El estudio madrileño de arquitectura amid.cero9 es conocido sobre todo por su rehabilitación de la sede de la Fundación Giner de los Ríos, un proyecto del que sir Norman Foster ha dicho que es “un maravilloso soplo de aire fresco… es inspirador”. Hoy conectamos con Cristina Díaz Moreno y Efrén García Grinda para hablar sobre arquitectura.
¿Qué se siente al ser ‘piropeados’ por Norman Foster?
CD: Que un arquitecto piropee a otro arquitecto en público es una cosa absolutamente excepcional. Que alguien como él, a quien nosotros admiramos mucho y que ha hecho tantísimas cosas diga algo bueno de nuestro trabajo es un gran pago a todo el esfuerzo, porque además viene de una persona que sabe el esfuerzo que conlleva.
Acabáis de regresar de Londres, donde habéis diseñado The Wooden Parliament, la propuesta de Finsa junto al Museum of Architecture para el London Festival of Architecture. ¿Qué buscabais con él? ¿Cómo ha sido acogido por el público?
Cristina Díaz Moreno: Hemos construido una pieza con unos materiales muy baratos y con un sistema muy sencillo, pero por otra parte con una geometría que busca convertirse en un elemento que atrae visualmente. Y está funcionando increíblemente bien, todo el mundo se acerca a verlo, a hacerle fotos y quiere entrar. Para nosotros es un placer como arquitectos intentar que funcionara de una manera y que lo esté haciendo.
Efrén García Grinda: No se trata solamente de que sirva como atractivo visual, sino que está concebido como un pequeño parlamento para que la gente una vez dentro tome una pausa e interactúe. Su pequeño tamaño hace que, aunque tengan a totales desconocidos delante, se entablen conversaciones y que sea una pieza pública.
Fundación Guiner de los Ríos. Amid.cero9, 2014
Este proyecto se encuadra dentro de una filosofía que potencia la reutilización y la circularidad, ya que una vez finalice el LFA será trasladado y vuelto a montar una vez finalice el LFA.
EG: Para nosotros es importante que tenga un papel en lo público, que no sea simplemente una cosa espectacular o atrayente sino que sirva como un lugar que la gente utilice y que la haga interactuar entre sí. Pero también que ese papel público se consiga con sencillez, con materiales relativamente baratos, y que permita su reutilización en diferentes lugares con el mismo propósito. Es algo tan natural que a veces nos olvidamos de ello, pero que nosotros siempre intentamos hacer con nuestra arquitectura.
CD: A veces se confunde aparente complejidad con falta de economía y en absoluto es así. Se puede conseguir construir una arquitectura que trabaje con su aspecto con los mismos medios que una arquitectura más anodina.
Paredes Pedrosa, Moneo Brock, Stone Designs son algunas parejas de arquitectos que hemos entrevistado. Parece que en arquitectura abundan los tándems creativos. ¿Qué tiene de bueno trabajar a dos?
CD: En la manera en que nosotros entendemos la arquitectura, es imprescindible que al menos haya dos voces. Pese a sus posibles contactos con el arte, creemos que la arquitectura no es un arte en sí mismo, es una disciplina que trabaja construyendo espacios para la gente. Cuando una persona trabaja sola tomar decisiones puede llegar a convertirse en algo subjetivo. Pero si hay que lidiar con al menos otra persona, tienes que racionalizar tus decisiones y llegar a un encuentro. Y digo “al menos” porque entendemos que toda la arquitectura que hemos hecho estos años está hecha por grupos de personas muy grandes.
EF: La arquitectura es un arte colectivo en su diseño, su construcción o su utilización. Muy pocas veces puedes hacer arquitectura tú mismo para ti mismo, siempre necesitarás a alguien y, aunque esté situada en el lugar más remoto del mundo, alguien la verá. Y por tanto, en la medida en que haya más actores sintonizará mejor con el público que lo va a utilizar.
The Wooden Parliament, LFA. Amid.cero9, 2019
amid.cero9 nació como una plataforma colaborativa. ¿Qué queda de estos orígenes?
