La vivienda es una necesidad humana fundamental y el derecho a una vivienda adecuada es reconocido por la Declaración Universal de los Derechos Humanos y por un centenar de constituciones nacionales. Aun así existen más de 100 millones de personas sin techo y otros 2.000 millones viven en alojamientos precarios, en condiciones que ponen en riesgo su salud y que no respetan su dignidad, según datos de la ONU.
Qué es la vivienda social
Los proyectos de vivienda social surgen a principios del siglo XX con el objetivo de proporcionar una residencia digna y asequible a aquellos que no pueden acceder a ella en el mercado privado. Para ello cuentan con el apoyo financiero de los Estados a través de diferentes entidades públicas creadas para actuar como promotoras. Más recientemente han surgido cooperativas de usuarios que impulsan sus propios proyectos de vivienda social para llegar a donde no lo hacían los poderes públicos.
Inicialmente el único objetivo era construir el mayor número de viviendas con los materiales más baratos, con un mínimo nivel de calidad habitacional. Con el tiempo, los arquitectos han ido incorporando otros aspectos relacionados con el urbanismo, la sostenibilidad o la sociabilidad, que permitan a sus residentes sentirse orgullosos del lugar en el que viven.
Ver esta publicación en Instagram
La vivienda social como campo de experimentación arquitectónica
Manteniendo siempre la austeridad económica, la arquitectura ha desarrollado una amplia variedad de soluciones relacionadas con la vivienda social. Gracias a la libertad creativa que se asocia a los proyectos, estos se han convertido en un campo de experimentación, incluso para figuras de prestigio, como los madrileños Javier Sáenz de Oiza, autor del Ruedo de la M-30, o Fernando Higueras, creador de la UVA de Hortaleza. En Francia encontramos otros proyectos singulares, como la utopía neoclásica de los espacios de Abraxas, de Ricardo Bofill, o las Arenas de Picasso, de Núñez Yanowsky.
Ver esta publicación en Instagram
«Si uno practica la arquitectura social, se juega su prestigio profesional en cada proyecto. Pero vale la pena”, afirma el ganador del premio Pritzker Alejandro Aravaca. Él es creador del concepto de “casas incrementales”, viviendas con dotaciones básicas con la posibilidad de crecer a la medida de las necesidades de sus habitantes: “Yo no puedo reclamar y esperar a que las reglas cambien para construir vivienda social de 70 metros cuadrados, sino que opero y les doy 30 metros, pero ampliables”.
Ver esta publicación en Instagram
Vivienda social cada vez más sostenible
La selección de materiales en la construcción de vivienda social está muy vinculada a razones económicas. Predominan la sencillez y la disponibilidad, y cada vez más se opta por elementos prefabricados, que permiten economizar también durante el proceso constructivo, además de agilizarlo. Es el caso de edificios en madera, como las viviendas sociales de alquiler proyectadas por JTB.architecture en Saint-Denis (Francia),cinco pisos que han sido construidos con paneles de madera laminada, un material natural, renovable, reutilizable y reciclable.
Ver esta publicación en Instagram
En la senda de la sostenibilidad se impulsa el empleo de materiales reciclados, como en el edificio realizado a partir de contenedores de barco, recientemente promovido por el Ayuntamiento de Barcelona. Cuatro meses han bastado para convertir dieciséis contenedores en doce viviendas listas para acoger a los primeros residentes. “Es un material muy resistente y barato que al ser reutilizado responde a los requerimientos ecológicos», según el arquitecto David Juárez.
Ver esta publicación en Instagram
Ruiz-Larrea & Asociados dan un paso más con Carabanchel 34, una vivienda social colectiva construida bajo el estándar PassivHaus. Para Antonio Gómez, arquitecto y socio del estudio, “la Administración debe dar ejemplo para que el sector privado y los compradores también recurran a este tipo de construcciones de bajo consumo».
Vivienda social e intergeneracional
Abalo Alonso Arquitectos son autores de tres edificios de viviendas intergeneracionales de alquiler con centro de día en su planta baja, ubicados en las localidades gallegas de Ferrol, Vilagarcía de Arousa y As Pontes. “Jóvenes y mayores comparten más cosas de las que estamos acostumbrados a suponer”, explican. Para ellos han creado viviendas de uno o dos dormitorios, “para el hijo que acaba de nacer, o el nieto que viene a ver a los abuelos”, y espacios de relación para compartir. Su intención es definir “una casa global, no un edificio”, en la línea de los proyectos de cohousing, nacidos con espíritu de crear comunidad.
Ver esta publicación en Instagram
Iconos de la arquitectura
«¿Por qué un edificio de viviendas no puede ser un icono?», se pregunta Jacob van Rijs, arquitecto y socio del estudio holandés MVRDV. Este quería que El Mirador, un edificio de viviendas de precio tasado en la periferia de Madrid, fuese una referencia reconocible. Lo consiguió con una original solución para suplir la falta de espacio público con una plaza en altura. Ya lo había hecho en otras ocasiones, como en WOZOCO, donde algunas unidades habitacionales están literalmente colgadas de la fachada, en grandes cajones suspendidos y pegados al edificio.
Ver esta publicación en Instagram
Algunos proyectos han llegado incluso a ser declarados Patrimonio Mundial por la Unesco. El mejor ejemplo es la Unité d’Habitation de Le Corbusier, conocida como Cité Radieuse, porque permite el paso de la luz a todas las habitaciones. Pero cuidado con lo que deseamos, porque podemos terminar convirtiéndonos en centro de visitas turísticas, como les ocurre a los habitantes de las Casas Cubo de Piet Blom, en Rotterdam.
Ver esta publicación en Instagram