Cuando hablamos de la tendencia a convertir el hogar en centro de nuestra vida, convertida durante este periodo de confinamiento en una necesidad, pensamos cada vez más en espacios domésticos ocupados por una sola persona. Un tercio de la población europea vive actualmente en hogares unipersonales, pero la proporción aumenta cada año. Tal vez en un futuro cercano el Ministerio de la Soledad de Reino Unido deje de parecer una excentricidad para multiplicarse en otros países.
El auge de la soledad
Si en el pasado el hombre necesitaba vivir en comunidad para protegerse y sobrevivir, “la sociedad actual está creada para fomentar la vida independiente”, señala la experta en tendencias Carolina Calzada, para quien los gobiernos han tenido un importante papel en el impulso de esta tendencia, ya que las estadísticas indican que si vivimos solos trabajaremos durante más tiempo, retrasando la edad de jubilación.
Por otro lado, la falta de independencia económica hace crecer el miedo a formar familias para evitar el “gasto extra” que supone tener hijos. Sin olvidar la influencia de las redes sociales, que nos lleva a relacionarnos menos en espacios públicos y preocuparnos más por la construcción de nuestro personaje “virtual” que por mantener una vida orgánica con otros seres.
Aislamiento y soledad: fuera tabús
Con el aumento de personas que viven solas desaparece la estigmatización y la soledad ha ido perdiendo su connotación negativa. Ahora nos planteamos estar sólo como una oportunidad. El “aspirational loner” encuentra placer en tener tiempo para sí mismo, sabe estar solo y se siente bien con ello.
“Está muy relacionado con el emotional fitness –dedicar tiempo al cuidado de nuestra salud mental a través del mindfulness o la meditación-; el cognitive thinking, que busca cambiar la forma de pensar y controlar los pensamientos negativos; el not overthinking, para evitar pensar en exceso… Todas son tendencias que surgen de estar solo”, explica Carolina Calzada. Se trata de querernos a nosotros mismos, una tendencia impulsada por los millennials en 2019 a través de redes sociales como Refinery29.
A esto se suma la preocupación de portarnos bien con el prójimo. “Kind is the new cool” es un emblema que se refuerza para hacer frente a la pandemia de la covid-19, pero es también la consecuencia de haber aprendido a vivir con nosotros mismos aceptando nuestra soledad y sintiéndonos bien con ella.
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Slow thinking como impulso de la creatividad
Una de las influencias más positivas de la soledad es que nos permitimos a nosotros mismos el espacio para pensar más lentamente. Carolina Calzada desmonta el mito de las ventajas de ser multitarea: “Está comprobado que nos vuelve menos inteligentes, porque a nuestro cerebro le cuesta trabajo concentrarse en diferentes tareas al mismo tiempo”.
Entre los creativos triunfa este slow thinking, que busca la soledad para crear nuevos proyectos que surgen de pensar más despacio. Carolina nos trae el ejemplo de la colorista Hella Jongerius, quién decidió abandonar su trabajo en Vitra durante un año para dedicarse a hacer tapices: “Fue un proyecto que surgió de la propia soledad. A través de la desconexión y de una forma positiva de ver su retiro ha creado una colección fantástica que ha sido presentada en París. Es el mismo proceso que seguían científicos como Einstein o Darwin, que construyeron sus teorías poco a poco durante años. La sociedad del diseño debería recuperar esa forma de trabajar”.
Tal vez tras esta crisis sea más fácil hacerlo.
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