El diseño no es una guinda. Toda una declaración de intenciones que define a la persona y, a su vez, título de uno de los estudios sobre la cuestión publicados por Manuel Estrada. No en vano, fue merecedor del Premio Nacional de Diseño 2017 por su compromiso: hacer del diseño una herramienta para el progreso empresarial, social y cultural.
Identidad corporativa, logos, diseño editorial y un largo etcétera creativo marcan la trayectoria de uno de los diseñadores gráficos de mayor calado en el territorio nacional e internacional. A través de esta sección conectamos con la parte más inspiracional de Manuel Estrada.
La pregunta de rigor: ¿cómo se asimila un Premio Nacional de Diseño en lo personal y en lo profesional?
El galardón es mío pero de todo el estudio también. Tengo desarrollada una especie de “autovacuna” con los premios, ya que en cuanto lo proceso pienso que hay que seguir trabajando, porque siempre tenemos que resolver cuestiones en poco tiempo: temas económicos y creativos que nos convierten en medio empresarios y medio artistas.
Agradezco al jurado el texto que ha escrito para entregarme el Premio Nacional de Diseño. Introduce factores de cultura en el diseño de las empresas, como algo que aporta una imagen de calidad de España y que ha ayudado a algunas empresas a mejorar sus resultados Han dicho lo que me parece importante, en definitiva. De todas maneras, procuro no creérmelo mucho, porque si no los lunes son peores.
¿Hemos trascendido la idea del diseño como mero ornamento?
En los últimos tiempos el diseño ha pasado de no existir, de que no fuese considerado un factor estratégico, a visionarlo como algo que solo interviene como un factor estético de las cosas. De ahí que hubiese publicado El diseño no es una guinda, porque cuando profundizas en una empresa te das cuenta de que idean un objeto cumpliendo una funcionalidad, y no ven que esa funcionalidad está en consonancia con su estética: ambas cuestiones son diseño. Compruebo que todavía nos falta implantar esta visión para que el diseño realmente se convierta en un factor empresarial, porque el 50% de las grandes compañías declaran que nunca habían usado el diseño en este sentido.
¿Cómo se conectan el diseño y la cultura con el mundo empresarial?
El diseño es una herramienta que puede hacer nuestras empresas más competitivas diferenciándolas. Tenemos un paro juvenil del 40% y uno estructural que no baja del 20%; no va a ser un bálsamo, pero va a ayudar como elemento estratégico que potencia la transformación de una empresa. Esto se apoya a su vez en que el equipo directivo crea en esta posibilidad, pues así alcanza mejores resultados. Si la información que tenemos los diseñadores es más completa y amplia, la implantación de la marca resulta más sencilla.
¿Cuál es la clave de un buen diseño?
La clave se encuentra en el componente cultural, entendido como la manera de ordenar el conocimiento colectivo, de saber situar a una empresa en una época y hacer que se perciba su actividad. Las tendencias no son lo más importante, sin embargo, sí lo son los condicionamientos culturales: cuando una empresa lanza un producto, una marca, un mueble… tiene que ser capaz de situarse y de conectar con la sensibilidad y el gusto más avanzado, algo en lo que el diseño toma mucha parte. Solamente con la funcionalidad y la idea de cumplir con objetivos no vale, esto sería una solución que se quedaría en un estado inferior.
Trasladándolo a otro campo, ya sabemos que la arquitectura nos cobija con poca intervención de un arquitecto; basta con que la estructura y los materiales estén bien resueltos, siendo con ello solvente, pero sabemos que una buena arquitectura está firmada y esto significa que añade algo a esa funcionalidad.
Esto mismo ocurre con las marcas, algunas de ellas también están firmadas. Me gusta poner como ejemplo IBM, una firma tecnológica que tiene un logo hecho en finales de los años cincuenta y que aguanta sin ningún retoque. También destaco el logo de La Caixa que propuso Landor con un fragmento de un cuadro de Miró, o el diseño de Stankowski de Deutsche Bank.
Podemos concluir que todas las sillas sirven para sentarse, pero hay algunas que son memorables porque aportan una significación cultural además, de que pasan por ellas diez años y siguen cumpliendo con su funcionalidad.
¿Qué define a un buen diseñador gráfico?
La curiosidad es un componente muy importante. Un buen diseñador gráfico debe ser capaz de entender muchas cuestiones a la vez, porque comprender un problema resulta esencial para saber resolverlo y aprender a formular unas buenas preguntas. En ocasiones se plantean bien las necesidades, pero no las cuestiones. Para ello se hace fundamental tener las capacidades previas de situarse en los problemas, algo que solo puedes desempeñar si acumulas, casi diría emocionalmente, la información. Así, tus respuestas serán más largas, profundas y transversales.
