana y actualizarlos para lograr obras sostenibles sin necesidad de ingentes presupuestos. Tuvo que convencer a la aldea de que la arcilla era lo moderno, y no el hormigón o el aluminio, y para demostrarles que la tierra de siempre era un material fiable y duradero, entre todos dieron forma a un ladrillo de barro y no lo perdieron de vista durante los cinco días que lo mantuvieron sumergido en un cubo de agua: cuando por fin lo sacaron y lo vieron, sólido y en perfecto estado, le creyeron. “El edificio que construimos parecía moderno, pero era de la misma arcilla que mi gente conocía, solo que se usaba de una manera muy diferente”, señala Kéré, que ha sido capaz de dignificar un material tan humilde dándole expresión y belleza.
Contra el desarraigo constructivo
Esta es precisamente una de las claves del éxito. El Pritzker 2022 no solo implica un cambio evidente en la trayectoria del propio galardón, poniendo en valor a un arquitecto capaz de modernizar la tradición local, frente a otros colegas de profesión que construyen con muchos más recursos. También ha servido para situar correctamente la arquitectura africana contemporánea dentro de la escena mundial, para romper con las inercias del colonialismo en el continente y para animar a generaciones venideras a dejar de copiar la arquitectura occidental para acabar con el desarraigo constructivo y esa falsa idea de progreso ejemplificado en África en sus ciudades caóticas, construidas sin orden ni concierto, y en aberraciones estéticas como todos esos edificios con las fachadas llenas de aparatos de aire acondicionado.
Diversidad arquitectónica y materiales naturales
De hecho, la arquitectura africana es un conglomerado de estilos y formas, reside en las propias casas y en la cultura de sus habitantes. Las técnicas de construcción varían de una zona a otra porque lo que resulta útil en un lugar no tiene por qué serlo en otro. Así, en África hay viviendas de adobe cubiertas de paja, un material muy impermeable que además deja pasar el aire. También casas cuadradas o rectangulares con tejados en pendiente en las zonas húmedas y con terrazas planas en las secas. Otras dan a un patio interior. Algunas se construyen sobre roca. A veces tienen forma circular, de colmena o cono. La arquitectura vernácula es muy práctica y se adapta a cada región, a su clima y a las necesidades de su población. En cuanto a los materiales, los más usados son, como ya se mencionó, la arcilla –económica, ecológica y sencilla de obtener- y el adobe –una masa de barro mezclada con paja que, moldeada en forma de ladrillo y secada al aire, que se utiliza en paredes y muros-, pero también están la madera, la tierra apisonada e incluso el cacao que, en aquellas zonas donde se cultiva, se usa para impermeabilizar las casas y ahuyentar insectos.
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Nueva generación puente
Esta arquitectura vernácula es la base de la obra de una nueva generación de profesionales que intentan definir la identidad de la actual arquitectura africana y demostrar que con el diseño es posible cambiar, a mejor, la vida de las personas, incorporando a sus proyectos las formas de construcción locales –más sostenibles económica y medioambientalmente, además de integrarse mejor en el entorno y tener un menor impacto visual- combinándolas con una sensibilidad más contemporánea. En África, la arquitectura sin arquitectos de referencia ha dado paso a otra que ya los tiene y, más importante todavía, ha creado una arquitectura con una misión. Kéré es, sin duda, una de las figuras más representativas de este movimiento, pero hay más. Solo era cuestión de tiempo que los nuevos arquitectos africanos empezaran a proteger su legado, actualizándolo, construyendo un puente entre el mundo rural, tradicional, y la innovación.
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La Bauhaus de la arquitectura en África
Es el caso del colectivo de arquitectos MASS, un grupo de diseño nacido en 2010 que trabaja para cambiar el rumbo de la arquitectura en África. Uno de sus miembros más destacados, el jefe de proyectos, es el ruandés Christian Benimana, que tuvo que estudiar en Shangai (China) ante la falta de facultades con una formación adecuada a los retos constructivos y urbanísticos que afronta el continente. Benimana también volvió y, como Kéré, mantiene intacto su compromiso de poner su trabajo al servicio de las necesidades de las personas. No es el único. “Está surgiendo una nueva generación de arquitectos africanos. Todavía es muy joven y a menudo trabaja en la sombra”, ha señalado Benimana.
