La 14 Conferencia Española Passivhaus, organizada cada año por la Plataforma de Edificación Passivhaus (PEP) con el objetivo es implantar y difundir en nuestro país este estándar de eficiencia energética (el más exigente a nivel mundial), se considera una referencia en el sector de la construcción. Te contamos lo más destacado de lo que vimos en esta edición.
Durante la Conferencia se visitaron dos edificios pasivos ejemplos del modelo en Galicia, comunidad que acogió el encuentro. Uno de ellos está situado en pleno corazón de Vigo, en su Milla de Oro, en el número 11 de la calle Colón. Durante casi sesenta años funcionó como un hotel —el conocido Hotel Galicia—, pero en 2019, tras pasar por una profunda y cuidadosa rehabilitación, se convirtió en el primer bloque residencial de la comunidad en obtener el certificado oficial Passivhaus.
Los beneficios de Passivhaus
Se trata de un sistema de edificación sostenible que nació en Alemania en 1990 y cuyo fin es lograr el máximo confort minimizando el consumo energético y con una muy buena calidad de aire. ¿Cómo? Aplicando una serie de principios o criterios de construcción como tener un buen aislamiento, aprovechar al máximo la radiación solar con buenos vidrios en las ventanas, evitar los puentes térmicos y las infiltraciones de aire no deseadas y controlar la ventilación con un equipo, el recuperador de calor, que, al igual que nuestros pulmones, filtra y atempera el aire con toma del exterior para que la vivienda no se enfríe en invierno ni se caliente en verano.
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Para el equipo técnico que reformó el edificio vigués el proyecto supuso “todo un reto”, ya que partían de un inmueble entre medianeras y con protección estructural, por lo que tuvieron que prestar especial atención a todos los detalles de hermeticidad. Sin embargo, demostraron que es posible recibir el sello más estricto de eficiencia energética y calidad de aire —logrando para ello la máxima reducción de la energía necesaria para la climatización, manteniendo un ambiente interior saludable y una temperatura constante y confortable durante todo el año— aplicando este estándar en una obra que no era nueva, sino de rehabilitación.
Passivhaus para rehabilitación
La evolución de este sistema constructivo en nuestro país ha sido muy positiva en los últimos años. La primera vivienda Passivhaus española, ubicada en Moraleda de Zafayona, un pueblo de Granada, data de 2009. Según datos de la PEP, en 2018 se certificaron 33 edificaciones y el año pasado fueron ya 38. En este 2022 llevamos 28 sellos otorgados. En total, el número de proyectos pasivos asciende en la actualidad a 215, la mayoría ubicados en Aragón, Madrid, Cataluña, País Vasco, Navarra, Asturias y Castilla y León.
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Pero es que no solo ha aumentado exponencialmente la cifra, sino que el salto también es cualitativo. Hasta hace no tanto en España se asociaba el estándar Passivhaus exclusivamente a casas unifamiliares. Sin embargo, desde hace un tiempo se construyen con este sistema otro tipo de inmuebles, con varias alturas y con usos muy diversos: desde oficinas, bibliotecas y centros de salud, a centros cívicos, hoteles, residencias de mayores y, por supuesto, bloques plurifamiliares, también de viviendas de protección oficial. Y se emplea no solo para obra completamente nueva, sino para rehabilitar construcciones ya existentes. Este tipo de intervenciones, de hecho, suponen ya el 10% del total de proyectos Passivhaus, demostrando la capacidad de adaptación y versatilidad que tiene este estándar.
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Passivhaus en edificios protegidos
La aplicación de este modelo constructivo funciona con éxito incluso en edificios catalogados por su valor patrimonial al ser de interés arquitectónico. En la Conferencia Española Passivhaus celebrada en Santiago se dieron varios ejemplos de este uso. Uno de los más paradigmáticos es el del Hotel Villa Marta, situado en el valle de Ardisana, en Llanes (Asturias). Se trata de una casona de arquitectura indiana de 1915 que forma parte del patrimonio monumental del Principado y que se rehabilitó en 2018 para convertirla en una moderna casa de aldea de turismo rural con el máximo confort en cualquier época del año, utilizando tecnología de eficiencia energética de última generación con la que se ha logrado reducir la demanda de calefacción en un 90%. Los promotores de la obra demostraron, además, que la sostenibilidad no está reñida con la estética. El edificio mantiene así sus rasgos distintivos tanto en el exterior (su fachada está protegida) como en el interior, con una hermosa escalera de madera, mobiliario de la época y distintos elementos decorativos característicos.
Otro caso de estudio en cuanto a intervenciones en el patrimonio arquitectónico protegido, que pueden servir de impulso para rehabilitar bajo criterios de bioconstrucción y consumo de energía casi nulo, lo encontramos en el País Vasco. Es el edificio Txoko Txiki, un singular inmueble ubicado junto al mar en el centro de la localidad guipuzcoana de Zarauz, catalogado patrimonialmente. La reforma, rematada en este 2022, ha permitido adaptarlo a su nuevo uso mixto residencial-terciario (tiene 6 viviendas y un local de oficinas) respetando, eso sí, sus fachadas de estilo neovasco de principios del siglo XX.