¿Qué proyectos tiene Manuel Estrada en marcha? ¿Hacia dónde le gustaría llevar su trabajo en el futuro?
Nos han encargado un pequeño museo romántico de una pintora desconocida, Bea Rey, un proyecto bonito que saldrá en octubre. En este panorama museístico estamos con otros equipos españoles de los que forma parte, entre otros, el arquitecto de Colecciones Reales, para desarrollar un museo importante que se va abrir próximamente.
En otra vertiente, continuo haciendo proyectos de libros para Alianza dentro de una colección de literatura. Trabajamos también en una marca para Nedgia y fuera de España en otro proyecto de marca en Nueva York.
¿Cuál sería su encargo soñado?
El diseño no da tanto como para cambiar el mundo, pero sí puedo decir que hemos ayudado a que Madrid tenga una marca al nivel que la ciudad merece, y eso que ha cuidado su piel menos de lo que debería. También me interesan temas medioambientales, en los que hemos trabajado en los últimos años.
Fuera de territorio nacional, tenemos una pequeña empresa en Estados Unidos y me sigue apeteciendo desarrollar proyectos fuera porque te permite alcanzar una perspectiva más global. Que los encargos sean diferentes permite ver lo que hay de común y de diverso en la naturaleza de los problemas. Eso me hace aprender tres veces más que cuando todo procede del mismo sitio.
Proceso o resultado final: ¿qué parte de su trabajo disfruta más y por qué?
Me lo paso bien diseñando. Tiene momentos angustiosos porque las máquinas han introducido un factor engañoso de velocidad: todo el mundo piensa que los encargos se pueden entregar en menos tiempo, cuando lo complicado siempre es pensarlo y entenderlo, y por tanto bocetarlo.
Las ideas iniciales son las más divertidas. Hay fases en los momentos de creación que son verse a uno mismo. Como decía John Berger, el dibujo es una manera de investigar qué pensamos, dejando fluir la mano para que de manera automática responda a una pregunta que nos formulamos.
¿Qué le inspira cada día? ¿Tiene algún ritual, consulta alguna publicación que sea para usted como una biblia…?
No tengo rituales porque la inspiración me pilla en los sitios más insospechados. Considero que me ayuda la luz, especialmente en un avión. También destaco la música; he descubierto que los conciertos 1, 3, 4 y 5 para violín de Mozart y sus vibraciones participan en mi proceso de creación. Como curiosidad, comento que un amigo francés me recomendó un libro que relacionaba la música y la creatividad en el que precisamente se señalaba la música barroca y los conciertos 3 y 5 para violín de Mozart.
¿Cómo conecta con lo que le interesa? ¿Se considera digital o analógico?
Soy más analógico, aunque para encontrar información el móvil es un aliado. En mi entorno siempre trabajamos con el ordenador, junto con el móvil y la tableta. Aún así, para pensar y diseñar, sobre todo al principio del proceso creativo, uso cuadernos, lápices… el dibujo a mano prima. He probado a hacerlo en tableta, pero insisto en el dibujo como herramienta de investigación para comprobar qué opina mi cabeza sobre algo. Los bocetos son expresivos y permiten entender la relación con el trabajo final.
¿Cómo desconecta para retomar fuerzas para continuar el trabajo creativo?
Desconecto poco porque mi trabajo no me supone ninguna carga. En ocasiones amanezco pensando en diseño, incluso antes de poner un pie fuera de la cama. Hasta en mis viajes vacacionales intento visitar museos, exposiciones…
En lo cotidiano, procuro ver mucho cine para hacer de cortina del día, y el senderismo en la naturaleza durante el fin de semana -unas cuatro o cinco horas- ayuda a cargar energías. Resulta algo muy higiénico para la cabeza, no solo para el físico.
Si no se hubiese dedicado al diseño gráfico, ¿a qué se hubiese dedicado?
Veía la arquitectura excesivamente rígida para alguien que quería ser libre. Sin embargo, con el tiempo comprobé que la libertad plena no existe, y volví a encontrarme con esta disciplina. En este sentido, en mi despertar recomiendo sin duda ¿Cuánto pesa su edifico, Sr Foster?, un ejemplo de cómo enfrentarse a los desafíos del proceso creativo.
En una bifurcación de mi vida me hubiese gustado dedicarme a escribir y dibujar cuentos para niños. Es algo que realizo para los de mi entorno, y de hecho soy jurado de certámenes… Pero lo considero una profesión que requiere una vida tranquila, y yo necesito del impulso de la ciudad.
¿Con qué profesional del diseño le gustaría conectar?
Lo cierto es que no me corto a la hora de conectar con alguien a quien admiro o cuyo trabajo sigo. Últimamente he tenido la suerte de conocer a Milton Graser, diseñador de referencia internacional cuya obra se expondrá en la segunda edición de Madrid Gráfica.