Antonio Jesús Luna es editor de la revista ROOM Diseño, una publicación que en tan solo 7 años ha conseguido posicionarse como una de las más relevantes del panorama diseño en España. Este filólogo de formación llegó al mundo del diseño y la arquitectura tras años trabajando con la palabra como asesor literario, corrector de estilo, redactor o crítico. Actualmente, Antonio también es miembro de la ejecutiva de DIMAD-Asociación de Diseñadores de Madrid, profesor de historia de diseño, profesor de comunicación de proyectos… Hoy conectamos con el capitán de un auténtico espejo en el que mirarnos.
¿Cómo llega un filólogo a especializarse en el mundo de la arquitectura?
Al entrar a formar parte de la revista REM (2004-2012), vinculada al diseño y la arquitectura, fue cuando dejé de ser un admirador del diseño y de la arquitectura para empezar a construir mi perfil vinculado a esta disciplina de manera profesional. Se podría decir que tengo una formación reglada en el mundo de la filología, mientras que mi formación en el campo del diseño ha sido más autodidacta, espontánea e incluso indisciplinada, pero no por eso menos sólida.
¿Cómo nace ROOM Diseño?
Podría decirse que ROOM fue la continuación de este proyecto, tras su cierre en 2012. En un momento en que todas las revistas estaban cerrando, el equipo que realizábamos REM decidimos que alguien tenía que seguir publicando en papel y pusimos en marcha ROOM.
Mi socio, Emerio Arena –director de arte de ROOM Diseño-, y yo realizamos un trabajo previo de investigación sobre la viabilidad de lanzar un proyecto tan arriesgado como este en 2012, no solamente por la crisis, sino porque en esos años estaba muy vigente el debate sobre la desaparición del papel. Nuestra apuesta empresarial fue el convencimiento de que el papel no iba a desaparecer y parece que los años nos han dado la razón. De hecho, ese debate ya no existe: determinados contenidos van a soporte digital, pero otros con voluntad de permanencia, como todo lo que tiene que ver con arte, arquitectura y diseño, sí que tienen un soporte sólido que es el papel. Además, está esa poética del papel: el olor de las tintas, el tacto, la manera de leer, este “tempo” íntimo con el que lector se enfrenta a la información impresa…
¿Sobrevivieron las publicaciones en papel vinculadas a la arquitectura y el diseño?
Antes había muchas más. Alrededor de 2012 se produjo una mutación del panorama editorial por la combinación de la crisis económica con el debate papel/digital que llevó a la desaparición de un porcentaje muy alto de revistas e incluso de grupos editoriales. Sin embargo, en el ámbito del diseño y la arquitectura hay publicaciones que no solamente se sostienen sino que siguen creciendo. El papel se ha convertido en un soporte que proporciona credibilidad y prestigio, y refuerza la imagen de marca.
¿Qué es ROOM para ti?
ROOM nace con la voluntad de ser un clipping contemporáneo: un espacio donde dar cabida a nuevos lenguajes creativos relacionados con el diseño, la arquitectura y el arte en sus ámbitos más experimentales. ROOM centra su atención en los nombres y proyectos que se mueven en las periferias de la innovación y la vanguardia, lo que nos permite dar visibilidad, por ejemplo, a disciplinas como el food desing, el arte transmedia o las artes escénicas performativas.
¿Cómo se compagina la parte analógica del papel con la digital de la revista online?
No hay una frontera muy clara entre lo analógico y lo digital. Y en este sentido, para nosotros ROOM es una plataforma integral. De hecho, la edición impresa está conectada con nuestros canales digitales. No existe un enfoque analógico vs. digital, sino que todo forma parte de un planteamiento global de comunicación. En ROOM tenemos claro que el papel genera un tipo de impacto diferente al que produce el digital, por eso empleamos todas las herramientas offline/online para desarrollar contenidos y llegar a nuestros lectores a través del mayor número de canales posibles.
¿Cómo es el proceso de trabajo en ROOM y cuál es tu labor?
Para poner en marcha un número tenemos reuniones semanales de contenido donde analizamos los proyectos recibidos desde estudios de todo el mundo, pero también lo que vemos en internet y en redes sociales. Aquí seleccionamos aquellos temas que encajan en nuestra línea editorial y los adjudicamos a cada colaborador. Nuestros colaboradores no solamente son expertos en su materia, sino que también poseen destrezas expresivas para hacer que un artículo, además de contar un proyecto, se construya con una cierta emoción “narrativa”.
Respecto a mi trabajo, además de marcar la línea editorial junto a Emerio Arena, me centro en el proceso de edición y revisión de artículos. Me encanta ese momento de estar a solas con las palabras. Conmigo trabajan, además, dos correctoras –Alba Moon y Marisol Oviaño- que cuidan mucho el estilo para que los textos ganen en emoción y agilidad.
En estos siete años de andadura de ROOM, ¿se os ha “escapado” algún profesional que os gustaría entrevistar?
A los largo de los años hemos ido consiguiendo abordar todos los nombres que nos interesaban, pero hasta ahora se nos ha resistido el arquitecto británico Peter Cook, uno de los fundadores del grupo Archigram, con el que lo hemos intentado varias veces.
¿Te atreves a nombrar otras publicaciones que consultéis como fuente de inspiración o que sean para vosotros una referencia?