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EnerPHit, el sello de las reformas sostenibles
En los dos ejemplos estamos hablando de inmuebles con un alto confort térmico y muy bajo consumo energético tras haberles aplicado los criterios establecidos en la certificación Passivhaus, cuyo equivalente en el campo de la rehabilitación de edificios antiguos es el sello EnerPHit, con criterios no tan estrictos (ya que no se puede cumplir con todos los requisitos exigibles como al construir obra nueva, desde cero), pero que funcionan para conseguir reducir el gasto energético, aumentar el confort y mejorar la salubridad del edificio.
El EnerPHit también lo concede el prestigioso instituto alemán de investigación Passive House Institute (en las mismas categorías que el certificado Passivhaus: classic, plus y premium) y obtenerlo proporciona a la edificación una mayor credibilidad en cuanto al cumplimiento de estándares o requisitos de eficiencia energética y sostenibilidad y la revaloriza incrementando su precio de venta en el mercado.
Reducir a cero la huella de carbono
Según un reciente informe del Green Building Council España (GBCe), el sector de la edificación es responsable del 30% del consumo de energía final y el 25% de las emisiones de gases de efecto invernadero en nuestro país. Las casas pasivas, por tanto, no solo mejoran la eficiencia energética del parque inmobiliario, sino que podrían llegar a contrarrestar e incluso eliminar su huella medioambiental. Sin embargo, mientras sí se toman medidas para paliar la contaminación generada por los vehículos en las ciudades, no se plantean de la misma manera con la ocasionada por las viviendas. Y eso que, a día de hoy, se sabe que el número de metros cuadrados certificados como Passivhaus en España evitan el consumo de millones de kilovatios hora, lo que se traduce en más de 1.400 toneladas de CO2, equivalentes a las que pueden absorber los árboles que habría en diez parques del Retiro juntos.
Apostar por el estándar pasivo es apostar por la descarbonización. Pero, además, las casas pasivas han de priorizar el uso de materiales de bajo impacto ecológico para minimizar todavía más las emisiones. En el ciclo de vida de un edificio hay dos tipos de carbono. Por un lado está el carbono “operativo”, asociado al uso de la calefacción, el aire acondicionado, el suministro de agua… Es decir, a la energía que se consume cuando se usa el inmueble. Por otro lado tenemos el carbono “incorporado” (“embodied carbon”, en inglés), que se vincula a la cadena de valor de la construcción. Es la denominada energía gris o energía oculta: las emisiones de CO2 que se generan durante la extracción, fabricación, transporte, montaje, mantenimiento, sustitución, demolición y eliminación de los materiales que componen el edificio.
Según un estudio elaborado por la Red de Arquitectos para la Acción Climática (ACAN), que agrupa a más de medio millar de profesionales de la construcción en todo el mundo, las emisiones de dióxido de carbono incorporado representan hasta el 75% de las totales de un edificio durante su vida útil. La gran mayoría, por tanto, se producen antes incluso de que se ocupe y comience a ser habitado.
En ACAN apuestan por construir menos y reutilizar los edificios ya existentes (la rehabilitación bajo el estándar Passivhaus es clave), hacerlo de manera eficiente (usando menos recursos, desperdiciando menos), de forma circular (reciclando), duradera (con diseños para el largo plazo) y, sobre todo, con inteligencia, optando por materiales naturales y sostenibles, de proximidad para reducir las distancias de transporte, libres de tóxicos, ecológicos e inocuos para la salud, sin COVs (compuestos orgánicos volátiles) ni formaldehídos. Se trata de extender el uso de la madera o de la piedra y de otros materiales de origen orgánico frente al acero o el hormigón armado, un material con una energía incorporada extremadamente alta debido a las grandes cantidades de CO2 que se liberan durante su fabricación. La elección “verde” de los materiales es precisamente lo que convertirá una casa pasiva, que asume todos los criterios de construcción del certificado alemán, en una casa biopasiva, 100% respetuosa con el medio ambiente.
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Bioconstrucción, aliada de Passivhaus
Los criterios de bioconstrucción son los que se siguieron, por ejemplo, con el edificio de varias plantas rehabilitado en Vigo, cuya propuesta consideró desde el primer momento reformar la estructura de hormigón armado para no generar escombros derivados de su demolición, contando con toda la maquinaria, el transporte hasta la planta de reciclaje y su posterior tratamiento. En otro proyecto reciente, una casa unifamiliar rehabilitada en Getxo, en el País Vasco, se utilizaron materiales naturales como pinturas de arcilla en paredes, madera en suelos, baldosas de barro natural en cocina y zellige marroquí (un tipo de azulejo cerámico artesanal) en las paredes de cocina y baños.
También el año pasado se reconvirtió un edificio de viviendas de Barcelona de más de un siglo en una espectacular casa biopasiva. Para este proyecto, denominado Showpass, se empleó una amplia variedad de soluciones de materiales de bajo impacto: la fachada exterior se reformó con mortero de cal natural local, en la del jardín se instaló un aislamiento de lana de vidrio ignífugo, el interior se aisló con algodón reciclado, el módulo anexo se hizo con fibra de madera y tableros de arcilla y las juntas constructivas se sellaron acústica y térmicamente con lana de oveja de un fabricante local y cintas de hermeticidad con sello ambiental de baja emisión.
Este mismo año comenzarán las obras de otra bioedificación. Se trata de la nueva facultad de ciencias de la salud de la Universidad Pública de Navarra, 17.000 metros cuadrados de mínima huella de carbono con una estructura hecha de madera.
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