Tras 10 años oculto a las miradas de los visitantes, el Pórtico de la Gloria podrá ser contemplado de nuevo a partir del día 27 de julio. La restauradora Olga Gago es parte del equipo de 50 profesionales de diferentes disciplinas que ha obrado el milagro de devolver el color a la piedra compostelana, gracias al mecenazgo de la Fundación Barrié. Han sido más de 50.000 horas de trabajo durante los dos años que se ha prolongado la intervención. Hoy conectamos con esta experta en los pigmentos para hablar de arte, colores y madera.
- ¿Fue difícil ser elegida dentro del reducido equipo de restauración del Pórtico de la Gloria?
Lo difícil debió ser seleccionar al equipo, porque nos presentamos centenares de personas. El Pórtico es de por sí una obra muy apetecible pero además, por su alta complejidad técnica y la disponibilidad de medios, resultaba muy atractivo para cualquier restaurador. Para mí fue una culminación de muchos años de trabajo, una gratificación a mi esfuerzo.
- ¿De qué parte del trabajo de restauración te has encargado?
El plan de trabajo se organizó por tratamientos y el equipo estaba distribuido por zonas. Según la escultura en que estuviésemos trabajando adecuábamos el tratamiento a la patología, que iba cambiando: unas estaban más afectadas por la humedad, en otras el granito estaba más disgregado… Todos hicimos un poco de todo.
- Además de lo que suponía la envergadura de la obra, ¿os encontrasteis alguna dificultad en el proceso?
Partíamos del peor de los escenarios, porque la obra presentaba todas las patologías posibles: presencia de sales, disgregación del soporte, humedad… Debido al clima de Santiago y a la afluencia de gente a la Catedral había grandes oscilaciones térmicas y de humedad relativa a lo largo de un mismo día, y eso es lo que más afecta a la obra. Nuestra gran lucha fue fijar estas condiciones, por eso estaba tan cerrado. No se trataba de una cuestión de discreción.
El gran logro de esta intervención es que se ha conseguido estabilizar el conjunto de una forma muy respetuosa, sin incorporar elementos innecesarios. Todo el material que se ha empleado estaba testado para no aportar nada que pudiese complicar su conservación.
- A pesar de los trabajos de estudio previo, ¿siguen surgiendo sorpresas que afrontar durante una restauración?
Más que sorpresas, cuando observas tan de cerca una obra captas cosas que pasan inadvertidas. Sí me sorprendió que una obra eminentemente escultórica como el Pórtico ha sido muy respetada volumétricamente, sin apenas reconstrucciones, mientras que ha sido intervenida cromáticamente muchas veces.
El color y los pigmentos como elementos artísticos
- El trabajo en el Pórtico se ha centrado en recuperar las policromías, que son de tres épocas. ¿Qué ‘secretos’ nos cuentan sobre cada época?
La empresa Petra S.Coop. realizó un estudio previo en el que definieron la secuencia polícroma del Pórtico, es decir, qué policromía había en cada época. Descubrieron que las diferencias las marcan la valía de los materiales empleados y la calidad de las técnicas.
La policromía original medieval destaca por el empleo de materiales muy costosos y de mayor calidad: lámina de oro pura, pigmentos como el lapislázuli o el rojo cinabrio. La segunda intervención, en época renacentista, se caracteriza porque se utiliza una técnica muy compleja traída de Flandes, el brocado aplicado. La última intervención general tiene lugar en el s. XVII y es de inferior calidad que las anteriores, tanto desde el punto de vista técnico cómo desde el punto de vista de los materiales.
- Trabajas recuperando pigmentos originales, ¿qué nos cuentan esos pigmentos de una época o de una obra?
Los pigmentos son muy elocuentes y de su análisis se desprende muchísima información. Sirven para datar y contextualizar históricamente una obra, porque hay pigmentos que se sabe cuándo se dejaron de utilizar, por su toxicidad, porque era una materia natural que dejó de estar disponible… O cuándo se empezaron a producir.
También aportan otro tipo de información, porque las transformaciones que sufren a veces son indicativas de circunstancias concretas. Por ejemplo, hay óxidos de hierro que se transforman cuando son sometidos a una fuente de calor y eso nos permite saber si una obra ha sufrido un incendio. Otros se transforman por la exposición directa a la luz del sol, algo muy útil en arqueología, porque nos indica que un elemento ha estado expuesto a una fuente de luz, pero también puede ser indicio de que una fachada ha sido modificada, que se ha cegado una ventana….
- ¿Qué destacarías de la evolución del color en la historia del arte?
Más que una evolución, el empleo de unos u otros está en función de la disponibilidad, económica y geográfica. Hay una evolución a nivel científico, en el momento en que aparecen acrílicos o pigmentos sintetizados en laboratorio, pero las técnicas de aplicación se repiten a lo largo de la historia. Desde el principio se emplean pigmentos mezclados con aceites o temples. Y aunque se ha conseguido sintetizar colores muy intensos en laboratorio, no sé hasta qué punto se ha conseguido igualar la luminosidad que desprenden los que se obtienen de materia prima natural.
En cuanto al abanico de colores empleados, las diferencias entre épocas están en relación con la disponibilidad económica. Os sorprendería la cantidad de pigmentos de origen natural que existía ya en la antigüedad. Tomando el ejemplo del Pórtico de la Gloria, la mayor riqueza de colorido se produce en la época medieval. De hecho, se calcula que la inversión en la policromía fue muy similar al coste de la obra escultórica. Emplearon oro, pigmentos traídos desde Afganistán… También hay épocas más austeras en colorido, como el neoclásico, en el que se tiende a imitar piedra a través de la pintura. Incluso los retablos y las piezas de madera se policroman imitando mármoles.
