CONEXIÓN CON… Paula Camiña, experta en biodiseño: «El biodiseño tiene mucho que aprender de los oficios tradicionales»

Paula Camiña es ingeniera de Diseño Industrial y Desarrollo de Producto y experta en biodiseño, disciplina en la que se formó en el máster específico que tienen en la universidad Central Saint Martins, en Londres. Fue parte, de hecho, de la primera promoción de ese máster en un momento en el que no era posible especializarse en biodiseño en ningún otro lugar. Su proyecto final fue Co-Obradoiro Galego, en el que colaboró con tres cesteiros para buscar biomateriales que ayudasen a rescatar la técnica tradicional. El proyecto sigue en marcha a través de cursos y conferencias, mientras Camiña lo compagina con su trabajo en una firma londinense de cosmética natural a partir de algas.

¿Cómo llegó el biodiseño a tu vida? ¿Qué te atrajo de la disciplina para especializarte en ella?

Mientras estaba cursando Ingeniería en Diseño Industrial y Desarrollo de Producto en la Escuela Universitaria de Diseño Industrial, en Ferrol, me planteé cómo podía aportar valor para desarrollar un nuevo producto, un nuevo objeto, o a uno ya existente. Partiendo de esa pregunta, para mí la respuesta estaba en su materialidad. Fue ahí cuando di con la disciplina del biodiseño. Estaba también buscando másteres y me encontré con un artículo en Deezen en el que hablaban de uno nuevo centrado en el biodiseño en Central Saint Martins, en Londres. Yo ya había hecho un curso en esa universidad el año anterior, por lo que conocía el centro y me interesaba estudiar ahí. Fui parte de la primera generación del máster en biodiseño a nivel global, no existía otro tipo de formación en la disciplina. 

 

Tu proyecto de fin de máster fue Co-Obradoiro Galego, en el que utilizáis el biodiseño y biomateriales a partir de cáscaras de marisco o algas en una técnica tradicional como la cestería. ¿Cómo surgió la idea? ¿Cómo fue el proceso de desarrollo?

El Proyecto de Fin de Máster me cuadró en 2020, en el primer confinamiento, cuando me encontraba en Galicia. Empecé con una búsqueda científica, que es como se comienzan los proyectos de biodiseño, pero ya con mucho interés en los materiales flexibles, que no sé por qué siempre fueron mi pasión. En ese proceso, descubrí proyectos que estaba desarrollando en el MIT la arquitecta Neri Oxman, que exploraba estructuras de formato de gran escala que eran flexibles y tenían este origen biológico. Partiendo de esa investigación científica ya existente y, al no saber si podría regresar a Londres y tener acceso al laboratorio, decidí darle un enfoque local al proyecto, para lo que me centré en estudiar residuos en la zona, como las cáscaras de marisco, que mostraban ya de por sí potencial para desarrollar un biomaterial flexible.

Eso me llevó a tener conversaciones con personas que trabajan diariamente con el mar: cofradías de mariscadoras, pescadores, empresas pesqueras… Ahí pude aprender de su experiencia y también comprender los desafíos de su día a día y conocer las herramientas. El punto de conexión entre estas conversaciones y la cestería empezó por las nasas. Yo vi las nasas antiguas hechas de madera y me parecieron muy bonitas, fueron lo que despertó mi interés por la cestería. En los últimos años, esa artesanía se ha tenido que reinventar, ya que la madera del eucalipto y los pinos, predominantes en nuestros montes en Galicia, no es compatible con las técnicas de cestería de láminas tradicional. De ahí surge la idea de introducir este nuevo material hecho a partir de cáscaras de marisco siguiendo los mismos principios que la cestería: usar un material local y flexible. Más adelante hicimos una segunda colección con un biomaterial a partir de algas. Pasé muchísimos días grabando, diseñando las piezas en tres talleres de cesteiros, los de Rubén Berto, Enrique Táboas y Carliños González. En la fase final, de vuelta en Londres, ya desarrollé el material en el laboratorio de la universidad.

 

¿Crees que el biodiseño puede ser una forma de rescatar técnicas tradicionales?

Rescatar quizás se quede un poco grande. Pero sí creo que el biodiseño puede tener un papel clave en la evolución de técnicas tradicionales. Tendemos a relacionarlo con ideas futuristas que requieren laboratorios súper avanzados, pero yo creo que el biodiseño tiene mucho que aprender de los oficios tradicionales. Muchas veces las respuestas a esas preguntas que nos hacemos como diseñadores tienen su respuesta en un conocimiento que ya existe y que se ha trabajado en armonía durante mucho tiempo, durante muchas generaciones. 

 

¿Qué puede aprender el biodiseño de técnicas tradicionales como la cestería?

