Dicen la OMS y distintos estudios -dos ejemplos: uno de la Comisión Europea de 2003 y otro publicado dos años antes en Nature– que pasamos el 90% del tiempo en interiores: en nuestros hogares, pero también en oficinas, escuelas, centros comerciales, bares, hospitales y otros entornos construidos. Este dato ya nos indica de por sí la importancia de integrar el concepto de la salud humana en el diseño, construcción y gestión de los edificios.
Ver esta publicación en Instagram
The Indoor Generation: vivir respirando aire contaminado
Hace unos años, en 2018, antes de la pandemia, Velux, el fabricante danés de ventanas, hizo un vídeo para concienciar sobre los efectos nocivos de este estilo de vida, que se desarrolla sobre todo en las ciudades, y bautizó a sus habitantes como The Indoor Generation, que podría traducirse como la “Generación Doméstica” o la “Generación de Interiores”: millones de personas que han enclaustrado gran parte de sus vidas, que casi han reemplazado la luz del día por la artificial, que respiran un aire que, según los científicos, puede llegar a estar hasta cinco veces más contaminado que el del exterior.
En general, no existe un gran conocimiento sobre la estrecha relación entre salud y edificación. Hay casas en las que sus habitantes se sienten siempre con energía, respiran con normalidad y logran dormir a pierna suelta, y otras en las que no notan el confort adecuado, dan vueltas en la cama y se levantan cansados o de repente les sale un sarpullido en la piel.
Biohabitabilidad para dormir a pierna suelta
En su libro Tu casa sana, Elisabet Silvestre, bióloga y experta en biohabitabilidad (la ciencia que analiza la calidad de un espacio para ser habitado), dice: “En términos de salud, más que tu código genético influye tu código postal”. Silvestre se refiere al significativo papel que tiene el entorno en nuestra salud, nuestro exposoma: ese conjunto de factores ambientales a los que estamos expuestos a lo largo de la vida, desde el aire que inhalamos y lo que comemos y bebemos hasta los productos de limpieza para el hogar que usamos, los de higiene personal, la pintura de las paredes o el tipo de luz.
Ver esta publicación en Instagram
Cuando tu casa enferma y te enferma
No hay que subestimar los problemas de salud que provoca una vivienda “enferma”. Existe, de hecho, un conjunto de síntomas y afecciones, un cuadro clínico específico al respecto: el Síndrome de la Casa Enferma (SCE), definido en 2007 por un grupo de investigadores de Japón que detectaron muchas similitudes con los signos de otro síndrome, el del edificio enfermo, que en la década de los 80 la OMS había descrito en personas que trabajaban muchas horas al día en oficinas: dolor de cabeza, fatiga, resfriados recurrentes, alergias, eczemas, enrojecimiento de ojos, picor de nariz, irritación de garganta…
Los10 contaminantes del ambiente interior
El libro de Elisabet Silvestre recoge los diez principales factores que actúan como contaminantes del ambiente interior:
- Los compuestos orgánicos volátiles (COV), muy presentes en el hogar en detergentes, desinfectantes, ambientadores, desodorantes, champús, materiales de construcción y acabados (pinturas, barnices, colas…), muebles, alfombras o juguetes.
- El CO2, que se produce al respirar o al fumar.
- El humo de tabaco.
- La temperatura y la humedad relativa, que puede favorecer el desarrollo de microorganismos o generar electricidad estática.
- El polvo, fuente de ácaros, bacterias y también de sustancias químicas tóxicas.
- Microorganismos, como bacterias, mohos y hongos.
- Gases y humos, de calderas, estufas y chimeneas.
- El radón, un gas radiactivo natural procedente del terreno en el que está el edificio y que entra por grietas y fisuras acumulándose en plantas bajas y garajes: es la segunda causa de muerte por cáncer de pulmón tras el tabaco.
- El amianto, un mineral fibroso muy tóxico, prohibido en España desde 2002, pero que aún puede encontrarse en material de construcción (tejas, baldosas, azulejos).
- El electroclima, generado por la exposición a campos eléctricos y magnéticos.
Hay otros elementos perjudiciales a tener en cuenta: las evidencias científicas respaldan, por ejemplo, que el exceso de ruido genera estrés, que la luz intrusa afecta a la calidad del sueño o que el agua que sale de los grifos podría no ser del todo limpia sin una adecuada instalación.
Neuroarquitectura: un enfoque holístico
En contraposición a la casa enferma está la casa sana, la arquitectura saludable, que bebe de la denominada neuroarquitectura, una disciplina surgida ya a mediados del siglo pasado según la cual la luz, el color o las formas hablan al cerebro y afectan al estado de ánimo.
Las formas orgánicas aportan sosiego. Las curvas suaves, en sintonía con la naturaleza, relajan. Los tonos cálidos calman. Hoy se sabe que este enfoque holístico en el diseño y creación de espacios interiores beneficia la salud de las personas mejorando la concentración y la productividad, disminuyendo el absentismo (se reducen las bajas médicas) o ayudando a retener el capital humano. Básicamente, porque influye de manera directa en su estado de ánimo.
