Corría el año 2008 cuando Eduardo Hermida, artista nacido y criado en el barrio ferrolano de Canido, comenzó a pintar Meninas en sus paredes. Once años después Canido ha aumentado su población con 415 meninas, pero sobre todo con nuevos habitantes y negocios. Con su iniciativa no solo ha conseguido que el arte forme parte del barrio, sino que lo ha transformado y le ha dado un futuro.
El arte como herramienta de recuperación de espacios urbanos
La iniciativa nació “como un deseo de lucha y de reivindicación de un espacio degradado, con el ánimo de devolverle la esperanza y la ilusión a una ciudad como Ferrol”, tan castigada por continuas crisis sufridas desde los años 80. “Era una llamada de atención para que las instituciones despertasen y se diesen cuenta de que necesitábamos que alguien mirase hacia aquí”, explica Eduardo.
La primera edición surgió en 2008 casi espontáneamente, como una reunión de amigos que comenzaron a pintar meninas en las casas en ruinas. Ahora entre 50 y 70 muralistas de todo el mundo se citan cada septiembre en Ferrol. Si al principio el soporte eran paredes desconchadas, ahora se pinta sobre fachadas nuevas. En el camino muchas meninas se han ido perdiendo, con la construcción de nuevas viviendas y la rehabilitación de casas antiguas.
Eduardo nos confiesa que se están acabando los muros, pero las Meninas de Canido todavía tienen mucho futuro, porque “la idea de recuperar el barrio va más allá de pintar las paredes de casas abandonadas”. El siguiente objetivo que se marcan es la recuperación del espacio verde agrícola, convirtiendo las huertas abandonadas en espacios de ocio urbano o espacios de educación medioambiental para los colegios de la zona.
La iniciativa ha ido creciendo también gracias al apoyo de instituciones y de empresas privadas, que permite cubrir los gastos de materiales, la estancia de los artistas, y la programación cultural que acompaña al festival con conciertos, danza, poesía… El encuentro se ha convertido en un referente en la programación cultural ferrolana, que reunió a 100.000 asistentes en su última edición. Bajo el lema (fe)Meninas, reivindicaba el peso de las mujeres artistas y hacía un homenaje a las mujeres sobre las que se sustenta la tradición y la historia del barrio.
Desde su primera edición, “el barrio es otro barrio: vital, entusiasta, optimista. Es un barrio reconstruido en el que el propio arte es el elemento identificador y un reclamo turístico”, señala. Entre 40 y 50.000 personas acuden a lo largo de todo el año a visitar las Meninas, que cuentan ya con su propia ruta turística, un mapa que sitúa algunas de las más representativas, y forman parte de los Itinerarios Culturales Europeos.
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Un barrio vivo y de futuro
Pero Canido no sólo atrae turistas, sino que ha atraído nuevos residentes que han dado vida al barrio. Ya hay quien lo compara con Malasaña madrileño o el Soho londinense. Canido se ha convertido en el espacio de la ciudad más deseado para vivir, la población se ha multiplicado por siete hasta llegar a rondar los 9.000 habitantes y se abren nuevos negocios que simbolizan este resurgir del barrio. “Hace 10 años era impensable que alguien decidiese hacer su vida aquí o fundar un negocio. Ahora los colegios han incrementado el número de alumnos y hay niños jugando por las calles”, relata Eduardo para mostrar cómo las meninas han cambiado el barrio y le han dado un futuro que antes no tenía.
El impulso logrado con el arte ha sido apoyado además por iniciativas municipales de renovación urbana para dotarlo de más espacios habitables: plazas funcionales, bancos, árboles o aceras más grandes son elementos que ayudan a “vivir más la calle”.
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Las Meninas como rasgo diferenciador
¿Por qué las Meninas? Para Eduardo Hermida, admirador de Velázquez, las Meninas son la mayor obra de la pintura española y, al mismo tiempo, una obra universal. “Quería sacar el arte a la calle y hacerlo popular, ‘rescatar’ a las Meninas del Museo del Prado y que durante un fin de semana estuviesen conviviendo con nosotros”, explica. “Creo que fue un acierto porque finalmente las meninas se han convertido en la marca de barrio, pero también de cómo el arte puede convertirse en un elemento diferenciador de la propia tradición”.
Rubén Martín, de Boa Mistura, coincide con Eduardo Hermida al considerar el arte como una herramienta que puede cambiar el destino de ciudades castigadas: “A través del arte participativo la gente no solo modifica su entorno, sino también su manera de relacionarse con él”. Este colectivo emplea el arte urbano para conectar a la gente con el lugar donde viven, bajo la premisa de que “si nuestra obra no mejora el soporte sobre el que intervenimos, no actuamos sobre él”.
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El arte urbano como forma de acción política
Las Meninas de Canido demuestran cómo el arte puede recuperar un espacio y hacer resurgir una zona en riesgo de exclusión sin necesidad de grandes presupuestos. “Esto es una obra permanente, viva y de bajo coste para lo que se puede conseguir. Las consecuencias sociales y económicas son enormes: los locales de ocio, bares y restaurantes del barrio funcionan a máximo rendimiento durante los días del festival, e incluso el mercado inmobiliario acaba creciendo y enriqueciéndose de proyectos como este”, argumenta Eduardo.
El ex alcalde de Tirana y actual primer ministro de Albania, Edi Rama, fue uno de los primeros en reivindicar el arte urbano como una forma de acción política cuando el presupuesto es escaso. El apostó en el año 2000 por “el uso de los colores para recuperar la esperanza perdida” en la ciudad. “La rehabilitación de espacios públicos revivió el sentimiento de pertenencia a la ciudad”, explica Rama, y tuvo efectos inesperados como el descenso de la delincuencia, que la gente dejase de tirar basura en la calle o que confiase en las autoridades.
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De Kiev a Brooklyn: otros ejemplos de recuperación de espacios urbanos
La iniciativa de las Meninas de Canido también ha despertado el interés fuera de España y Eduardo Hermida ha acudido a presentarla a foros en París o Kiev. Tal vez Canido esté en el origen de la potenciación del arte urbano que ha seguido la capital ucraniana desde 2014, hasta convertirse en una de las ciudades europeas con mayor número de murales de gran formato.
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Y es que las Meninas no están solas. En Brooklyn o Miami, gracias a The Bushwick Collective y The Wynwood Walls, el arte ha tenido efectos similares, impulsando la revitalización de barrios donde convivían pobreza y criminalidad, que se han convertido en distritos artísticos pero, lo más importante, lugares vivos, dinámicos y seguros.
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