“El diseño es catalizador de la innovación, promotor de la sostenibilidad, soporte de la cultura y agregador de valor a la tecnología, agente de cambio, contribuyente a la resiliencia y promotor del desarrollo”. En resumen: el diseño contribuye de manera sustancial a mejorar la vida de las personas y a que el mundo sea más sostenible. Pero, para cumplir con su compromiso social, es necesario ir más allá de la teoría (la frase de arriba pertenece a la Declaración de Diseño de Montreal, firmada en 2017) y pasar a la acción. Llevar lo global a lo local.Eso es justo lo que ha hecho un grupo de alumnos de la Escola d’Art i Superior de Disseny de València (EASD) en “Eco Contenedor Social”, un proyecto de diseño de ecoviviendas de emergencia -ubicadas en solares vacíos en el centro histórico valenciano- mediante la reutilización y acondicionamiento de contenedores marítimos. Continente y, sobre todo, contenido, están expuestos desde septiembre en la World Design Capital Valencia (WDCV2022).
Muebles funcionales para un espacio reducido
“Ha sido todo un desafío y una gran experiencia”, asegura Salva Caballero, uno de los diseñadores participantes en el proyecto. El reto consistía en pensar primero y crear después piezas adaptadas a un espacio de tamaño muy reducido (una vivienda container) que fueran funcionales y respondieran a las necesidades de sus habitantes. Él ideó Workit, una zona de trabajo con accesorios y perfiles modulares caracterizada, cuenta, por “su adaptabilidad al espacio, su versatilidad de diseño y su personalización”. El nombre, de hecho, es ya en sí un juego de palabras, a medio camino entre “kit de trabajo” y “trabaja en ello” o ”trabájalo”, que apunta ya a su capacidad para transformarse: “Ambos significados intentan transmitir la esencia del producto. Tanto como el usuario quiera, ya que Workit siempre se puede ampliar y modificar en función a las necesidades de uso y espacio”.
Una cocina de compactación extrema
La famosa Minikitchen que creó en 1963 el audaz y futurista diseñador industrial italiano Joe Colombo fue la base de la inspiración para la Cocina Seica de Marina Marchante, otra de las alumnas que intervino en el Eco Contenedor Social. “Me sorprendió mucho por ese concepto de compactación extrema que, para ser los años 60, creo que tenía cierto mérito”.
A la hora de plantear su diseño –una pequeña cocina móvil, pero completamente equipada– esta diseñadora gallega rebuscó en su infancia de veraneo en campings y recordó “cómo se las apañaba la gente para montarse verdaderas cocinas itinerantes, algunas con más lujo que otras, pero todas montadas en medio de un pinar bajo un sencillo toldo”. Para ponerle un nombre también tiró de raíces. Seica es también un adverbio gallego que indica duda acerca de lo que se dice, aunque con probabilidad de que sea cierto y así ve su cocina: “Puede no parecer una cocina funcional, pero lo es”. Tardó un par de meses en darle forma a su diseño, que define como “sencillo y ligero, tanto estructuralmente como visualmente”.
Proceso creativo: pensando fuera de la caja…
Esa es también una de las claves de Things Outside the Box, un conjunto de sillas y mesa plegables que pueden “desaparecer” cuando no se usan. Andrea Rey, su creadora, explica que el diseño es fruto de un largo camino de estudio e inmersión en el contexto social de las personas que van a vivir en los ecocontenedores. “Una de ellas me envió un reportaje fotográfico de un día en su vida. Era madre de un niño de cuatro años que estaba empezando a desarrollar ansiedad y problemas de movilidad por realizar todas las actividades cotidianas en la misma habitación. Comer, dormir, hacer los deberes, jugar… Entonces fui consciente de la necesidad que tenemos las personas de destinar diferentes espacios para el desarrollo de las distintas actividades que realizamos”, cuenta.
Diseño de producto para y con las personas
El making-of de Things Outside the Box tuvo mucho de observación, análisis y reflexión. Andrea Rey, fan del estilo escandinavo, examinó los contenedores, entró en ellos, intentó entender cuál era la mejor opción para conseguir que, en ese espacio, un mueble pudiera estar y, a la vez, quedar oculto. “La duda se resolvió en el momento en que contemplé la posibilidad de aprovechar los huecos estructurales presentes en las paredes exteriores de los contenedores para colocar con imanes los muebles plegados que no se estuviesen usando. Desde ese momento, todas las pruebas y versiones fueron testadas por personas en riesgo de exclusión, es decir, con los usuarios del producto, para que ellos mismos pudieran participar en lo que al final sería suyo”, explica.
