Repoblar un bosque, repoblar las zonas rurales

Uno de los grandes retos de este siglo es el de la distribución de la población: más de la mitad de las personas del mundo vive en zonas urbanas, y se espera que la tendencia continúe en esta línea. Esto deja una gran superficie del territorio abandonado y en una especie de círculo vicioso: cuanta menos gente vive en zonas rurales, menos servicios y empleos hay, lo que a su vez provoca que más habitantes emigren a las ciudades. 

Fijar población en estas zonas no urbanas —que trabajen y echen raíces— es clave para un futuro sostenible. En esas áreas rurales hay una gran oportunidad: los espacios forestales, superficies cubiertas por bosques o vegetación arbórea. Invertir en su desarrollo favorece que las personas quieran quedarse.

“El desarrollo forestal contribuye a la fijación de la población al promover un modelo sostenible y diversificado que combina la conservación ambiental con nuevas oportunidades económicas”, explican desde la Fundación RIA, una agencia independiente sin ánimo de lucro que contribuye a la investigación, el análisis y la planificación territorial estratégica de Galicia. En el caso concreto de la Comunidad Autónoma en la que operan, señalan que poner en valor sus bosques pasa también por “superar los modelos tradicionales de explotación forestal, basados ​​en el monocultivo para la producción de celulosa y tableros y derivados de la madera, para abrir la puerta a la diversificación económica, combinando la explotación maderera con la micología, la producción de resinas o la ganadería extensiva, entre otras”. 

A través de este enfoque, se generan oportunidades de empleo para la población más joven y local en las zonas rurales y se crean actividades económicas innovadoras y sostenibles. Como ejemplo de iniciativas de este tipo promovidas por la propia Fundación, mencionan el Laboratorio Ecosocial do Barbanza, puesto en marcha en 2020 en colaboración con la Universidade de Santiago y la Fundación Banco Santander. A través de este laboratorio, señalan, “entendemos el importante papel que históricamente jugaron los pueblos en la organización del territorio, pero sobre todo de las comunidades que los habitaron, quienes gestionaron activamente los ecosistemas desde una perspectiva integral, con un enfoque circular centrado en el aprovechamiento de los residuos”. 

Años después, han extraído ya varias conclusiones del proyecto, como que “la gestión y la gobernanza de la tierra deben considerarse juntas en la planificación para combatir eficazmente los desafíos climáticos y demográficos que enfrentan nuestras áreas rurales”. Otro aprendizaje es que las inversiones en el territorio no deben ser pasivas, sino “promover una activación sostenible en el tiempo, favoreciendo la creación de empleo cualificado, asentando a la población y asegurando la calidad de vida en las zonas rurales”. Por último, señalan los riesgos de “hacer valoraciones superficiales basadas en datos y estadísticas globales” y la importancia de abordar la escala de comunidades y ecosistemas “con la intención de promover soluciones concretas a problemas concretos”.

 

La importancia de las comunidades locales

Aunque fijar población signifique también atraer personas foráneas, uno de sus objetivos principales es lograr que quien ya en estas zonas no se marche: que haya empleo y oportunidades, que la única opción al alcanzar edad laboral o tras finalizar los estudios ya no sea ir a buscarse la vida a otro lugar. Para ello, es clave que las iniciativas de desarrollo forestal involucren a las comunidades locales

“Las comunidades son poseedoras de conocimientos valiosos transmitidos de generación en generación: las mejores prácticas de cultivo, épocas y rotaciones adecuadas, usos históricos del suelo, tradiciones; elementos que son fundamentales para el diseño de iniciativas sostenibles, eficaces y adaptadas al entorno”, coinciden desde la Fundación RIA.

A panda da Dá. Adrián Capelo

 

Esa involucración de las entidades locales y comunidades de montaña es uno de los objetivos de Panda da Dá, otro proyecto de la Fundación en colaboración, en este caso, con FINSA. “Este espacio está diseñado como punto de encuentro de actividades de investigación y gestión territorial, como certificaciones forestales, ganaderas, extracción de resina o investigación micológica, impulsando el potencial del sector forestal y fortaleciendo la colaboración con las comunidades. Además, se espera que el edificio sea un lugar de visitas abierto a diferentes públicos, incluidos clientes de la entidad, lo que refuerza su papel como modelo de desarrollo y participación”, apuntan.

