“Debemos tener la mentalidad hacker -quitarle esa connotación negativa- para conocer muy bien un sistema y plantearnos formas alternativas para trabajar”. Así se expresaba en la revista Entrepreneur el profesor de Innovación y Tecnología en IE Business School Enrique Dans (a quien entrevistamos en Connections By Finsa). La cultura hacker, de la que te hablábamos en este post, puede ser una espita para crear nuevas formas de diseñar en un momento en el que necesitamos, más que nunca, pensar fuera de la caja.
La cultura hacker más allá de la tecnología
Defiende Dans que el isomorfismo y las réplicas de modelos no estimulan el progreso ni la innovación en ningún sector. La pandemia ha generado efectos de reinvención que van mucho más allá de la transformación digital, como explica Marten Mickos, el tecnólogo y fundador de HackerOne: “solíamos pensar que las personas son el problema y que la tecnología es la solución pero, en realidad, esto es al revés”.
Sí, en un mundo tan tecnológico y digitalizado, el principal capital sigue siendo humano, no robótico. Ya nos lo demostraron el movimiento maker y la comunidad fixer, centradas en compartir cómo reparar y explorar las funcionalidades de cualquier objeto cotidiano. Problemas comunes, soluciones en comunidad.
En otros ámbitos, plataformas como Uber o Airbnb han puesto sobre la mesa -con sus aristas- que se puede generar disrupción en áreas tan conservadoras como el transporte privado o el alquiler de inmuebles. ¿De qué manera lo han hecho? Explorando los fallos o vulnerabilidades del sistema: alojamientos impersonales y precios desmesurados, falta de control sobre el trayecto de un transporte privado… y desde una mentalidad hacker, aportaron soluciones.
Hackeando la arquitectura y el interiorismo
¿La filosofía hacker también puede aplicarse a la arquitectura y el interiorismo? Recordamos cuando hablábamos con Tomas Garcés, fundador de FirstBuild, y nos contaba que su inquietud por repensar los sistemas le venía dada por el entorno familiar, donde abundaban diseñadores y profesionales vinculados a la arquitectura. La relación es más que evidente.
Lo básico consiste en tener el chip de la innovación incorporado dentro de nuestra conceptualización del diseño y, a su vez, adaptarnos a la escala que deseemos: en arquitectura e interiorismo ya se conocen distintas experiencias, involucrando desde muebles hasta edificios completos.
Una representante del hackeo de muebles es la arquitecta Izaskun Chinchilla, quien define la metodología como “una inspiración para creadores que transmite el mensaje de que todo lo que tienen alrededor se puede transformar en algo que nadie espera”. En algunos de sus proyectos, Chinchilla ha trabajado modificando y transformando mobiliario industrial y contemporáneo, dando fe de este lema.
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El hackeo en interiorismo puede alcanzar desde un diseño de estructura flexible para un piso hasta la impresión de estructuras en 3D. Enorme Estudio sintetiza esta primera idea como “vivir espacios pequeños a lo grande”, algo a lo que muchas personas se sobrepusieron durante el confinamiento, hackeando sus propios hogares y convirtiendo las cocinas “en auténticos laboratorios de investigación”, según explican desde el estudio.
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La impresión 3D supondría el hackeo más sofisticado y cargado de futuro, pues tiene una estimación de aumento de demanda en el mercado del 91% en los próximos siete años, como predice este informe. Desde el Institute for Advanced Architecture of Catalonia (IACC), definen este hackeo como “inventar una nueva forma de construir” en la que todo es solamente cuestión de desarrollo.
¿Te atreves a convertirte en hacker de la arquitectura y del interiorismo? Cuéntanoslo en redes sociales a través del hashtag #ConnectionsByFinsa.