EG: Ese afán de intentar entender a cuanta más gente mejor e involucrar a más gente en ese proceso mejora las cosas que hacemos. Aunque seamos aparentemente dos, en realidad hay tanta gente involucrada en cada una de las cosas que hacemos, directa e indirectamente, que sigue siendo una plataforma colaborativa.
En vuestro portfolio vemos varios proyectos que no han sido ejecutados, incluso vencedores de premios. ¿Cómo es vuestra relación con estos proyectos experimentales? ¿Os genera frustración o es parte del aprendizaje como arquitectos?
EG: Hay dos clases de estos proyectos. Están aquellos que están pensados para ser realizados en el mundo real y que no llegan a construirse por circunstancias externas, que siempre son una pequeña pérdida, para nosotros pero también para los lugares donde se iban a instalar. Porque la arquitectura es para que la gente la utilice, no para ser mirada.
Luego hay otro tipo de proyectos internos que no están destinados a hacerse realidad sino a desarrollar metodologías de trabajo y entender cómo pueden tratarse ciertos temas en arquitectura para saber cómo trabajarlos después, cuando tenemos la oportunidad de realizar proyectos que sí están destinados a construirse. Son muy especulativos, pero en realidad son plataformas para desarrollar herramientas de trabajo. Por ejemplo, al principio no sabíamos cómo trabajar con grupos de personas y pusimos en marcha una serie de proyectos internos que intentaban preparar nuestras herramientas para afrontarlo.
CD: Amamos la arquitectura y nos genera siempre un poco de frustración que no se materialicen. El mismo Wooden Parliament estuvo a punto de ser construido el año pasado y gracias a que Finsa ha seguido creyendo en el proyecto y nos ha apoyado hasta el final se ha hecho realidad ahora. Una vez está en el mundo y la gente interactúa con él es algo distinto, tiene una vida que va más allá de quedarse en un papel.
Cherry Blossom Palace, Valle del Jerte, Cáceres. Amid.cero9, 2008
Desarrolláis una amplia actividad docente en toda Europa. ¿Qué importancia tiene para vuestra práctica arquitectónica?
CD: La arquitectura no sólo es estar en un estudio desarrollando técnicamente un proyecto, sino que hay que pensarla a través de muchos otros caminos, y la docencia y el pensamiento más abstracto o más teórico nutre a la arquitectura que hacemos en el estudio, igual que el estudio nutre a nuestra docencia. Siempre pensamos que un buen arquitecto es aquel que construye profesionalmente pero también sigue un camino en la universidad -no necesariamente dando clase, puede ser escribiendo o desarrollando sus ideas desde un marco más teórico-. Este binomio práctica-teoría se lleva muy bien teniendo una parte de nuestra actividad dando clase. Muchos de nuestros antiguos alumnos han colaborado con nosotros en trabajos pero también intercambiamos intereses, descubrimientos, proyectos…
EG: Además nos permite mantenernos en contacto con la realidad a través de ellos. Las generaciones más jóvenes nos aportan una visión del mundo distinta de la nuestra y a nosotros nos interesa mucho ver a través de los ojos de los demás, porque es lo que hace un arquitecto: intentar entender las cosas complejas que pasan en nuestro entorno a través de los ojos de los demás.
Dais mucha importancia al espacio público y a la relación de la arquitectura con su contexto y con las personas. ¿Cuál creéis que es el principal problema de la ciudad contemporánea?
EG: El más importante -porque no hay que olvidarse que las ciudades no son solamente las del mundo más desarrollado- es la pobreza y la precariedad en la que viven millones de personas. Tiene una segunda parte, que es cómo mantener este ritmo de urbanización sin afectar a esa otra parte del mundo que es necesaria, el medio natural. Esos son los dos problemas más serios a los que se enfrenta no solamente la arquitectura sino la condición humana. Se trata de ser lo suficientemente inteligentes para mejorar la vida de las personas sin destruir el planeta.
¿Se plantea la arquitectura en serio contribuir a solucionarlo?