Pues, por ejemplo, la cestería parte de recursos locales y de procesos de producción sostenibles que transforman un tronco de una madera en una lámina que nos permita tejer. Ese proceso se replica en el biodiseño. Se trata de entender los recursos locales que tenemos a nuestro alrededor y ver cómo podemos transformar un residuo, por ejemplo, como las cáscaras de marisco, en algo que pueda aportar valor a otra comunidad. En Co-Obradoiro Galego, un residuo para la industria del mar se convierte en un material de valor para la cestería de láminas.

 

Ahora trabajas en Haeckles, una empresa que hace cosmética natural a partir de algas. ¿Cuál es tu rol?

Mi puesto es el de líder en biodiseño. Llevo la parte de innovación a través de materiales, que puede tomar forma de distintas maneras, desde el desarrollo de producto, entendiendo el producto como packaging o productos en sí. Mi primer proyecto, por ejemplo, fue desarrollar un vaso comestible para un entorno de festivales y cuyo impacto medioambiental fuese cero. Lo que hice fue desarrollar un material que fuese comestible y compostable a la vez, y que cumpliese los requisitos utilitarios para poder servir como un vaso y soportar hielo, además de tener buen sabor y un valor estético. 

 

¿El biodiseño es siempre sostenible?

Sí. Para mí el biodiseño es una disciplina dentro del ámbito del diseño en la que se aplican principios científicos a un pliego de condiciones. Una de las condiciones es la sostenibilidad. Cuando partes de que no solo su origen debe ser biológico, sino también los métodos que se emplean en el desarrollo, de por sí existe una relación entre biodiseño y sostenibilidad. Hay también un factor muy importante en el que siempre pongo énfasis: la diferencia entre un modelo sostenible y un modelo regenerativo. Se trata de ir más allá y no solo reducir el impacto negativo, sino también de promover su regeneración. Es la idea que comentaba antes de que podemos transformar un residuo en un recurso valioso.

 

¿Crees que hay un papel para materiales tradicionales como la madera?

Por supuesto que sí. La madera puede seguir jugando un papel clave. El biodiseño debe comenzar desde la reflexión de los materiales que ya existen en nuestro entorno y debemos reemplazarlos por otros solo si los nuevos realmente aportan un valor medioambiental significativo. En el proyecto Co-Obradoiro Galego lo que hacemos es promover un balance y una sinergia entre lo tradicional y lo innovador, combinar materiales tradicionales como la madera con nuevos materiales. Así conectamos esta idea del pasado con el futuro. 

 

¿A qué retos se enfrenta el biodiseño, qué hace falta para que sea algo mayoritario? 

En el biodiseño existe un vínculo estrecho con la innovación, que siempre implica enfrentarse a una serie de retos técnicos a la hora de creación de estos nuevos sistemas de producción de materiales. Es un nivel de investigación y desarrollo considerable. Pero, a la vez, estos procesos, que pueden ser costosos y difíciles de replicar a gran escala, sí que muestran posibilidades de que se puedan convertir en una técnica mayoritaria. Yo creo que al final el cambio que hay que hacer es en el modo en que consumimos: adoptar un modelo más sostenible o un modelo regenerativo en el que consumimos menos y que permita una producción más efectiva, eficiente y respetuosa con el medio ambiente. 

 

Continúas vinculada a la universidad a través de la docencia. ¿Qué has aprendido?

Dos palabras claves se me vienen a la mente: respeto y empatía.

 

¿De dónde extraes tu inspiración diaria? 

Soy una persona muy curiosa. Creo que esa curiosidad, y también la sensibilidad que tengo, hacen que me inspire todo lo que me rodea. Esa curiosidad también me lleva a tener conversaciones constantes con personas o con empresas que comparten valores e intereses similares. También me inspira observar cómo las personas se relacionan con sus objetos diarios. Otra fuente de inspiración son los libros, como el que estoy leyendo ahora, Fewer Better Things, de Glenn Adamson. Toda la reflexión de cómo nos relacionamos con los objetos que tenemos a nuestro alrededor en nuestra vida diaria y cómo los valoramos ha sido clave en los últimos años.

 

Desde luego, tu trabajo parte de un profundo compromiso con la sostenibilidad y el respeto por lo local. ¿Cuáles son tus valores como biodiseñadora?

Cuando tengo una presentación siempre empiezo con tres valores que parten de referencias que son tanto de Galicia como globales y que definen mi trabajo en Co-Obradoiro Galego. La primera es sobre la conexión con nuestros orígenes y raíces y viene del Laboratorio de Formas: “Una obra debe ser hija de su tiempo, pero no debe ignorar de dónde proviene”. La segunda es sobre la honestidad y la inocencia, es de Rick Rubin: “La inocencia da lugar a la innovación. La falta de conocimiento puede abrir más oportunidades para explorar nuevos caminos”. Con esa inocencia es con la que me dirigí a los cesteiros, con la idea de que no sé y tener la curiosidad y valentía para hacer preguntas. La última es sobre la colaboración y es de Soetsu Yanagi: “…Un mundo donde la calidad está garantizada por el esfuerzo colectivo”. 

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