Por ejemplo, entre las digitales Dezeen y DesignBoom y en las de papel Frame y Diseño Interior. En ROOM nos llevamos bien con todos los medios y aunque nuestra línea editorial posee muchos puntos de conexión con otras publicaciones, tenemos un espíritu distinto, con lo cual no hay competencia o rivalidad. Además, estamos en un momento en el que cada vez hay menos revistas en papel y creemos que hay que sumar en lugar de competir.
¿Hacia dónde va el futuro de ROOM?
Hace unos tres años empezamos a poner en marcha lo que hemos llamado “Diseño en Acción”. Consiste en organizar encuentros y eventos como charlas o debates para los que traemos físicamente a diseñadores o arquitectos de relevancia internacional que hemos entrevistado en la revista. Es una línea que cada vez estamos desarrollando más porque ofrece la satisfacción de tener cara a cara a alguien que está cambiando el rumbo del diseño o de la arquitectura. De algún modo, es como darle una dimensión escénica o performativa a ROOM Diseño. A parte de esto, también hemos empezado a editar y diseñar revistas profesionales para firmas y empresas.
Charla de Arik Levy organizada por la revista ROOM Diseño para Cosentino en Cosentino City Madrid
Después de años describiendo y viendo proyectos, ¿qué dirías que define la buena arquitectura? ¿Qué cualidades debe reunir un buen arquitecto?
La buena arquitectura tiene que responder a las necesidades de las personas que la habitan o la usan, pero también debe tener un componente emocionante: tiene que ser útil a nivel físico, pero además tiene que serlo a nivel emocional. Eso lo podemos aplicar igualmente al diseño de producto.
Eres profesor de comunicación escrita de proyectos para diseñadores en el IED. Hablando de la relevancia de un buen reportaje fotográfico para la difusión de un proyecto, Héctor Santos-Díaz señalaba que a partir de la crisis los que antes no se preocupaban por su comunicación empezaron a valorarla. ¿Ocurre lo mismo con la descripción de un proyecto?
En general, y al margen de la crisis, percibo por parte de estudiantes y jóvenes diseñadores una pobreza expresiva generalizada a la hora de escribir, algo que creo que está relacionado con el abandono de la escritura dentro de la formación básica en colegios e institutos. Yo trabajo con diseñadores dándoles una serie de herramientas expresivas para que puedan comunicar con rigor y con emoción los proyectos que están desarrollando. Siempre les insisto en que la misma energía y pasión que ponen para dar forma a un proyecto la tienen que volcar al comunicarlo. No pueden limitarse a emitir una serie de datos y presentar un objeto. Deben generar un dossier de comunicación que sea mínimamente “excitante” para que pueda captar la atención de un periodista -si lo que buscamos es que salga en una revista- o de una editora -si estamos buscando que produzca lo que hemos diseñado-. La comunicación escrita ha de ser tan relevante como la calidad del proyecto que vamos a comunicar. Incluso más.
Como profesor de historia del diseño en la Universidad Francisco de Vitoria, ¿con que etapa te quedarías?
Hay dos momentos que me parecen fascinantes. Por un lado, todo lo que ocurre en torno a la Bauhaus, porque es el despegue del concepto “diseño”; y por otro, lo que ocurre en los años 60, 70 y 80. Es ahí cuando el objeto empieza a tener planteamientos menos racionalistas y funcionales, en favor de actitudes más artísticas y experimentales. Es el momento en que el diseño se convierte en un acto de rebeldía. Rebeldía estética, rebeldía social, incluso rebeldía política.
También has puesto en marcha proyectos vinculados a literatura transmedia. Teniendo en cuenta el actual nivel de desarrollo de los medios digitales, ¿ha llegado a donde se esperaba que llegase?
La literatura digital, literatura transmedia o literatura expandida es una disciplina en la que se combinan código de programación y palabra. La desarrollan creadores que trabajan a la vez con la palabra y con todas las posibilidades creativas que permite la actual cultura hipermedia y son piezas pensadas para la pantalla. Están a medio camino entre el videojuego, la narración visual y la experiencia poética. Un buen ejemplo de todo esto puede ser la obra This is not a poem, de Alan Bigelow. Dadaístas y futuristas habrían matado (sobre todo los segundos) por contar con estos recursos tecnológicos hace un siglo.
Desde que empecé a trabajar en este tema en 2011 la disciplina ha ido evolucionando, porque los recursos digitales cada vez son más potentes, de manera que estos artistas -que son escritores pero a la vez son programadores- van utilizando nuevas herramientas y dando nuevas posibilidades a esta forma de vanguardia literaria. Se ha desarrollado mucho, sin duda, pero no deja de ser –como digo- vanguardia literaria, y las vanguardias siempre han sido minoritarias. Aunque todo el mundo tiene acceso a este tipo de creaciones, porque todo está en la red, son propuestas tan abiertamente periféricas que de entrada quedan reducidas a un público pequeño.
De toda esta actividad profesional, ¿cuál disfrutas más y por qué?
Creo que cada una me aporta algo. Me encanta la enseñanza porque se produce un enriquecimiento mutuo: tú transmites tus conocimientos a los jóvenes que los necesitan y ellos te transmiten su visión del mundo, del diseño y de la arquitectura, que es totalmente distinta, inesperada y, en algunos casos, incluso subversiva.
También la edición de la revista es un trabajo fascinante: la construcción de un número o la construcción de un artículo, su narración visual, el cuidado de los textos, ese estar a solas con las palabras que comentaba antes.