Los edificios en los que vivimos, trabajamos, aprendemos y nos relajamos tienen un impacto profundo en nuestra salud y bienestar. Para identificar a aquellos que lo están haciendo bien el International WELL Building Institute (IWBI) creó en 2014, tras años de investigaciones, el WELL Building Standard, que se basa en el cumplimiento de una serie de medidas enfocadas a mejorar la salud y el bienestar de los ocupantes del edificio.
Del Leed al WELL: poner el foco en las personas
Esa es la clave, como explica Bieito Silva, responsable del certificado WELL en el ITG, partner oficial para España y Latinoamérica del IWBI: “Hay muchas certificaciones, entre las que destacan el BREEAM y LEED, que se centran en el impacto del edificio sobre el medio ambiente, mientras WELL se centra en su impacto sobre la salud y el bienestar de las personas”.
WELL va más allá del diseño y el rendimiento del edificio y valora otros elementos relativos a su uso para determinar si se trata o no de un espacio óptimo para habitar. “La certificación WELL no sólo está vinculada a la construcción del edificio, sino también a su gestión”, con medidas relacionadas con políticas de RRHH o estrategias de bienestar, como la promoción de una alimentación saludable o la práctica de ejercicio.
“No se habla todo lo que se debería del impacto que los espacios construidos tienen sobre la salud de las personas”, asegura Bieito Silva. Él nos da un ejemplo: asociamos la contaminación atmosférica al exterior y al tráfico, ignorando que los espacios cerrados están entre dos y cinco veces más contaminados que los espacios abiertos. En muchos casos esto se solucionaría con una ventilación adecuada. Desde el ITG, como partners del WBI, tratan de poner el foco en estos temas.
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De la calidad del aire a la creación de comunidad: el proceso de certificación
La certificación WELL Building Standard evalúa el cumplimiento de 117 medidas (features) relativas al diseño, el rendimiento y el uso de los edificios, orientadas a crear comunidades saludables. Se clasifican en 10 conceptos evaluables: aire, agua, alimentación, iluminación, movimiento, confort térmico, sonido, materiales, mente, comunidad. Las medidas van desde incentivar las actividades en grupo hasta contar con una iluminación y un aislamiento acústico adecuado.
En función del grado de cumplimiento se establecen tres niveles de certificación: Silver, Gold o Platinum. Esto viene determinado en el proceso de verificación o “performance verification” que deben superar todos los proyectos antes de conseguir su certificación. El ITG, como partner oficial para España y Latinoamérica del IWBI, se encarga de la realización de estas verificaciones. Bieito Silva nos describe el proceso:
“En primer lugar se hace una verificación documental: algunas de las medidas (features) que se aplican se verifican mediante el envío de documentación como planos, informes o fichas técnicas. Una vez superado ese primer paso se realiza una verificación in situ que consiste en la realización de mediciones e inspecciones visuales para comprobar que la instalación cumple con lo que ha acreditado en la documentación. Se realizan diferentes test para medir la calidad del aire, del agua, de la iluminación, el confort térmico y el confort acústico”.
Una vez conseguida, cada tres años se realiza un proceso de recertificación que garantiza que el cumplimiento de las medidas continúa durante su fase de uso, porque en caso contrario pierden efectividad. Bieito nos pone un nuevo ejemplo: si la calidad del aire interior va vinculada a un sistema de filtrado y los filtros no se renuevan con la periodicidad adecuada, la calidad del aire empeorará.
Una certificación en crecimiento
Actualmente en el mundo hay 3.907 proyectos WELL (251 certificados y 3.656 registrados en diferentes fases del proceso), una cifra que multiplica por cuatro los 872 proyectos de hace un año. Para explicar este espectacular crecimiento es muy importante la labor de difusión de la certificación que desarrolla el WELL Building Institute y sus partners a través de eventos, como la WELL Conference organizada anualmente por el ITG en Madrid y Barcelona. Pero también la divulgación en torno a temas relacionados con la sostenibilidad en arquitectura y la salud dentro de los espacios construidos. Para Bieito Silva, lo más importante es “desarrollar un proceso de concienciación de que los edificios pueden contribuir positiva o negativamente a la salud de las personas”.
Otra manera de contribuir a esta divulgación es a través de la organización de formaciones introductorias a la certificación y para la preparación del examen para acreditarse como WELL AP. Gracias a eso, la comunidad WELL está formada ya por casi 10.000 personas repartidas en 83 países.
Beneficios del WELL Building Standard
Los primeros en lanzarse a probar la aplicación de este nuevo estándar han sido las empresas. “WELL busca la salud y bienestar del usuario de un edificio y, en el caso de un edificio de oficinas, el beneficio para el trabajador lo es también para la empresa”, apunta Bieito Silva, ya que “está demostrado que generar un ambiente confortable y saludable que fomente el bienestar aumenta la productividad y reduce el absentismo y las bajas laborales”. En el caso concreto de la sede de ASID, el primer edificio certificado WELL en el mundo, tras un año de uso el absentismo descendió un 19%. El informe Well Workplace habla de una reducción del absentismo del 37% en entornos WELL y un aumento de la productividad del 21 %.
Además, se ha revelado una herramienta muy útil en la retención de talento, sobre todo del talento joven, que a la hora de elegir entre distintas opciones tiene cada vez más en cuenta cuestiones relativas a la calidad y el bienestar en el trabajo.
Más allá de las oficinas
La certificación WELL se adapta a cualquier edificio, sin importar su uso o el ámbito del proyecto, aplicando el mismo estándar a las obras de nueva construcción y a aquellas ya existentes. “Hay muchos proyectos de empresas ya instaladas en edificios modernos construidos recientemente y con unos índices de calidad elevados, que evalúan el cumplimiento de las distintas medidas y tan sólo deben realizar modificaciones menores (mobiliario, iluminación, gestión) que no afectan a cuestiones estructurales”.
Los primeros han sido los espacios de oficinas, pero en Estados Unidos o China, dos de los mayores mercados de certificaciones, el sector residencial es ya el segundo con una importancia muy notable. Para Bieito Silva no se trata de tipologías, sino de las horas que pasas en ese espacio: “La certificación tiene especial interés para los espacios en los que el usuario pase más tiempo. La oficina es uno de ellos, pero también la vivienda, los hoteles, escuelas, institutos, o centros hospitalarios, donde el impacto que pueda tener ese espacio sobre su salud es muy beneficioso”.