El aumento de las familias monoparentales y de los hogares unipersonales nos lleva a buscar nuevas fórmulas de habitación. Los mayores nos llevan ventaja en la creación de comunidades de vivienda, pero no son los únicos que se pueden beneficiar de este modo de vida.
Acostumbrados a ver en las películas americanas a pandillas de mayores tan vitales como los adolescentes compartiendo urbanización al estilo de ‘Cocoon’ (1985), han tenido que ser los seniors los que implanten en España el cohousing o viviendas colaborativas.
Estas viviendas pueden considerarse un paso más en la línea de la economía colaborativa que ha dado lugar al nacimiento de plataformas de intercambio de servicios y bienes entre particulares como Blablacar, Airbnb o Drivy.
Las bases del cohousing: autopromovido, autogestionado, codiseñado
Nos hemos acostumbrado a vivir en edificios donde no conocemos ni el nombre del vecino de la puerta de al lado. El cohousing es, en cierto modo, una vuelta a los tiempos en que la gente se conocía y se ayudaba, a la solidaridad de pueblos y barrios que se ha ido perdiendo.
Pero no cualquier vivienda colectiva es un ejemplo de cohousing. Para poder considerarse como tal debe cumplir algunos requisitos: ser autopromovido por un grupo de personas, que ellas mismas se encarguen también de su autogestión, que no existan jerarquías, ser codiseñado por todos y contar con una presencia significativa de zonas comunes.
¿Qué caracteriza al cohousing? El habitante mantiene la independencia de tener su propia casa y le suma la ventaja de contar con los servicios que necesita. Porque una de las claves es el papel activo de sus usuarios: cada uno aporta su experiencia y sus preferencias y entre todos deciden cómo será cada proyecto, qué servicios tendrán y cómo se gestionarán. Las viviendas suelen ser reducidas para favorecer la convivencia y el uso de los espacios comunes. Porque en el cohousing se busca siempre el beneficio mutuo.
Fuente: Trabensol.org
Los pioneros: Trabensol
Jaime Moreno-Monjas y su mujer no querían envejecer solos, ni ir a una residencia ni convertirse en una carga para sus hijos. Lo que querían era compartir su vejez con personas con inquietudes similares a las suyas. Con amigos. Tras mucho trabajo lo consiguieron en 2013 con la creación de Trabensol.
Trabensol es una comunidad de vivienda colaborativa para mayores que cuenta con 82 residentes que viven en 54 apartamentos independientes pero compartiendo zonas comunes y servicios como el almuerzo, la limpieza, la lavandería o la atención médica. También comparten sus conocimientos para ayudar al mantenimiento de las instalaciones o para organizar actividades para el grupo. Así, el que sabe fontanería se encarga de solucionar una fuga, y el que sabe de jardinería, puede montar un huerto comunitario con sus compañeros. Esta manera de vivir facilita el desarrollo de actividades, fomentando el envejecimiento activo.
Según un estudio de la Unión de Pensionistas y Jubilados de España (UDP), dos de cada tres mayores españoles han oído hablar del cohousing y un 44 % optaría por este modelo, llegado el caso. Así que solo era cuestión de tiempo que estas iniciativas se fuesen extendiendo. Por ejemplo, Sostre Cívic trabaja desarrollando proyectos de acceso a la vivienda no especulativa. Esta entidad sin ánimo de lucro tiene actualmente más de 10 grupos de seniors activos preparando sus propios proyectos. La Muralleta (Tarragona), Profuturo (Valladolid) o Residencial Puerto de La Luz (Málaga) son otros ejemplos que podemos ver en el mapa del cohousing en España de eCohousing.es.
El cohousing no es solo para mayores: cohousing intergeneracional
De hecho, las comunidades de vivienda nacieron en Dinamarca en los años 60 ligadas a familias que optaban por esta fórmula para compartir la crianza de los hijos. A Estados Unidos llegaron en los 80 de la mano de los arquitectos Charles Durret y Kathryn M. McCamant, que tras recorrer más de 100 comunidades danesas, acuñaron el término cohousing (acrónimo de ‘colaborated housing’) para referirse a este modo de vida.
La Borda es una cooperativa de viviendas que ha comenzado a construirse en 2017 en el barrio barcelonés de Can Batlló. Dispondrá de una treintena de pisos de diferentes tamaños y sus 50 habitantes, adultos y niños, compartirán espacios comunes como una cocina con comedor, una gran sala polivalente, un espacio de trabajo, trasteros y una lavandería.
La Borda se basa en el modelo de cesión de uso que define la vivienda como un derecho de uso y de propiedad colectiva. En este edificio de propiedad colectiva no se paga alquiler, sino una cuota de uso que dependerá del tamaño de la vivienda.
Entrepatios es otra cooperativa de vivienda colaborativa que sigue el mismo modelo. Situado en Madrid, tiene muchos puntos en común con el proyecto catalán. La comunidad cuenta ya con un solar y un proyecto que incluye 24 viviendas, locales comerciales y zonas comunes, entre las que destaca la cubierta con huerto y las terrazas. Será construida con materiales ecológicos, contará con una instalación fotovoltaica y un sistema de recuperación de aguas para el riego de la cubierta.Fuente: Entrepatios.org.
Modelo de sostenibilidad
“El diseño de los espacios busca conscientemente facilitar la vida y fomentar las relaciones sociales”, señalaba Charles Durrett en una jornada sobre cohousing en Madrid, para quien “arquitectónicamente se parece más a un pueblo que a una urbanización”.
A nivel arquitectónico, los proyectos de cohousing suelen destacar por su carácter sostenible. «Que un piso sea asequible no solo depende del coste de construcción, sino también del coste de mantenimiento”, explica Cristina Gamboa, arquitecta de La Col, que se encarga del proyecto de La Borda. En su proyecto, la situación y el aislamiento de altas prestaciones permiten prescindir de la calefacción, apostando por una estructura de madera, más eficiente.
Es habitual que sigan los principios de la arquitectura bioclimática, para obtener un mejor aprovechamiento energético y reducir su impacto ambiental. También suelen incorporar fuentes de energía renovables, como placas solares o energía geotérmica. “Es una vida más práctica, económica y sostenible”, resume Durrett.
En la vivienda colaborativa, son los cooperativistas quienes deciden cómo y dónde quieren vivir y los arquitectos acompañan y facilitan el proceso bajo la máxima de “diseñar escuchando”. ¿Estamos listos para el cambio?