En su libro The Geography of Childhood, Gary Paul Nabhan explica cómo se dio cuenta, en una excursión con sus hijos, de la cantidad de tiempo que pasaban las personas adultas «escudriñando el paisaje» en busca de vistas pintorescas y panoramas «mientras los niños se echaban al suelo y se entretenían con lo que tenían delante». Ese interés infantil por insectos, huesos, piñas o flores silvestres, siempre examinados muy de cerca, es lo que también tenía en mente el biólogo Edward O. Wilson (especialista en algo tan cercano al suelo como las hormigas) al dedicar un libro al concepto de biofilia, que definió como «la tendencia innata a prestar atención a la vida y a los procesos naturales». Poco después, uno de sus colegas de universidad y colaborador habitual, Stephen Kellert, llevó la biofilia al campo del diseño y la arquitectura y desarrolló la idea de diseño biofílico.
Qué es el diseño biofílico y por qué es importante
En un artículo que dedicó a la aplicación de la biofilia en el diseño, Kellert justificaba la necesidad de algo así recordando que la mayor parte de lo que hoy consideramos habitual tiene un origen todavía relativamente reciente: la invención de las ciudades (6.000 años), la producción en masa de bienes y servicios (400 años) o la tecnología electrónica (un par de siglos). “El cuerpo, la mente y los sentidos humanos evolucionaron en un mundo biocéntrico y no construido o inventado por humanos”, sostenía.
Pese a habernos ido alejando de la naturaleza poco a poco, esa tendencia a buscarla sigue ahí (disposición a pagar más por una casa con vistas a la naturaleza, seguimos yendo al campo o a hacer senderismo) y no son pocos los estudios que relacionan el contacto con lo natural con beneficios para la salud (y su déficit, con problemas).
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“En el diseño, la biofilia se traduce en espacios que replican la complejidad, armonía y resiliencia de los ecosistemas naturales. No se trata solo de añadir plantas, sino de regenerar tanto a las personas como a los espacios, integrando estrategias multisensoriales que respeten la cultura y el contexto de cada lugar”, explica Nuria Muñoz, experta en diseño biofílico y fundadora de Habitarmonia Academy and Ecosystem.
Incorporar elementos biofílicos en los espacios “mejora la calidad de vida de las personas y promueve su bienestar físico y emocional”, aseguran Jade Serra y Laia Montserrat, profesionales del estudio de arquitectura sostenible Slow Studio. “La razón de ser de la biofilia radica en que los seres humanos evolucionamos en entornos naturales, por lo que nuestra salud y confort dependen de mantener una conexión con la naturaleza, incluso en entornos urbanizados”, elaboran.
Estrategias de diseño biofílico
¿Cómo se traduce todo esto en el diseño de un espacio? Nuria Muñoz insiste en que no se trata simplemente de incorporar la naturaleza en la arquitectura o en el diseño, sino más bien de adoptar un enfoque “regenerativo y funcional”, que busca “sanar tanto a las personas como a los espacios, en armonía con su cultura y su ecosistema, impactando directamente en nuestra salud cognitiva, emocional y fisiológica”.
Desde Slow Studio, por su parte, Serra y Montserrat mencionan algunos beneficios concretos del diseño biofílico: mejora de la salud (al reducir el estrés y la ansiedad y acelerar la recuperación de enfermedades), aumento de la productividad y concentración, fomento de la creatividad y el bienestar emocional y reducción de problemas sociales (“mejora las relaciones interpersonales y refuerza la sensación de comunidad”).
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En la práctica del diseño, todo esto se puede plasmar a través de las siguientes estrategias que enumera Nuria Muñoz:
- Diseño inspirado en la naturaleza viva. Espacios con materiales naturales y biodiversidad que reflejen el entorno local.
- Luz y ritmos naturales. Diseñar con ciclos lumínicos que respeten el ritmo circadiano, utilizando luz natural, sombras dinámicas y transiciones que imiten el amanecer y el atardecer.
- Materiales saludables y transpirables. Usar elementos como arcilla, madera sin tratar y fibras naturales que no solo aporten bienestar visual y táctil, sino que también mejoren la calidad del aire.
- Sonidos y paisajes acústicos restaurativos. Introducir sonidos de agua, viento o fauna local, evitando ruidos urbanos disruptivos y creando entornos que favorezcan la concentración y la calma.
- Espacios regenerativos y culturales. Diseñar lugares que no solo conecten con la naturaleza, sino también con la identidad y el patrimonio local, respetando tradiciones y saberes ancestrales.
- Fluidez y conexión con el entorno. Espacios abiertos, transiciones suaves entre interior y exterior, y elementos que fomenten la interacción con el entorno natural y social.
Materiales para el diseño biofílico
Concluir que introducir la biofilia en un espacio consiste simplemente en usar materiales naturales abre la puerta a un error común: no ver más allá de lo supuestamente verde. Serra y Montserrat indican que hay que considerar los impactos ambientales de la extracción, transporte o procesamiento de los materiales naturales que se usan. Además, muchos de ellos a veces incluyen acabados sintéticos, pinturas o barnices que emiten compuestos orgánicos volátiles y otros tóxicos.