Ver esta publicación en Instagram
WELL, sello pionero y de referencia
Cuando se trata específicamente de la salud de los proyectos y el bienestar de los usuarios del edificio, la certificación WELL Building se considera la gran referencia. Su sello se aplica en 128 países del mundo y sus estándares han sido adoptados ya por una cuarta parte de todas las compañías del ránking Fortune 500.
“En nuestras verificaciones in situ percibimos cierta dificultad dentro de las estrategias relacionadas con mejorar la calidad del aire interior o la iluminación”, señala Inés Aguilar, Business Growth Lead de la certificación WELL en el Instituto Tecnológico de Galicia (ITG), primer partner oficial en España del International WELL Building Institute (IWBI).
La metodología WELL se centra exclusivamente en “identificar, medir y evaluar criterios edificatorios que garantizan la salud y el bienestar de las personas”. “WELL cumple los requisitos de biohabitabilidad en todas las medidas que propone”, añade Aguilar. De hecho, a finales de 2021 se ampliaron los 7 conceptos originales de la primera versión de WELL (aire, agua, alimentación, luz, ejercicio físico, confort y mente) a los 10 que hay ahora (aire, agua, alimentación, luz, movimiento, confort térmico, sonido, materiales, mente y comunidad). Los niveles de puntuación también pasaron de tres (plata, oro y platino) a cuatro (con bronce). “Ofrece una visión holística de todos los aspectos que pueden afectar a la salud física y mental del ocupante de un edificio”, explica Aguilar.
En la firma Actiu, que fabrica muebles, lo tuvieron claro enseguida. Su sede, en Castella (Alicante), es el quinto edificio del mundo en lograr la calificación WELL Platinum y uno de los más saludables de España:
WELL retoma la idea del edificio como el lugar donde nos sentimos bien, por aspectos materiales como la belleza y la innovación, y otros intangibles como el aire y la luz. Tener la temperatura ideal, controlar el nivel de ruido, sustituir ascensores por escaleras, reducir el uso de halógenos en favor de la luz natural o, en el caso concreto de espacios diferentes al hogar, ofrecer un estilo de nutrición saludable, un diseño adaptado a la neurodiversidad y más inclusivo y accesible, o incorporar mobiliario como herramienta multifuncional (que permita socializar, colaborar, concentrarse…) son algunos de los elementos que se tienen muy en cuenta.
Certificaciones en ascenso
Actualmente en España hay 257 proyectos evaluados por WELL (ya han obtenido el sello o están en proceso de pre-certificación), cinco veces más que en febrero de 2022, cuando se registraron alrededor de 40, e ITG ha formado, a día de hoy, a más de 750 profesionales.
La expansión de este certificado se consolida (hay más de 30.000 proyectos evaluados en todo el mundo) y se explica por varios factores. Uno de ellos es el creciente interés de las empresas por desarrollar sus estrategias ESG (siglas de Environmental, Social and Governance para identificar a aquellas que promueven un comportamiento responsable desde el punto de vista medioambiental, social y de gobernanza), en especial en el sector de las oficinas.
“Las compañías buscan ofrecer a sus empleados espacios saludables que garanticen su bienestar, sirvan como tractor de talento, mejoren el rendimiento y reduzcan la cuota de bajas médicas”, destaca Aguilar. “Al fin y al cabo, todos preferimos trabajar en un entorno cómodo y agradable en el que sentirnos seguros”, agrega. La integración de naturaleza y arquitectura -la biofilia, con el uso de muros, paredes, fachadas y techos verdes, y de biomateriales- es una de las apuestas de tendencia en cuanto al bienestar y confort de las personas. Lo han hecho en esta facultad de Almere, en los Países Bajos:
Ver esta publicación en Instagram
“El sector privado tiene claro que mejorar la biohabitabilidad de los edificios es el camino a seguir”, dice Aguilar. Para satisfacer esa necesidad, el sello sigue evolucionando y proponiendo nuevas modalidades de certificación como son los WELL Ratings, de carácter temático (sobre rendimiento, equidad o salud y seguridad), centrados “en objetivos que demuestran el compromiso de las organizaciones poniendo a las personas en el centro”.
Pero lo vemos también en espacios públicos. Un buen ejemplo es el de la Casa de la Juventud de La C@va, en Barcelona, un pequeño edificio semi enterrado que emerge de la montaña con una estructura de madera en la que se disponen espacios cerrados, con cubierta ligera, y abiertos, con pérgola vegetal:
Ver esta publicación en Instagram
Las fachadas captan calor en invierno y los disipan en verano. Por eso y porque ha logrado reducir en un 68% la demanda energética ha recibido la certificación verde con 4 hojas de Green Building Council España, otro de los referentes en la transformación hacia un modelo sostenible del sector de la edificación.