Mi barrio está gentrificado, ¿quién lo desgentrificará?… Parece un trabalenguas, pero si en tu barrio de toda la vida abre una tienda de cupcakes donde antes había un ultramarinos, es fruto de la gentrificación.
¿Qué es la gentrificación?
El término gentrificación alude al proceso mediante el cual la población original de un barrio, generalmente céntrico y popular, es desplazada por otra con un estatus socioeconómico superior. La palabra es un neologismo adaptado al español a partir del término inglés gentrification, acuñado en 1964 por la socióloga Ruth Glass para describir cómo la gentry (burguesía acomodada) desplazaba a los residentes de los barrios populares londinenses.
Su mejor traducción sería ‘elitización’ o ‘aburguesamiento’. El proceso es progresivo y termina con un total cambio del tejido social debido a la revalorización del suelo que implica una subida en los alquileres que provoca que los habitantes tradicionales tengan que mudarse a barrios más modestos y periféricos.
Mural de El Rey de la Ruina en Lavapiés (Madrid). Foto: Mónica Nión.
First we take Manhattan
Alvaro Ardura y Daniel Sorando con un urbanista y un sociólogo que han decidido analizar en un libro en qué consiste el fenómeno. First we take Manhattan. La destrucción creativa de los barrios toma su nombre del lugar que vio nacer el fenómeno. Tras Manhattan, sí, llegó Berlín. Y después el mundo. En España el fenómeno se inició en Barcelona con los Juegos Olímpicos del 92 y no tardó en llegar a Madrid, donde los barrios que vieron nacer la movida han perdido su identidad. O tomado otra.
En First we Take Manhattan, Ardura y Sorando se dirigen a los ‘hipsters’, esos nuevos colonizadores, para que sean conscientes de su papel en el proceso, en el que distinguen cuatro etapas: degradación, estigmatización, resignificación y mercantilización.
Los procesos gentrificadores suelen comenzar de la mano de los ‘exploradores’, normalmente las clases creativas, con formación pero bajos ingresos, que buscan alquileres moderados. Esto va cambiar la fisonomía del barrio, con la apertura de nuevos negocios ‘con encanto’, alternativos y modernos. La socióloga Sharon Zukin lo llama `la domesticación por el capuccino’. “Con su llegada comienza a cambiar el perfil del vecino del barrio y es menos arriesgado para un inversor jugarse el dinero”, explica Daniel Sorando.
La inversión también es animada por la intervención de las administraciones, contribuyendo a pacificar ese territorio y dotarlo de servicios y espacios públicos. Es entonces cuando los grupos de inversión realizan adquisiciones a bajo precio que venderán con grandes beneficios a las clases medias que llegan a ‘colonizar’ el barrio y disfrutar de su mejora.
Cómo señala Daniel Sorando, “Al principio, cuando al inversor privado le asusta poner su dinero en cierto barrio porque aún no es muy atractivo, son los fondos públicos los que contribuyen a pacificar ese territorio. Pero quién disfruta la mejora del barrio es gente que nunca ha luchado por él”.
Los poderes públicos intentan presentarlo como un proceso de ‘regeneración, pero como explica Sorando “una política de regeneración urbana cambia los indicadores de un barrio no porque las personas que allí vivían antes mejoren sus condiciones por esa intervención política, sino porque como resultado de la intervención cambian las personas que residen allí”. La gentrificación no acaba con los problemas sociales de un barrio, sino que, simplemente, los desplaza hacia otra zona, junto con su población.
Pongamos que hablo de Madrid
Malasaña, Chueca y Lavapiés son los nombres que todos repiten para hablar del fenómeno madrileño. Malasaña y Chueca se encuentran ya en la última fase. Tras el cierre del Mercado de Fuencarral y la cafetería Somosierra, en la calle Fuencarral es casi imposible encontrar un establecimiento que no sea una franquicia. Esas franquicias que hacen que los centros de las ciudades sean prácticamente intercambiables en los recuerdos de las personas. Mientras en Chueca los bares de diseño le han tomado la delantera a las saunas.