“El diseñador debe entender perfectamente cuál es el problema que se necesita resolver. En un mundo inundado de objetos como el de ahora, estos necesitan comunicarse con el usuario, incluso hacerle partícipe en el proceso de diseño y juntos lograr la manera más sencilla de solventarlo”, añade. Por eso cree que su proyecto fue, ante todo, humano: “Era consciente de que el usuario final debía estar presente en todas las fases del diseño, y así fue: un proyecto de diseño con personas, para personas”.
La obsesión por optimizar el espacio
Con Workit, en el que trabajó de forma intermitente durante casi dos años, Salva Caballero se topó con “infinidad” de dificultades en el proceso de diseño. Estudió otros productos que optimizaban el espacio, ya fuera porque eran abatibles, plegables o multifuncionales, y luego buscó sus propias combinaciones. “Hay que intentar nutrirse de todo lo que nos rodea y de las situaciones que percibimos a nuestro alrededor, ya que pueden ser la oportunidad de idear un nuevo proyecto”, asegura. “Me parece que los problemas que se plantean para desarrollar un producto son necesarios para su propia evolución”, concluye.
A Andrea Rey le costó pulir el diseño final de sus sillas y mesas, “que debían encajar plegadas dentro de los estrechos huecos de las paredes exteriores de los contenedores”, recuerda. Es lo que Marina Marchante llama “recibir la dosis de realidad”. “Me refiero -explica- a que, como estudiantes, muchas veces planteamos diseños conceptuales sin pensar realmente en el momento de su fabricación. Pero lo cierto es que cuando tienes que plantear fabricarla la perspectiva sobre la pieza cambia”. De hecho, ella quería que su cocina fuese desmontable, para poder separar las piezas y reciclarlas una vez se acabase su vida útil, pero no lo logró con el prototipo. Lo que sí consiguió es que las superficies de Seica puedan ser intercambiables gracias, en gran parte, al empleo de la madera técnica proporcionada por Finsa. “Con el amplio abanico de acabados y colores que tienen existen múltiples posibilidades”, señala.
La ayuda de los materiales: calidad, mecanizado y precio
En el caso de los prototipos de Workit, la clave de los tableros de Fibracolour empleados está en su resistencia (sin implicar por ello una gran carga para el resto de la estructura), además de “su buena calidad, fácil mecanizado y que tienen un precio asequible”. “Creo que le dan una estética moderna, joven y divertida al proyecto”, afirma Salva Caballero. Para Andrea Rey la versatilidad del material fue también un gran punto a favor: “La variación de densidades, de resistencias, de colores, me permitió seleccionar aquellos que podían solventar mejor el problema a resolver, en este caso conseguir que las mesas y taburetes tuvieran suficiente resistencia como para aguantar el peso de una persona y que esos mismos muebles transmitieran con el acabado sensaciones de calidez y amabilidad”. Para ella, la madera “es un material que ofrece innumerables posibilidades a nivel físico y psicológico. Tiene la capacidad de transmitir sensaciones y por eso creo que será un material con el que nunca dejaré de trabajar, además de que es de origen natural”.
Diseño de producto más “social”
A los tres diseñadores, que acaban de iniciar su andadura profesional, les tienta seguir explorando la vía del diseño social. “Creo que es una gran herramienta con mucho recorrido”, apunta Salva Caballero, quien también muestra interés por el mundo de las tecnologías aditivas como la tecnología de impresión 3D y que se identifica con los principios del “buen diseño” del alemán Dieter Rams. “Un producto útil, estético, discreto, que respeta el medio ambiente y que es diseño en su mínima expresión, sin ornamentación excesiva”, afirma.
Para Andrea Rey, que ahora trabaja como diseñadora gráfica, la experiencia con los ecocontenedores sociales ha supuesto un punto de inflexión en su carrera: “Conocer a las personas que serían usuarias finales del diseño, trabajar mano a mano con ellas, la ilusión con la que participaron y poder ver cómo realmente surgió un producto que amenizaba su día a día han hecho que quiera enfocar mi camino hacia el diseño social. Creo que realmente es mi vocación”, proclama orgullosa. Añade que considera que este “es un momento que quedará marcado en la historia, tanto por la evolución tecnológica como por la necesidad de adaptación a los problemas ambientales y a muchos otros que aún están desatendidos. Es momento de diseñar para los pequeños nichos y dejar de apostar únicamente a la producción en masa”, reivindica. Ella ya ha participado en otros proyectos de carácter social como el diseño de productos para personas en situación de guerra o para niños con problemas de aprendizaje.
En cambio, para Marchante, que no descarta simultanear el diseño de producto con el aplicado a la escenografía audiovisual, este ha sido su primer proyecto social: “Pero me he sentido muy cómoda. Me parece que el diseño si no es para todxs, no tiene sentido”. Al fin y al cabo, todo el mundo merece vivir en un mundo bien diseñado, ¿no?
Puedes conocer más sobre este proyecto y descargar prototipos en esta web de la EASD.