El internet de las cosas ha modificado la manera de entender los hogares. Apps y wearables complementan a la domótica para crear las smarthomes, casas inteligentes.
La tecnología ha irrumpido este último decenio para desvelarnos que nuestros aparatos electrónicos andaban, hasta tal fecha, bastante idiotizados. Primero fueron los teléfonos los que se volvieron inteligentes y se democratizaron gracias a iPhone en 2007 -para puristas diremos que ciertamente ya se hablaba de este término en 1997-; luego, fueron los relojes en 2012, aunque algunos ya lo registraban en 1982 -sin contar los Casio-.
El desarrollo más reciente está centrado en hacer que nuestras casas sean smarthomes diseñadas para formar parte del motor de las smartcities. El paradigma radica en crear, en definitiva, un entorno interconectado que emplee big data y facilite nuestra vida diaria. Para ello, nos valdremos de dispositivos tecnológicos que empleamos cotidianamente.
Casas inteligentes: un paso más allá de la domótica
El primer hito en este devenir hacia el hogar inteligente se encuentra en los años setenta con la implantación de la domótica. Esta tendencia significaba invertir grandes cantidades de dinero en sensores y dispositivos que dialogasen con un sistema central, y así, lograr manejar unos parámetros básicos del hogar relacionados con iluminación, seguridad o comunicaciones. Vaya, algo al alcance de muy pocos bolsillos y que suponía tener que familiarizar con nuevas herramientas a una generación aún muy poco digitalizada -y la nuestra aún anda a medio caballo, no nos engañemos-.
Actualmente, gracias a la aparición del internet de las cosas, la domótica se ha reformulado y las grandes empresas tecnológicas como Belkin, Samsung, Google, Apple, Microsoft o IBM han apostado por dispositivos ya presentes en nuestras vidas: algunos ubicados en el propio domicilio -con funcionalidades mejoradas- y otros integrados dentro de los utensilios de los que ya hacemos uso. De esta manera, smartphones, smartwatches, tabletas y ordenadores portátiles o de sobremesa permiten que distintos elementos de las casas realicen tareas más complejas y que incluso aprendan sobre nuestras rutinas e intereses, empleando esos big data para facilitar gestiones del hogar.
¿Qué nos reporta disponer de una casa inteligente?
Según los datos más recientes de 2015 en Estados Unidos, el 87 % de las personas que cuentan con este desarrollo integrado en sus hogares admite que la vida diaria les resulta más sencilla, al tiempo que contabilizan 1.100 dólares de ahorro al año gracias a la gestión doméstica que realiza su smarthome.
El desarrollo está sin duda avanzando a buen ritmo, pero por ahora las iniciativas dependen de herramientas y software ideados casi a medida para cada sistema operativo y cada dispositivo, lo cual ata a los clientes a una determinada manera de entender una casa inteligente. Es decir, a día de hoy no resulta posible combinar los distintos hitos en smarthome. Falta un sistema que unifique todas las soluciones, tal y como recoge un estudio de BBVAOpen4U sobre APIs -programación lista para ser usada por terceros desarrolladores- e internet de las cosas.
Smarthomes superdotadas
¿Cómo sería un día en una casa inteligente? A pesar de no poder construirnos una smarthome a medida con distintas soluciones, sí podemos contar con gadgets que gestionen nuestros quehaceres domésticos. Los primeros utensilios que salieron al mercado fueron el termostato de Nest que aprende a autoprogramarse, los enchufes Wemo Belkin para accionar de forma remota los equipos conectados, el sensor Flower Power Parrot que mide el estado de las plantas y las bombillas Hue de Philips, accionables por bluetooth. Estamos hablando de productos que salieron al mercado en 2014, año en el que Apple lanzó su HomeKit con una serie de dispositivos conectados -enchufes, luces, persianas, videocámaras, cerraduras o termostatos- y un software abierto para desarrolladores.
IFA, el mayor evento tecnológico de Europa y segundo del mundo, mostró en su edición de 2015 la línea hacia la que se están moviendo las empresas que diseñan arquitectura tecnológica para casas inteligentes. Esta revolución llega a todas las estancias, y es que, partiendo de la cocina, ya es posible meter las manos en la masa con una inducción que ahorre electricidad ajustándose a la medida de las ollas, y que, al tiempo, pese los ingredientes y se conecte con la nevera para localizar los alimentos necesarios. Ah… y si nos falta algún producto de última hora, eso ya no es un problema: existen frigoríficos que detectan la carencia y automáticamente hacen un pedido online.
Continuamos nuestro recorrido por la casa inteligente acompañados por el mayordomo robótico creado por Facebook. En el baño el ahorro energético se ha materializado al máximo con un váter que convierte los deshechos en electricidad. Si nos miramos en el espejo, podremos probarnos de manera virtual distintos maquillajes o medir parámetros como el peso, la altura o la frecuencia cardíaca. Y es que la casa inteligente también cuida de nuestra salud.
La filosofía que aúna estas innovaciones se sintetiza en las palabras pronunciadas por Sergi Martínez, ingeniero de la empresa Lhings, en el evento The AppDate celebrado en el Espacio Fundación Telefónica: «La tendencia es que no solo aspiremos a controlar y conectar las cosas, sino que también podamos compartirlas». Esta es la línea de la smarthouse living lab desarrollada por investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid, un hogar que facilita la vida independiente a personas con discapacidad, no solo asumiendo tareas, sino comunicándose con otros recursos y dispositivos para supervisar el bienestar de los individuos que la habitan.
Ahora que las cosas nos hablan, nos facilitan las tareas del hogar y aprenden de nuestras rutinas y hábitos, ¿lograremos convivir con ellas en nuestro hogar? El futuro está aquí, y ahora es nuestro compañero de piso.