Lavapiés es un barrio en pie contra la gentrificación. Los vecinos de Lavapies demandan una verdadera regeneración que elimine los conflictos y los dote de servicios públicos, sin expulsarlos de sus casas hacia la periferia. Un documental de Sinfiltros.org muestra todas las caras del fenómeno en el barrio.
Barcelona, una ciudad para turistas
Otro término en boga es el de turistificación. Es el cuento del cazador cazado: los nuevos pobladores de los barrios céntricos se ven desplazados por los turistas. La turistificación está muy ligada al auge de las viviendas de uso turístico, mucho más rentables económicamente para los propietarios. Esto deriva en un aumento de los precios que expulsa a los residentes permanentes hacia otros barrios que les ofrezcan los servicios públicos que también son desplazados por un tejido comercial orientado al ocio y el turismo, como las tiendas de souvenirs. Para Ardura y Sorando, gentrificación y turistificación son dos procesos que se superponen con los mismos efectos negativos.
Las trolleys de los turistas han sustituido a los carritos de la compra en las Ramblas (Barcelona).
En Barcelona el turismo se ha convertido ya en el principal problema de la ciudad para los vecinos, según datos del último barómetro semestral del Ayuntamiento de Barcelona. “Incluso encuestas realizadas entre los propios turistas alertan de la saturación”, señala Suso López, trabajador de Ciutat Vella, un distrito que pierde 106 vecinos cada mes. “La sustitución poblacional se percibe en un doble nivel: por la presión turística y la presión inmobiliaria”. La presión turística se evidencia en el uso del espacio público, invadido por los turistas; en el mix comercial, con la disminución del comercio de proximidad y aparición de nuevas tipologías de negocios; y, sobre todo, en el inmenso número de apartamentos turísticos, que provocan que lo que hasta ahora eran inmuebles residenciales dejen de serlo. La presión inmobiliaria es ejercida por fondos de inversión que, tras expulsar a los vecinos en régimen de alquiler, rehabilitan inmuebles que regresan al mercado con un precio muy superior.
Este ciudadano de Barcelona no encuentra ningún aspecto positivo a la turistificación de la ciudad, ni para sus vecinos ni para sus visitantes. Entre sus efectos negativos destaca “la emergencia residencial que provoca la expulsión de vecinos” pero también la pérdida de espacios comunitarios y de relación y la ruptura de redes sociales y asociativas. Para luchar contra ella se multiplican las movilizaciones sociales como #OcupemLesRambles, encabezadas por asociaciones vecinales, y que “son clave para empujar hacia una mayor regulación del turismo y sus efectos”, señala Suso López. Por ejemplo, la plataforma Salvem Les Drassanes acaba de ver cómo el gobierno municipal deniega la licencia para la construcción de un hotel en su entorno.
Suso termina su contrato de alquiler en 2018 y ya está buscando alternativas, por el complicado momento que atraviesa el mercado de alquiler en Barcelona: “Una parte de la situación se puede atribuir al turismo y al desplazamiento poblacional que provoca con la expulsión de vecinos, pero también hay un componente que tiene que ver con la imposibilidad de regular los precios del mercado de alquiler y la especulación creciente”.
¿Están las pequeñas ciudades a salvo de la gentrificación?
“Cuando a las grandes ciudades viene capital de fuera a invertir todo es más notorio”, señala Álvaro Ardura. Pero la gentrificación no sólo ocurre en Madrid y Barcelona. El Pumarejo en Sevilla, El Cabanyal y Ruzafa en Valencia, la Magdalena en Zaragoza, San Francisco en Bilbao, son otros barrios que también notan sus efectos. En algunos lugares todavía es percibido como un fenómeno positivo que trae nuevos residentes y actividad económica a cascos históricos en muchos casos gravemente abandonados. Pero cuando las barbas de tu vecino veas cortar…
Ilustración de Tim Snell.