EG: Nosotros estamos convencidos de ello en lo personal e intentamos llevarlo a la práctica en lo profesional. Pero muchas veces se utilizan de manera retórica o populista estas preocupaciones en el propio beneficio de los autores. Nos hace falta cambiar la forma de pensar respecto a estos temas de manera profunda, porque no hay marcha atrás. No sé si la arquitectura puede ayudar a solucionarlos, pero sí puede ayudar a tomar una dirección más inteligente. Por ejemplo, la producción de ciudades es uno de los mayores causantes de la polución en el mundo y las diseñamos sin tener en cuenta las condiciones en las que está viviendo la gente en las grandes aglomeraciones urbanas. Debemos dejar de pensar en ciertos temas que interesan a los arquitectos y abordar preocupaciones diferentes.
¿Qué proyectos tenéis en marcha en este momento?
CD: En el estudio dedicamos siempre parte de nuestro tiempo a elegir concursos y presentar proyectos. Ahora estamos trabajando también en un proyecto para la próxima Bienal de Seul, que se inaugura en septiembre y que todavía está en el horno, y tenemos que preparar la segunda vida del Wooden Parliament, porque la idea es que cada vez que cambie de aspecto cada vez que cambie de lugar y tenemos que diseñar el nuevo “vestido”.
¿Seríais capaces de elegir un proyecto en concreto de vuestro portfolio como vuestro favorito?
EG: Los últimos proyectos son siempre muy placenteros, porque continúas preocupado por los mismos temas. Al igual que los primeros proyectos, como el primer hijo, son inolvidables y nos traen recuerdos de aprendizajes, de dudas, de incertidumbres. A veces nos gustaría volver a esos inicios para tener más tiempo para hacer más cosas.
CD: Pero si tuviésemos que decir uno sería la Fundación Giner de los Ríos en Madrid, porque tuvimos la suerte de poder construirlo y nos está dando muchas alegrías. Cuando a veces estamos en el jardín de la Fundación y entra gente y dicen cosas hermosas de algo que tú has pensado para ellos, eso es una satisfacción. No es el mundo endogámico de la arquitectura el que está reconociendo lo que está bien o mal, sino que a la gente le gusta el espacio sin necesidad que nadie le explique nada.
EG: Pasa también en el pabellón de Finsa en Londres. No entienden por qué se sienten atraídos, les parece raro pero les gusta. Eso es lo que buscamos: movilizar la conciencia y los gustos, evolucionar en el mundo visual a nuestro alrededor hoy día.
¿Y cuál sería el proyecto soñado que os gustaría que os encargasen?
CD: Entendemos la arquitectura para la gente, y más que un proyecto soñado con lo que uno sueña siempre es un buen cliente. Un buen cliente te hace una petición pero además establece contigo una relación en la que se puede desarrollar ese trabajo conjunto, trabaja contigo en la construcción del proyecto. Da igual si el proyecto es pequeño o grande porque es mucho mejor cuando la arquitectura es buscada no solamente desde el arquitecto sino también desde la gente que lo va a usar. Si miramos a la historia vemos que muchas veces los buenos proyectos tienen en paralelo un buen cliente.
Además de esa combinación que señalabais entre práctica profesional y actividad teórica, ¿qué define a un buen arquitecto?
CD: Quizá nuestra ambición final sea la de construir un proyecto que vaya más allá de una serie de elementos dispersos, distintos edificios en diferentes lugares del mundo que no construyen un cuerpo de trabajo, sino que al final todo el trabajo de una vida sea un solo proyecto en el que toda las partes están vinculadas entre sí. Por eso la capacidad para elaborar una racionalización de las ideas en el proyecto y después construirlo, ese vínculo entre lo que se construye y lo que se piensa, tiene tanta importancia. Perseguimos construir un proyecto vital de arquitecto y los arquitectos que más respetamos y más nos interesan lo tienen.
EG: Es tan difícil como definir qué es una buena vida. Una buena vida puede definirse a través de la riqueza de las experiencias y el conocimiento y la sintonía alcanzada con el mundo alrededor. Yo diría algo parecido de un buen arquitecto.
¿Cómo es vuestro proceso de trabajo? ¿Qué parte disfrutáis más y por qué?
EG: La parte más monótona, la administrativa, no la disfrutas tanto. Hay fases muy tediosas, largas o sufridas, pero todas son necesarias, ya se disfrute más o menos que ellas.
