¿Estamos yendo hacia un mundo monocromo?

La voz de alarma la dio TikTok. ¡El mundo está perdiendo su color, es cada vez más gris!, decían muchos usuarios. Su fuente principal era un estudio del Science Museum de Londres en el que analizaban la gama de tonalidades de los objetos de su colección, que abarca más de doscientos años. El texto publicado ofrece numerosas gráficas y explicaciones, pero TikTok se centró en una: el 40% de los colores de los objetos de 2020 analizados son grises y negros; este porcentaje era solo del 8% en 1800.

Un vistazo a nuestro alrededor puede confirmar esa tendencia hacia lo gris y también lo neutro que se ha bautizado como blanding. Suelos grises, la presencia del color hueso que ha abrazado, por ejemplo, Zara Home, beiges y colores tierra… ¿hemos olvidado el resto de los tonos?

La primera puntualización la ofrece el propio estudio del Science Museum. “Si bien parece que las cosas se han ido volviendo algo más grises con el tiempo, debemos recordar que las fotografías examinadas aquí son solo una muestra de los objetos de la colección, y la colección en sí misma es una selección no aleatoria de objetos”, explican. Es decir, no se puede entender la muestra como una representación real del mundo. La llegada del gris y el negro, por otra parte, se debe al cambio de materiales: mucha menos madera y menos florituras -que crean sombras y más gama cromática-, más metal y superficies lisas sin variación. La diseñadora industrial e investigadora en CMF Noemí Cortizas aporta otra puntualización. “El estudio es de 2020. El confinamiento ha hecho que las cosas cambien”, señala.

 

¿Cómo surge el gusto por los tonos neutros?

Esa tendencia, ese blanding neutro, existía en ese momento. Era cosa sobre todo de los millennials y seguía “esa filosofía de que, si tienes una vida muy activa, con muchas cosas, te interesa que tu casa, tu entorno, sea algo tranquilo y que transmita paz”, concede Cortizas.

Aun así, aunque hubiese muchos blancos o neutros, nunca lo eran al 100%: siempre había un acento de color, puntualiza. Pero el covid lo revolucionó todo. “La gente se quedó encerrada. Tener un ambiente de hospital ya no era tan atractivo”, explica. A partir de ahí, se empezó a ver un cambio y no solo en interiores. Como ejemplo, cita los colores flúor que llenaron la moda en cuanto volvimos a salir a la calle.

 

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Vuelven los colores… en distintas intensidades

A la hora de hacer un diseño, es necesario pensar tanto en el qué (el espacio, producto, etc.), como en la marca para la que se diseña, que tendrá su propia estética y códigos, y en el público objetivo, a quién nos estamos dirigiendo. En este sentido, Noemí Cortizas ve una diferencia clara entre millennials, que no es que no quieran color, sino que prefieren los llamados quiet colors o colores tranquilos (tonos pastel, por ejemplo), y la Generación Z. Esta última, compuesta por personas nacidas entre 1995 y 2009 aproximadamente, sí están pidiendo colores más brillantes y estridentes. Son ya el presente de muchos mercados y son también el futuro. Los titulares que hace diez años hablaban sin parar de millennials ahora se centran en zoomers o centennials, como también se denomina a integrantes de la Generación Z. Las tendencias se fijan ahora en este último grupo.

¿Qué le gusta a esta generación más joven? Frente al minimalismo millennial, los zoomers prefieren un maximalismo que poco tiene que ver con ese mundo neutro del que parecía alertar el estudio.

Esta tendencia, que es posible que quien no se fije mucho todavía no sea capaz de ver, ya la tienen clara las personas que se dedican al diseño. “A veces tengo que crear pigmentos nuevos y me puede llevar un par de años. No diseño pensando en lo actual, sino en el futuro”, asegura Cortizas. En ese futuro ve color, más o menos brillante dependiendo del público objetivo. Pero mucho color sin duda.

 

Colores sostenibles para refrescarnos

El mundo del color tampoco vive ajeno a la crisis climática y a la necesidad de pensarlo todo en términos de sostenibilidad. Aquí esos colores llamativos (los flúor del verano Barbie, por ejemplo) que prefiere la generación zoomer pierden algo de peso, pero sin que esto signifique que estemos en ese universo monocromo y neutro.

“Como aumentan las temperaturas, lo que intentamos es que nuestro entorno nos dé frescor”, sostiene Cortizas. Ese frescor no lo da el blanco en solitario, pero sí acompañado de “un azul un poco pastel o un rosa o un naranja también tranquilos”. Otro ejemplo son los colores tierra con un acento aguamarina, “que aportan ese contraste y ese frescor”.

Otro punto sostenible a favor de los colores mate frente a los brillantes es que son más resistentes. “Son compatibles con un barniz mate, resisten a los rayajos y, además, al ser colores no tan brillantes, son un poco más tranquilitos. Pueden no estar de moda, pero ser elegantes y atractivos pase el tiempo que pase”, añade la diseñadora. Al no quedar de pronto totalmente desfasados, se mantienen durante más tiempo, algo clave en la sostenibilidad.

 

Un futuro de color

El futuro -como tampoco lo es, en realidad, el presente- no será monocromo, gris y neutro. Habrá colores, que en algunos casos serán estridentes y en otros más tranquilos, pero colores al fin y al cabo. Los zoomers quizá aún no se estén comprando casas, pero muchos ya están decorando sus primeros hogares fuera del domicilio familiar. Lo que se ve ahí es una preferencia por réplicas de objetos de diseño de los años sesenta y setenta, décadas protagonizadas por los colores vivos. Un ejemplo (aunque hay muchos) son las lámparas Nessino de Artemide.

 

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Por otra parte, las tendencias para 2024 ya hablaban de una explosión de color en espacios como la cocina.

Neutros, pasteles y colores brillantes convivirán, y decir que solo estos últimos cuentan como colores es algo simplista, apunta Noemí Cortizas. “Se puede tener color sin necesidad de que este sea algo muy llamativo”, defiende. Y augura sobre los próximos años: “va a venir un tortazo de color”.