La madera, material histórico y artísitico
- Hablando de madera, un material históricamente ligado al arte. ¿Cuál es tu experiencia en este campo?
He trabajado con todos los materiales, pero es cierto que la madera es un material muy presente en España: en el arte sacro hay mucha madera policromada en escultura, en retablos, pero también hay mucha pintura sobre tabla, mobiliario histórico… También en arqueología siempre se encuentran restos de materiales constructivos: vigas, marcos de puertas y ventanas, útiles del hogar… Los restauradores trabajamos mucho con madera en todas las disciplinas.
La diferencia principal es el distinto comportamiento de cada material a nivel de conservación, porque la técnica de una policromía sobre madera dista muy poco de una sobre piedra. La madera es un material muy vivo y esto afecta más a su conservación.
- ¿En qué proyecto estás embarcada actualmente?
Ahora disfruto de una residencia de investigación en el Getty Conservation Institute sobre la conservación de los valores inmateriales inherentes al patrimonio material. Por ejemplo, para nosotros un retablo barroco es una obra de arte, pero desde el punto de vista cultural es un objeto de culto y es un patrimonio que está “en uso”. ¿Cómo conciliar que se pueda continuar el culto en una iglesia, a la vez que se conserva?
Lo vemos en lo que ha pasado en Navarra con la restauración de una escultura de San Jorge del siglo XVI, hecha con la mejor de las intenciones, porque la gente del lugar quiere ver que su santo presenta muy buena cara, pero muy poco respetuosa desde el punto de vista patrimonial. Hace falta una labor de educación y difusión para evitar que estas cosas ocurran, porque a muchas obras no se les da la transcendencia que tienen.
- De todos los trabajos que tienes a tus espaldas ¿De cuál te sientes más orgullosa?
De todos. No hace falta que una obra tenga la entidad del Pórtico para que sentirte satisfecha. A veces una obra de menor valor artístico presenta unas dificultades que, el hecho de poder solucionarlas ya te satisface. Para mí la participación en la misión española en Jordania fue muy gratificante, aunque mi trabajo se ha centrado en la zona de Asturias, Galicia y León. En el noroeste peninsular, al tratarse de lugares de complicado acceso, ha permitido que hubiese menor renovación de estilos y que se conserve el patrimonio románico o renacentista.
- Y en el futuro, ¿qué proyecto de restauración aún no ha sido abordado y te gustaría hacerlo?
¡Hay muchísimos! Recientemente la UNESCO ha nombrado Patrimonio de la Humanidad la Catedral de Naumburgo, cuyo conjunto escultórico gótico tiene un gran paralelismo con el Pórtico de la Gloria, y en estos momentos es una de las obras en las que más me apetecería trabajar.
El buen restaurador: paciente, diestro y curioso
- ¿Cómo ha influido la tecnología digital en un mundo tradicionalmente analógico como el de la restauración?
La tecnología digital es una herramienta muy útil que ha supuesto un gran avance. Por ejemplo, en el terreno de las restituciones: permiten presentar la apariencia original de las obras y su evolución en diferentes épocas sin necesidad de tener que recurrir a repintarlas. En el aspecto analítico, permite tener un mayor conocimiento del material que está tratando y cómo ha sido ejecutado. Las limpiezas se aprovechan de la aplicación del láser y otras tecnologías de ultrasonidos.
Pero cada obra es un mundo, e incluso dentro de una misma obra puede haber técnicas que funcionan en una zona concreta y en otra no. Se agradecen los nuevos avances, pero las técnicas tradicionales en el mundo de la restauración se siguen utilizando mucho.
- ¿Qué cualidades definen a un buen profesional de la restauración?
Además de la destreza manual y la paciencia, un restaurador debe tener una curiosidad incansable, ser muy observador y muy estudioso. Cómo un médico, debe estar en continua actualización técnica, pero también sobre historia, historia del arte… Un restaurador debe conocer todos los factores que atañen a una obra para hacer una interpretación correcta. Hay que distinguir perfectamente qué tienes entre manos y cómo ha sido su técnica de ejecución, para hacer la mejor restauración. Sin eliminar nada necesario, ni añadir nada inventado.
- ¿Qué faceta de tu trabajo disfrutas más y por qué?
Es muy estimulante ver cómo cambia la obra durante el trabajo de campo, pero es un trabajo muy monótono. Por eso para mí la parte más gratificante es la investigación, que permite poner de manifiesto todas las informaciones que se desvelan durante la intervención sobre los procesos de creación de la obra o su historia.
- Si no hubieses sido restauradora, ¿qué crees que estarías haciendo ahora?
Creo que diseñadora gráfica, porque siempre me han gustado los estampados en papel, en tejidos… O me dedicaría al paisajismo, porque me encanta la jardinería, el diseño de jardines, la restauración de jardines históricos… ¡Al final todo vuelve!
- ¿Cómo desconectas del trabajo?
Es complicado, porque es una profesión muy vocacional y te atrae todo lo que está relacionado con el arte. Pero tengo muchas aficiones, como la jardinería, la cocina, viajar… De lo que no desconecto nunca es del color, no puedo evitar buscar la armonía en todo lo que hago, colocar las cosas de cierta manera… ¡Incluso al cocinar! Al final el color, la luz, lo es todo. Cambia tanto la apreciación de algo según como esté iluminado…