 

Casos de éxito de desarrollo forestal

Aunque muchos de estos proyectos están todavía dando sus primeros pasos, las políticas e iniciativas de desarrollo forestal que buscan promover modelos sostenibles de gestión no son nada nuevo. Desde la Fundación RIA citan como ejemplo la región alemana de Baviera, que destaca por el uso de sus recursos naturales mediante el desarrollo de universidades técnicas de ciencias aplicadas y una formación profesional ejemplar estrechamente relacionada con su industria. 

En un país, Alemania, que publica anualmente desde 1984 un informe sobre el estado de los bosques y que lleva desde 2008 actuando para que estos sobrevivan al cambio climático, no es del todo sorprendente. También en Suiza se han convertido en referentes en el uso de la madera como material del futuro, añaden desde la Fundación.

Pero no hay que irse tan lejos. La comunidad de montes de Baroña, en Porto do Son, es pionera en la diversificación de usos montañeses. “Desde el gran incendio de 2006, Baroña ha apostado por un modelo de usos diversificados que generan beneficios económicos, sociales y ambientales. Su manejo incluye la producción de madera, resina, pastos, apicultura, ganadería y recolección micológica. Además, organiza actividades de divulgación como rutas arqueológicas, talleres y cursos. Estas iniciativas fortalecen su modelo de sostenibilidad al tiempo que promueven el turismo y la conservación del medio ambiente”, explican desde RIA.

También en Galicia, la comunidad de montes do Carballo, en Friol, combina la gestión forestal con la ganadería extensiva de cabras, caballos de pura raza gallega y cerdo celta, cuya carne comercializa la propia comunidad, reforzando el kilómetro cero. Además, promueven la colaboración con agricultores locales. “Veinte de los cuarenta miembros de la comuna tienen explotaciones ganaderas y utilizan los prados comunales para el pastoreo”, señala la Fundación RIA. “La parroquia está profundamente implicada en las actividades de montaña, incluyendo eventos como la icónica Rapa das Bestas de Carballo y otras celebraciones gastronómicas”.

 

Retos del desarrollo forestal

Para llegar a ese futuro en el que los bosques y montes no son ya zonas olvidadas y dejadas a su suerte, es necesario superar una serie de retos. En el caso de Galicia —aunque la mayoría son extrapolables a otros espacios forestales del mundo—, desde Fundación RIA enumeran los siguientes:

 

Falta de una gestión activa en zonas amplias del territorio

Esto es resultado de ese goteo constante de población hacia las ciudades, lo que ha provocado “la desaparición de las explotaciones agrícolas familiares y la falta de continuidad generacional”. El abandono de muchos bosques como consecuencia de esta situación provoca, por ejemplo, que aumente el riesgo de incendios forestales. “Iniciativas como la gestión cooperativa del bosque y proyectos innovadores, como el Laboratorio Ecosocial de Barbanza, demuestran el potencial de modelos que promueven la multifuncionalidad y la custodia colectiva del territorio”, apuntan desde la Fundación RIA.

 

Encontrar el equilibrio entre la explotación económica y el respeto por el medio ambiente

En este caso, aseguran desde la Fundación, “la investigación y la formación desempeñan un papel clave a la hora de establecer modelos sostenibles que puedan ser adoptados por diferentes comunidades”.

 

La profesionalización del sector forestal

Si se quieren superar esos modos de hacer tradicionales y alcanzar de verdad un modelo sostenible, es necesario avanzar mucho en la profesionalización del sector. “La implementación de certificaciones, cursos y talleres puede aumentar el interés y la implicación de la ciudadanía, reforzando la percepción del sector como una actividad económica viable y sostenible”, explican.

 

Fomentar conexiones entre el sector forestal y otras actividades

Gracias a esto, las oportunidades económicas se diversifican, preparando el terreno para nuevas iniciativas que promuevan un desarrollo forestal más resiliente e innovador. Esas otras actividades pueden ser “la micología, la ganadería, la producción de resina e incluso el turismo”, ejemplifica la Fundación.