¿Qué os inspira cada día? ¿Tenéis algún ritual, consultáis alguna publicación que sea para vosotros como una biblia…?
CD: Nos inspira la complejidad y la riqueza del mundo alrededor. Nuestra manera de trabajar es primero intentar entender todo lo vinculado a un proyecto que tenga conexiones con el mundo alrededor, para poder tomar decisiones.
EG: Por supuesto que nuestra casa está llena de libros, de arquitectura, de discos… cosas que nos permiten sintonizar de manera indirecta con ese mundo. Pero lo que entendemos que tienen más valor es salir ahí fuera y absorber todo aquello que puede tener interés. No solamente el momento en el que vivimos sino que el mundo tiene muchos siglos de historia detrás y también intentamos entender su complejidad en cada momento. Es una manera de disfrutar intelectualmente de estar viviendo en este mundo.
¿Cómo conectáis con lo que os interesa? ¿Sois más digitales o analógicos?
CD: Nos gusta explorar muchas herramientas y unas veces son analógicas y otras son digitales. Nos gusta poder pensar las cosas a través de muchas maneras. También somos de una generación que hemos tenido que encontrar la manera de pasar de ser analógicos a ser digitales. Tenemos una parte del cerebro en lo analógico y otra en lo digital, lo cual nos da bastantes ventajas porque pasamos de una a otra con flexibilidad.
EG: Yo preferiría el contacto directo con las cosas, por lo tanto me podría definir como una persona analógica, pero al mismo tiempo entiendo y aprecio que los instrumentos de mediación son herramientas poderosísimas para entender el mundo. No sólo lo digital, porque un libro, una pintura, una música… son herramientas de mediación que nos permiten ver el mundo a través de los ojos y el cerebro de otras personas y tener visiones de lo mismo de maneras encontradas y diferentes. Somos “omnívoros” en la forma en que nos acercamos al mundo.
¿Quiénes son vuestros referentes en arquitectura?
EG: Brunelleschi por ejemplo. Y con muchos grandes ingenieros y constructores anónimos, porque admiramos y respetamos la construcción anónima y vernácula. Aquellos personajes que no solo son receptores de una tradición sino que descubren de manera sencilla y directa el potencial de la arquitectura son personajes fascinantes. Esos son los que acabamos revisitando.
CD: Me hubiera encantado conocer a Rudofsky, que trabajó toda su vida archivando la arquitectura sin arquitectos. Nos gusta la arquitectura y esta no consiste solo en nombres. Además, es difícil decir un nombre porque cada vez que nos ponemos la lista de los que más nos gustan puede llegar a cien.
¿Con qué profesional de la arquitectura os gustaría conectar?
CD: Tenemos la suerte de ser colaboradores de El Croquis desde que éramos muy jóvenes y eso nos ha llevado a conocer a muchísimos de los contemporáneos que respetábamos. Te diría Cedric Price al que llegamos a conocer y era alguien con quien construir un proyecto de futuro.
Cristina ha formado parte de los paneles de mujeres de la jornada sobre arquitectura que hace tres años organiza el Museum of Architecture dentro del LFA. ¿Continúan siendo necesarias estas actividades para visibilizar la mujer en arquitectura?
CD: Son fundamentales. Últimamente hay un gran esfuerzo por dar cabida a la mujer y porque tenga más presencia. Es verdad que hasta cierto momento en la historia muy pocas mujeres tenían la oportunidad de estudiar y estar preparadas, pero ahora ya hay muchas generaciones de mujeres trabajando. Era necesario que ocurriera y es maravilloso porque visibiliza mucha gente interesante. De todas maneras, si se mira la historia, muchas mujeres han quedado en el anonimato a pesar de haber hecho importantes aportaciones en arquitectura y se está trabajando para que eso mejore.
EG: Es imprescindible, tanto con respecto al género como respecto a otras condiciones. La arquitectura ha sido una profesión masculinizada, occidentalizada y centrada en el sector rico de la sociedad. Tanto en el hacerla como en el recibirla la arquitectura debe democratizarse.