Eso no significa que haya que renunciar a los productos que sean fruto de la innovación tecnológica. Los tableros de chapa natural, combinada con la aplicación de acabados en relieve en la superficie, como el Fibranatur Tex Fuji Roble Rigato, además de haber generado bajas emisiones en su producción, permiten tener la calidez y la naturalidad de la madera junto con una durabilidad asegurada.
Ocurre algo similar con Fibrapan Tex Mojave y Fibrapan Tex Flute, tableros texturizados de fibra que ofrecen una superficie compacta, idónea para la aplicación de diferentes tipos de barnizado o lacado. Otra opción es Fibrapan Castaño Flavia, chapa de madera de castaño que potencia al máximo la textura propia del árbol, o el tablero Fibrapan Roble Rigato, de chapa seleccionada de madera de roble europeo cortado al hilo, idóneo para proyectos de panelados o frentes de muebles. Todos estos productos, además, han sido desarrollados de un modo sostenible.
Errores comunes a la hora de entender el diseño biofílico
“El verdadero diseño biofílico no es solo traer la naturaleza a los espacios, sino crear bajo los principios de la naturaleza: resiliencia, adaptación, regeneración y bienestar integral”, sostiene Nuria Muñoz. Estos son algunos de los errores más comunes:
- Reducir la biofilia a un elemento decorativo. “Agregar plantas sin optimizar luz, ventilación, materiales saludables o integración ecológica no genera un impacto real”, explica Nuria Muñoz. Algo similar plantean Jade Serra y Laia Montserrat, que insisten en que se trata de una filosofía de diseño que debe estar presente desde la concepción del proyecto. “Esto implica también la creación de espacios de transición entre el exterior y el interior, como patios bioclimáticos, pérgolas o galerías, o garantizar una conexión visual y sensorial constante con la naturaleza. No se trata solo de contacto con la naturaleza, sino de diseñar para el confort y la calidad de vida de las personas”, ejemplifican.
- No tener en cuenta las características locales. “Un error frecuente es ignorar el contexto geográfico, climático y cultural del lugar. Por ejemplo, implementar estrategias bioclimáticas inadecuadas para el clima local, como usar grandes ventanales en zonas de clima extremo sin protección solar, o emplear plantas no autóctonas que requieren un consumo hídrico desproporcionado y que no se integran en el ecosistema”, señalan las expertas de Slow Studio. También hay que adaptarse al contexto y a la cultura, añade Muñoz. “La biofilia no es un concepto universal aplicable de la misma manera en todas partes; debe reflejar el entorno, las tradiciones y las necesidades específicas de cada comunidad”.
- Falta de coherencia con la función del espacio. Un ejemplo de esto, propuesto por Nuria Muñoz, sería incluir materiales o un diseño que genere mala acústica en un hospital o falta de confort en oficinas. Esto, además, ignora la integración multisensorial: no hay que olvidar el sonido, la textura, la iluminación dinámica, la calidad del aire o la temperatura.
- No considerar la regeneración del entorno. En línea con lo expuesto anteriormente por Jade Serra y Laia Montserrat, Nuria Muñoz explica que “un diseño biofílico efectivo no solo beneficia a los ocupantes de un espacio, sino que también restaura el ecosistema, mejora la biodiversidad y fomenta la resiliencia climática”.
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Qué falta todavía para un futuro biofílico
La biofilia no es, en realidad, nada nuevo, recuerdan desde Slow Studio, aunque ahora mismo se perciba como una técnica innovadora. “En el estudio, siempre decimos que las personas nos hemos acostumbrado a llamar erróneamente ‘materiales convencionales’ a aquellos que llevan poco más de 100 años en la historia de la humanidad, como son los materiales sintéticos, plásticos, hormigón o acero. Estos materiales requieren combustibles fósiles en sus procesos productivos y emiten grandes cantidades de CO2, principalmente en las primeras fases de su ciclo de vida (extracción y transformación). Los materiales convencionales, para nosotras, son aquellos que llevan miles de años en la historia de la arquitectura: la piedra, la tierra, la madera, la arcilla, la cal o las fibras vegetales, entre muchos otros”, reflexionan.
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En este momento actual de distanciamiento de lo natural, ¿cómo hacer que el diseño biofílico pase de ser una tendencia al modo normal de hacer las cosas? Nuria Muñoz menciona algunos campos en los que se puede profundizar: un enfoque más riguroso y obligatorio en normativas globales (WELL y LEED son dos buenos comienzos, pero hace falta más), mayor conciencia en los sectores inmobiliario y de la construcción, inversión y respaldo económico, integración interdisciplinaria (profesionales de la arquitectura, urbanismo, diseño, neurociencia o salud “deben colaborar”) y, por último, medición y validación del impacto.
Conforme más estudios “refuercen su impacto y más empresas e instituciones lo adopten, la biofilia dejará de ser un lujo o una excepción para convertirse en una norma de diseño regenerativo”, concluye la diseñadora. Y esta etapa de distanciamiento de lo natural se convertirá solo en un extraño paréntesis en la historia de la evolución humana.
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