Por ello, el grupo MASS ha creado el African Design Centre, una Bauhaus africana llamada a convertirse en un referente arquitectónico gracias a proyectos innovadores repartidos por países como Ruanda, Liberia, Gabón o Malawi y protagonizados por edificios construidos con una visión africana y sostenible, desde colegios diseñados con la óptica de alumnos y profesores a hospitales concebidos desde la de los enfermos. Esta escuela, situada en Kigali, la capital de Ruanda, se crea, como la antigua Bauhaus, con el objetivo de encontrar soluciones a problemas, como es el acceso a la vivienda asequible para la población local, y con la idea central de que el diseño permite transformar vidas.
Y lo están llevando a la práctica. MASS y el African Design Centre han desarrollado, en este sentido, una filosofía que han bautizado como Lo-Fab, abreviaturas de Locally Fabricated, es decir, de fabricación local. La aplican en todos sus proyectos y con ella pretenden demostrar que la forma de construir y quién construye marcan la diferencia y genera cierto impacto. Así, el grupo de arquitectos y diseñadores liderados por Benimana basan su trabajo en la combinación de innovación y forma de hacer africana, con la mano de obra local y el empleo de materiales de kilómetro cero en sus obras.
Arquitectura en África: más referentes
Hay más figuras importantes entre la nueva ola de arquitectos de África que se erigen como referente de la modernidad y la excelencia sin olvidar sus raíces. Como David Adjaye, nacido en Tanzania, de padres ghaneses y afincado en Londres, donde tiene su oficina. Adjaye es uno de los arquitectos más cotizados del mundo y con más proyección, global y local, con trabajos reconocidos en el hemisferio más desarrollado del planeta (el Smithsonian National Museum of African American History and Culture, en Washington DC, inaugurado por Obama en 2016, y la remodelación del Centro Nobel en Oslo son dos de sus obras más destacadas) y, al mismo tiempo, que conoce muy bien su tierra natal, que considera un el lugar perfecto para la innovación arquitectónica. “Me aburre la simplificación de África, la reducción del continente a una serie de clichés”, ha asegurado Adjaye en algunas entrevistas.
Pero este movimiento de rescatar el pasado para aprender a construir el futuro de África no estaría completo sin sus arquitectas, que también las hay, aunque la igualdad de género no haya llegado aún en cuestión de número. Mariam Kamara, de Níger, es quizá la más destacada. En su ciudad, la capital, Niamey, tiene su estudio, Atelier Mäsomï, y desde allí desarrolla proyectos con los que recupera técnicas y materiales locales y formas ancestrales desde una concepción contemporánea.
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Ha sido pareja profesional, antes de la pandemia, con David Adjaye en la Iniciativa Artística Rolex para Mentores y Discípulos (Rolex Mentor and Protégé Arts Initiative) de la firma relojera suiza, un programa filantrópico bianual que pone en contacto desde 2002 a profesionales consagrados de varias disciplinas (cine, danza, música, arquitectura) con otros jóvenes talentos emergentes para apoyarles en su carrera y contribuir a la perpetuación del patrimonio artístico mundial. Ambos idearon un centro cultural en Niamey, un espacio semiabierto construido a partir de los materiales de la zona, en el que las mujeres pudieran ser libres de pasear igual que los hombres, que se mimetizase con la ciudad y que fuese a la vez una biblioteca outdoor, una galería de arte y un punto de encuentro.
Kamara está inmersa ahora en el diseño y creación de un nuevo museo y centro comunitario cultural en un lugar del suroeste de Senegal conocido por sus antiguos megalitos. La instalación se llamará Bët-bi, que significa “El ojo”, y se inaugurará en 2025.
Para ella y para el resto de arquitectos africanos de esta nueva ola este es un momento crucial. Tienen la oportunidad de crear un modelo distinto para su continente, una arquitectura con voz propia y con sentido, cultural y económico, a la medida de las necesidades de sus habitantes. Como dice el propio Francis Kéré en el perfil de Instagram de su estudio: “En la intersección de la utopía y el pragmatismo creamos una arquitectura contemporánea que alimenta la imaginación con una visión afro-futurista”.